Foto: @Theo_Gonzalez
El partido de ida de la final de la Liga BetPlay I 2025 entre Santa Fe e Independiente Medellín dejó más preguntas que emociones. En un 0-0 que supo a poco, ambos equipos apostaron por la contención y el cálculo más que por el riesgo. El duelo fue más una batalla táctica que un espectáculo digno de una final, lo que si bien complace a los entrenadores, dejó en deuda al hincha que esperaba un primer asalto vibrante. Al final, ninguno se hizo daño, pero quedó claro que en ese equilibrio hay un sabor más amargo para uno que para otro.
Santa Fe, jugando como local, no solo sufrió la baja por lesión de Murillo a la media hora, sino que también se vio reducido a un equipo sin ideas ofensivas claras. Apenas un par de aproximaciones de Rodallega y Olivera inquietaron al arquero Aguerre, que junto a su sólida defensa neutralizó cualquier intento cardenal. Con el desgaste físico acumulado de los cuadrangulares, los bogotanos priorizaron la resistencia y eligieron no exponerse, apostando por una vuelta que, en el papel, les exige más pero les resulta familiar: cerrar de visitante.
Por su parte, Independiente Medellín fue superior en propuesta y ejecución. Con orden defensivo y transiciones rápidas, generó las mejores opciones del partido, pero se topó con una noche inspirada del arquero Andrés Mosquera y, en ocasiones, con sus propias limitaciones ofensivas. El DIM dejó viva una serie que pudo haber encarrilado en Bogotá y ahora deberá enfrentar el peso de la obligación en su casa, donde el margen de error se reduce. El recuerdo de su ineficacia reciente frente al arco aún persiste como una amenaza latente.
Ambos equipos, desde sus estilos, sintieron que lograron algo. Medellín confirmó su solidez y capacidad para incomodar al rival, mientras que Santa Fe, aunque opaco, se mantuvo en la pelea sin ceder terreno. Sin embargo, el desarrollo del partido también deja la sensación de una oportunidad perdida: ni uno supo rematar, ni el otro se animó a arriesgar. Fue una noche de supervivencia, no de ambición, y eso tiñe el resultado con una pátina de decepción.
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El domingo en el Atanasio será el verdadero examen. Medellín tiene todo para coronarse: juega mejor, tiene más herramientas y el impulso de su gente. Pero Santa Fe ha hecho del sufrimiento una virtud y, en silencio, construye su épica. La serie está abierta, y aunque parezca que ambos sacaron algo del empate, lo cierto es que aún nadie ha ganado nada. Y eso convierte la vuelta en una final de verdad: sin red, sin excusas y sin margen para especular.

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