Hace algunos meses un ministro del Japón propuso eliminar la enseñanza de las disciplinas filosóficas y humanísticas de las universidades niponas. Nada raro en estos asiáticos que andan por la vida pensando solo en tecnología y han hecho del trabajo las metas de sus vidas, actitud que les acarrea que mueran infartados y presenten niveles altísimos de la enfermedad llamada karochi, que lleva a muchos al suicidio.
De los japoneses, los alemanes, los ingleses y los norteamericanos, dijo el gran escritor chino Lin Yu Tang, en su gran obra La importancia de vivir, que viven con mucho realismo, poca ensoñación y escaso sentido del humor, en contraposición al pueblo chino, que sabe reír, se toma la vida menos en serio, adora los soñadores y los poetas y consideran el buen humor la mejor medicina para el espíritu.
No extraña, pues, que el ministro nipón haya hecho tan descabellada propuesta, al menos para quienes tenemos otra concepción más lúdica y poética de la vida.
Lo que si constituye un despropósito es que hace unos pocos días un gran pensador y connotado intelectual latinoamericano se haya despachado con una propuesta parecida a la del gélido y ácido funcionario de la nación japonesa. Pidió el connotado hombre de letras el que hubiera en los países de nuestro continente más técnicos y menos poetas. Este escribidor, que no es propiamente un poeta o un compositor de versos, si puede afirmar que el señor Oppenheimer estuvo al menos desfasado en tal aseveración. Los poetas, tal como fue concebida la poesía en Grecia y que tiene relación con el origen del vocablo que alude a ser creativo, son quienes embellecen al mundo y hacen más amable el paso por este loco planeta. Qué sería de la humanidad sino hubiera tenido poetas, literatos, pintores y artistas de distintos matices, que son en última instancia verdaderos poetas. Cito varios ejemplos de los que por estas comarcas han sido poetas insignes: Porfirio Barba Jacob, dejó para la posteridad su Canción de la vida profunda, obra poética con la talla y galanura de los más preciados poetas universales. Otro tanto puede decirse de Epifanio Mejía, quien nos legó el bello himno antioqueño, bardo de una exquisitez y preciosura en sus versos que los ingratos antioqueños no le hemos dado el valor universal que tiene. Y ni que glosar de lo que dijo en esta ambiciosa y metalizada tierra antioqueña y en la trabajadora capital de nuestro departamento ese poeta singular, tierno y profundo que fuera Gonzalo Arango en su bello poema Medellín a solas.
Algún escritor insigne afirmó que el día que Antioquia ya no tenga minas, industrias u otros quehaceres y riquezas materiales, le queda la hermosa prosa de su escritor Tomás Carrasquilla. Y podría citar muchísimos ejemplos más a nivel latinoamericano: Jaime Sabines con su hermoso poema sobre las putas y Bernardo Arias Trujillo, el caldense sin par como poeta en el poema homoerótico que lo consagró como uno de los grandes de América. Neruda, Lugones, en este continente y Antonio Machado y Miguel Hernández en España, dejaron este mundo más bello que cuando nacieron, con lo cual hacen parte de los estelares poetas que jamás mueren.
La tecnología es importante para el progreso humano, la poesía es connatural a la condición humana. ¡Que cada día haya más poetas es lo que pide este libelista!