Fracasamos… otra vez. A ver si por fin aprendemos

Por: Juan Felipe Rengifo


Lo que empezó mal en Pereira, terminó peor en Bucaramanga. La selección Colombia sub 23, anfitriona y con la responsabilidad de hacer un buen torneo, fue inferior a las expectativas y se despidió del cuadrangular final con apenas un punto de 9 disputados, humillado por Uruguay y mostrando un fútbol errático, carente de definición y con un entrenador que no ha hecho ningún mérito para dirigir una selección Colombia.

Y es que Arturo Reyes es el principal señalado de la debacle ‘Cafetera’. Desde la primera fecha se equivocó, cuando inexplicablemente cambió a Jorge Carrascal, el más destacado frente al combinado argentino, se ganó el remoquete de “burro” “burro” “burro” por los asistentes que colmaron las tribunas del Hernán Ramírez Villegas de la ciudad de Pereira. En los cuadrangulares, y nuevamente contra los argentinos se equivocó en un cambio puntual, sustituyó a Nicolás Benedetti y la selección se quedó sin circuito de juego y el fútbol que necesitaba para llegar al empate, fue todo empuje, pero poco fútbol, el mismo que brindó en el torneo el creativo del América de México.

Para cerrar su lamentable actuación, en el partido definitivo frente a Uruguay cambió el esquema de juego, con tres defensores centrales, sin un centro delantero definido y el equipo perdió los papeles, se llevó tres goles en contra y apenas encontró el descuento por un tiro libre que se desvió en un rival. Reyes el único tiquete que merece es el de regreso a su casa, Tokio le quedó lejos desde la primera fecha.

Aparte de los desaciertos del entrenador, los jugadores tampoco dieron la talla, ningún centro delantero pudo convertir, defensores y volantes con evidentes fallas de fundamentación, pases erráticos, poco juego asociado y fallos simplemente inexplicables en un futbolista profesional. En el caso puntual del arquero Esteban Ruiz, que aunque en muchas jugadas nos salvó, también se equivocó en acciones puntuales que nos costaron puntos.

En términos generales, la actuación de este equipo dejó mucho que desear y apenas se salvan jugadores como Jorge Carrascal, Nicolás Benedetti y Edwuin Cetré. Ellos fueron los encargados de convertir los goles y ser los revulsivos cuando Colombia consiguió los puntos necesarios para avanzar al cuadrangular final, pero que no alcanzó para llegar a los Juego Olímpicos de Tokio.

Este nuevo fracaso del fútbol colombiano, debe ser un campanazo para lo que se viene, en marzo comienza las Eliminatorias al Mundial de Qatar y en junio es la Copa América, donde nuevamente seremos anfitriones. Carlos Queiroz, su cuerpo técnico y Mario Alberto Yepes, nuevo Director Deportivo de la Federación Colombiana de Fútbol, tienen la responsabilidad de seleccionar bien a los jugadores que nos representarán, decidir qué hacer con tres figuras fundamentales como Radamel Falcao García, lesionado en Galatasaray y con poca continuidad en el fútbol turco, James Rodríguez, en un discretísimo nivel y con pocas posibilidades en Real Madrid y Juan Fernando Quintero, apenas regresando de una delicada lesión de rodilla, sin contar con otros jugadores que no pasan por su mejor momento y que se tendrán que suplir de la mejor manera posible.

Traeré una frase icónica de nuestro fútbol que ojalá nos ayude a superar este nuevo trago amargo que nos hace pasar el fútbol patrio, “perder es ganar un poco”. Ojalá aprendamos de las cosas que otra vez se hicieron mal, que la Federación Colombiana de Fútbol, llena de cuestionamientos sin resolver, elija a los más idóneos y no por regionalismos o por llenarse los bolsillos, así para muchos esto simplemente sea un negocio, para otros, para nosotros los hinchas, esto es una pasión que no se negocia y que no tiene un valor intrínseco de 30 mil pesos mensuales.

Lo único que no quiero que cambie es la hinchada, si hubiera dependido de Pereira, Armenia y Bucaramanga, Colombia tendría que ir a la agencia de viajes a pedir tiquetes y estaríamos en el dilema de elegir los tres jugadores mayores de 23 años que nos ayudarían a luchar por conseguir la medalla de oro.