Especialmente la América Hispánica es el lugar menos adecuado para emprender y constituir empresas que conlleven al inversor en el área industrial beneficios dignos de abrazar tan importante gestión a nacionales o extranjeros.
El siguiente ejemplo de la vida real representa la odisea y el calvario que deben vivir quienes se lanzan a hacer empresa en nuestro continente. Apenas iniciaba quien esto escribe su infancia cuando tuve la oportunidad de saber que un italiano víctima de la segunda guerra mundial hubo de viajar a Colombia con el fin de crear una empresa cuyo objeto mercantil y social representaba la compra de metales preciosos, su fundición y transformación a cadenas, anillos y otros artículos derivados de la aleación de estos metales de alto valor comercial. Lo anterior lo supe por cuanto mi tío, Carlos Pineda Giraldo, era un operario de máquinas utilizadas para la elaboración de cadenas de oro y otros metales de menor importancia como la plata y el cobre. Aquel empresario venido de un pueblo cercano a Torino o Turín se asentó en Medellín, tenida por entonces como la ciudad industrial de Colombia. Mucho dinero invirtió el aventurero hombre de la península itálica en adquirir bodegas, maquinaria industrial, ácidos y otros materiales utilizados en la fundición de metales y la consecución de un experto personal para el desarrollo del objeto material de aquella importante empresa. El hijo mayor del empresario italiano comenzó a trabajar al lado de su padre con la finalidad de sucederlo en el futuro cuando éste faltare o decidiera ceder la dirección a su vástago. Por varias décadas trabajó el emigrante europeo para posicionar su empresa en una de las más sólidas en el ramo en Colombia. En esta ciudad terminó sus días el creador y emprendedor industrial que emigrara de su tierra natal. Asumió por tanto la dirección empresarial familiar su hijo, quien prosiguió los sueños y proyectos de su progenitor. Años después sobrevino la crisis industrial que viviera el sector por múltiples causas que aquí no interesa reseñar. El Estado, lejos de apoyar al industrial acosado por la crisis, se dió a la tarea de perseguirlo con la DIAN, organismo cuyos funcionarios alegaban que había traído maquinarias de contrabando al país, cuando lo cierto era que el dueño de la empresa se había convertido en diseñador y creador de maquinaria industrial apropiada para el objeto social para el que había sido creada la fábrica. También el Ministerio del Trabajo hostigó al empresario e industrial italiano imponiéndole multas por no desarrollar e implementar medidas protectoras de los trabajadores frente a riesgos como la contaminación, envenenamientos o accidentes laborales que la fábrica implicaba para los obreros.
Dentro del clima de inseguridad que ha vivido Medellín en varios años, aconteció otro siniestro económico para la empresa familiar de los italianos migrada a Colombia: un día varios bandidos despojaron a estos de mercancías y productos por valor de 1.200 millones de pesos. Con todo, la quiebra o al menos la crisis de la empresa convirtió en inviable financieramente la operatividad de la misma.
Normas posteriores de urbanismo dictadas por las autoridades de la ciudad declararon la zona donde está situada la empresa como terreno destinado a vivienda de acuerdo al Plan de Ordenamiento Territorial (POT). En consecuencia, debe mudarse la empresa, lo que representa un gasto millonario que pone casi en bancarrota a la misma.
Si se tiene en cuenta la carga laboral grande que tiene la fábrica y que imposibilita su cierre operacional podemos concluir que sus dueños están al borde de la quiebra o la bancarrota. Quiere decir lo anterior que dos generaciones de empresarios extranjeros trabajaron en nuestro medio con la finalidad de enriquecerse, y por el contrario, lo que encuentran fue su ruina económica.
Conclusión: es ruinoso en América Latina convertirse en empresario industrial.