La familia atomizada

Los rasgos particulares de la actual sociedad neurótica, compulsiva en el consumo, ávida de amor, ternura y cariño de hombres y mujeres cada vez más vacíos, ligeros de pensamiento, de vidas sin rumbo y sin metas de autorrealización personal, entregada frenética y compulsivamente a la tecnología cibernética, a la Internet, a las redes sociales, no obedece principalmente, sino secundariamente a la quiebra de valores humanos.

Podría cualquiera simplemente pensar que es el menoscabo de los valores fundamentales de la honradez, la gratitud, el respeto a los antepasados, a la palabra, la causa fundamental del estado caótico que vive la humanidad en los tiempos actuales, reflejado tal fenómeno de desbarajuste social en la mediocridad y ramplonería que exhiben los dirigentes políticos de las potencias mundiales, encabezados por personajes narcisistas, ególatras, dentro de los cuales destaca particularmente Donald Trump, encarnación suprema del político arlequín promesero y sin ningún contenido intelectual y humanista.

En nuestra patria Colombia nunca antes habíamos conocido una exhibición de egos de dirigentes políticos como en los últimos años se ha podido percibir entre el mesiánico populista del vano Uribe y el no menos embelesado embaucador presidente actual, lo cual quedó reflejado con el papa Francisco en Roma en diciembre de 2016, en el frustrado intento del pontífice de limar diferencias entre los dos líderes políticos y buscar la reconciliación de dos antagonistas obstinada.

Paseándome por mi amada biblioteca me encuentro con un profundo y ameno ensayo escrito hace décadas por el escritor francés Jean Claude Guillebaud, personaje e intelectual galo que hiciera un estudio sesudo a cerca de las causas esenciales que tienen al mundo moderno sumido en el caos y la desesperanza. No obstante que Guillebaud se adentra en un análisis de los placeres y sus consecuencias favorables y desventajas para mujeres y hombres, desemboca en el interesante tema de la familia moderna y su crisis, causas notables y principales del modo en que se comportan las gentes del siglo XXI.

Tanta miseria humana reflejada en la adicción patológica por las drogas, el alcoholismo y otras sustancias adictivas, antes materializadas en la religión y otras formas de evasión del ser en las que la idolatría por los deportes masivos y la fiebre frenética por las redes sociales mantienen embrujados o inconscientes a millones de personas en el planeta tierra, es el producto de la destrucción de la familia y como consecuencia de ello la aparición de una sociedad patológica, enfermiza, nociva, poco creativa y negativa distinta a la soledad de los poetas, escritores, pintores y demás consagrados al arte de la creación.

Soy defensor de la familia, del núcleo familiar, no obstante que el modelo cristiano y católico patriarcal y machista defendido con fiereza por el pueblo judío no es el ideal para quien esto escribe; sí reconozco mayor eficiencia en la orientación de los hijos en tales paradigmas familiares y no en la familia monoparental moderna, compuesta por un solo individuo, especialmente por la madre y la ausencia del padre como regla general.

Desde los idílicos y convulsionados años sesenta con la libertad sexual de la mujer, su liberación, la aparición de los métodos de contraconcepción o anticonceptivos, la familia tradicional relativamente bien conformada por un padre drástico y omnipotente, hijos numerosos y respetuosos de sus progenitores y mayores, se atomizó, se desvaneció por cuanto cada vez más son los que optan por renegar del matrimonio convencional, mayor el número de los que se separan y el advenimiento de las familias de los mismos sexos, lo que a mí parecer es un fenómeno más de exhibicionismo de la privacidad y una forma de pretender alcanzar fama, antes que un deseo real de convivencia y búsqueda de la felicidad.

Francia ha sido un país católico en el que la familia tradicional tenía bastante solidez, no obstante que los motivos de esta hermosa y culta nación europea fueran los precursores de la infelicidad conyugal occidental por medio del llamado Ménage á Trois (trío de individuos vinculados a una relación sexual pasajera o estable). A partir de este modelo familiar el autor Guillebaud nos propone el análisis del fenómeno de quiebra modélica de la familia y la consecuencia lógica de una soledad dañina y negativa de mujeres y hombres que se ve reflejada en la drogadicción y la adicción a otras formas efímeras y equivocadas de obtención de la felicidad humana, principalmente de redes sociales y demás formas de comunicación social.

Es a partir de esta hipótesis formulada por un estudioso de los fenómenos sociales que podemos entender este corral humano que damos en llamar sociedad civilizada y moderna.