Las riquezas y el buen vivir

En un mundo materialista y consumista como lo es el siglo XXI, podría pensar el lector que el título de este artículo apunta estrictamente a lo económico. Ingenuo sería afirmar que cierta cantidad de dinero no hace falta para vivir bien y que el poder económico no conlleva a una vida satisfactoria si sabe administrar y degustar en sus justas proporciones. Sin embargo, y creo haberlo afirmado en pretéritos escritos, soy de los que se inclinan por una vida personal en la que el ser es más importante que el tener. La humanidad pareciera que fuera como muchos crustáceos que camina hacia atrás. Desde hace miles de años el hombre se preocupó por el cuerpo, por el alma y por la mente, las religiones han contribuido positivamente al cultivo también del espíritu, sin que pueda negarse que a veces se ha extralimitado en la importancia que se da a la salvación del alma, impidiendo que gocemos de esta vida terrenal.

Las cosas en la actualidad caminan por rumbos distintos: prestamos demasiada atención al cuerpo como se evidencia en la proliferación de gimnasios y centros de estética y desarrollo muscular en los que se entrenan muchos de los y las metrosexuales que salen a exhibir sus masas musculares y cuerpos formados a base de ejercicios, pero hemos olvidado igualmente el cultivo del espíritu, el intelecto y la mente, hecho que se refleja en el cierre progresivo de librerías y la apertura desmedida de lugares dedicados a juegos electrónicos, denominados casinos.

Es una perogrullada afirmar que la locura colectiva y el estado mental de buena parte de la población afectada por neurosis es el reflejo de la manera equivocada como venimos enfrentado la vida. Las aves raras o extrañas que somos los cultivadores de la lectura y otros practicantes de la espiritualidad son cada vez más escasos, en tanto que se acrecienta el número de individuos que se interesan más por su físico y su atractivo personal que por una personalidad matizada de encanto, jovialidad, alegría e interés por los temas culturales y del alma.

Cierto es que el buen vivir es una concepción distinta en cada individuo, sea mujer u hombre, aldeano o citadino y que lo que a uno le parece interesante a otro le puede parecer aburrido; no obstante, pueden concebirse reglas generales aplicables a ambos géneros. La belleza o gusto por la moda son más del interés de las mujeres que del hombre y éste tiende más a obtener el poder económico, político e intelectual, sin que sea necesario excluir de este grupo a ciertas damas que piensan y actúan como los varones. En uno u otro caso lo que cuenta es buscar el desarrollo personal y el crecimiento individual en los niveles indicados de lo corporal, mental, cultural y espiritual. Cuerpo sano en mente sana decían los antiguos, constituye la base esencial de una buena personalidad, pero en este complejo y competitivo mundo moderno se requiere, además, buena cultura y los ejercicios espirituales que tanto gustaban al fundador de los jesuitas, el excelso español Ignacio de Loyola. Un ejemplo digno de elogiar y de emular es el del ejecutivo antioqueño, otrora poderoso presidente del banco privado más importante del país, Bancolombia.

Celebro con alegría y al alborozo que mi cuasi coterráneo, Carlos Raúl Yepes, nieto e hijo de la ilustre familia con origen granadino y santuariano, se haya atrevido a escribir y compartir su estilo de vida como persona y empleado de alto rango en el libro publicado en este año 2017, titulado “Por otro camino”, magistralmente prologado por otro excepcional ser humano, el argentino Jorge Valdano, tan buen futbolista que fuera como mejor buen ciudadano. Quien quiera adentrarse en este pequeño pero ameno y excelente ensayo, encontrará que muchas de las ideas acerca del buen vivir coinciden con las que he venido pregonando y exponiendo desde hace varios meses en estos artículos. Es más importante la búsqueda de la felicidad personal, el ser que el tener, nos lo recuerda Carlos Raúl en su bien escrito libro, que ha de servir de faro y de ejemplo a muchos de los descarriados jóvenes y adultos que andan perdidos por el mundo. Que los goces físicos, espirituales, culturales y mentales superan la avariciosa conducta de acumular riquezas materiales, queda demostrado en las balsámicas palabras de ese ilustre nieto de quien fuera un distinguido mercader santuariano, don Jesús Antonio Yepes.

En mi modo de pensar me inclino por las personas de riqueza mental, intelectual, cultural y espiritual que por los multimillonarios que tanta importancia les dispensa la sociedad de hoy.