Educar a los educadores

Si como viene de demostrarse por medio de varias columnas, que padres de familia, profesores, sacerdotes, orientadores en general de la sociedad, dentro de los cuales juegan en la actualidad un papel importante los poderosos medios de comunicación, con la televisión a la cabeza y en grado primordial algunos youtubers que utilizan las redes sociales para anunciar, vender o difundir ideas, se hace imperioso que estos privilegiados educadores tomen conciencia y adquieran conocimientos tendientes a tener una excelente formación humanística, que es lo que finalmente le hace falta a esta alocada, materialista y consumista agrupación social del siglo XXI.

A falta de los sabios, prudentes y ponderados maestros de otros tiempos, reclamamos personas cultas, eruditas, sensibles devotas del sagrado como noble oficio de la enseñanza. El hombre culto, sereno, humano y sensible que era el que buscaba Diógenes en la Grecia antigua con su linterna es el que necesita el mundo moderno del tercer milenio. El portador divino de la verdad, el mensajero de los dioses en la antigüedad que fuera el insigne personaje Hermes es posible que sea una utopía, pero se necesitan hoy más que nunca líderes, informadores, comunicadores y educadores con talento, con conocimientos profundos e imbuidos de una dosis grande de humanismo y respeto por sí mismos y por los demás.

No faltan comunicadores y periodistas que en el mundo entero buscan y pregonan por un periodismo más responsable, veraz y objetivo; tampoco son pocos los críticos que han cuestionado con vehemencia la escandalización, banalización y farandulización de los medios informativos. Particularmente en Colombia durante el llamado proceso 8.000, el insigne periodista y estudioso de las comunicaciones, el antioqueño Javier Darío Restrepo, realizó una vehemente crítica a la forma de información de ciertos profesionales de la noticia tergiversando su contenido y llevando a la confusión a los lectores, televidentes y radioescuchas. Los medios al tablero fue un artículo aparecido en la revista Cambio 16, hoy fuera de circulación, de los años noventa, donde se hizo un llamado cordial pero bien autorizado por venir de un experto en el tema, a quienes con sensacionalismo y espectacularidad fabrican titulares impactantes que anticipan una responsabilidad penal a indiciados o vinculados a un proceso penal.

Hace dos décadas que otro experto en las disciplinas de la comunicación, el también antioqueño Juan José García Posada, escribió un buen ensayo titulado “La dimensión hermenéutica del periodismo”, en el que propugna por una información veraz, prudente y exenta de sensacionalismo y colmada de escándalo.

El periodismo mundial actual de distracción, escándalo, programas frívolos, una versión periodística de farándula, requiere con urgencia de una nueva orientación. Los factores de suspenso, emoción y escándalo no son atributos de una buena información; lo son de un periodismo amarillista y poco objetivo. La mercantilización de los medios masivos de comunicación, los criterios comerciales con los que se gerencian ciertos canales de televisión, medios impresos y estaciones de radio, están acabando con el verdadero y auténtico periodismo de paladín de la verdad. Lo ligero, lo superficial, light o liviano viene apoderándose hace buen tiempo del otrora excelente e imparcial periodismo informativo e investigativo.

Los creadores de la opinión pública, los encargados de orientar y educar a las masas que consumen información a granel, deben tomar plena conciencia de su delicada tarea al frente de la sociedad y cambiar de actitud, de lo contrario seguiremos transitando hacia la destrucción de la humanidad. Ya lo sentenció un experto en la temática de la comunicación: “Estamos creando monstruos”.

Perdidas las coordenadas de una buena instrucción, educación y culturización en el hogar, en la escuela, en el barrio, en nuestro entorno, en la empresa, etc., solo queda esperar mujeres y hombres confundidos, sin rumbo, desorientados, insatisfechos y descarriados. Eso es lo que se percibe en estos tiempos de supuesto progreso tecnológico.

La hipertrofia informativa impulsada por las élites de muchos medios de comunicación, solo produce estrés, pesimismo y a veces depresión en personas ignorantes o deficientes educativa y culturalmente.