Marcial Muñoz
Opinión. Desde mi rincón.
¿Han visto ustedes que alguien le reclame al actual presidente de Grecia por las conquistas de Alejandro Magno hace 2.400 años? ¿O que se insulte a los italianos por lo que hicieron sus ancestros romanos durante su Imperio? Ni siquiera en la España actual a nadie le da por llamar criminal al Rey de Arabia Saudí porque hace 1.300 años sus antepasados arrasaran la península ibérica para conquistar en tan sólo 15 años sus 600.000 kms cuadrados. A sangre y fuego, no repartiendo dulces, arrasando contra todos.
¿Verdad que les sonaría ridículo que mañana hubiera una manifestación en contra del faraón Ramsés II por genocida y esclavista? O que alguien quisiera derribar las pirámides de Gizah por los miles de esclavos que murieron en las obras de su construcción. Sin duda. Pues esa lógica, por extraño que suene, no se aplica en los hechos que rodean al descubrimiento de América.
Ha creado mucha polémica esta semana la carta que el Papa Francisco envió al presidente de la Conferencia Episcopal Mexicana, monseñor Rogelio Cabrera López, en la que invitaba a “sanar las heridas” del pasado y “reconocer los errores cometidos por la Iglesia Católica (y la corona española) durante la conquista de Tenochtitlán, en 1521.
Política desde Roma
El papa no deja escapar una oportunidad para hacer politiquería y, de paso, desnortar un poco más a la Iglesia. Y no es casual esta carta. El Sumo Pontífice lanza un salvavidas al presidente mexicano, Antonio Manuel López Obrador (AMLO), justo cuando su imagen está pasando por momentos más que delicados y cualquier declaración de apoyo a su mensaje hace que se desvíe la atención a los problemas serios que tiene la sociedad mexicana por la pandemia.
El relato posmoderno populista necesita reescribir, manipular y moldear el pasado para hacerlo coincidir con la moral actual. A pesar de que juzgar el pasado con los ojos del presente es una necedad casi naif, lo cierto es que en Hispanoamérica, especialmente en los países gobernados por bolivarianos, está de moda culpar de su escasa fortuna en lo económico a sus antepasados. Siempre es más fácil echar las culpas a los muertos de hace cientos de años que analizar los problemas reales del presente. Sobre todo porque han tenido varios siglos para progresar y muchos países cada día van a peor.
La conquista española en América, a diferencia de otras conquistas, se caracterizó por una ‘relativa sensibilidad’ hacia los indígenas que habitaban las tierras del Nuevo Mundo. La abolición de la esclavitud y la orden de que estos fueran tratados como “personas libres y no como siervos” se recogió muy pronto en las Leyes de Burgos, dictadas el 27 de diciembre de 1512, varios años antes de que llegara Hernán Cortés a tierras americanas.
Revisionismo asimétrico
Casualidad o no, las campañas revisionistas de la historia universal siempre van en la misma dirección: potenciar la imagen de leyenda negra del hispanismo. Y no es casual, son movimientos orquestados desde el imperialismo anglosajón para tapar sus propias miserias colonialistas. Nadie reprocha en ese revisionismo histórico que la esclavitud en Norteamérica durara hasta el siglo XIX, o que la segregación racial de británicos, franceses, belgas o los mismos estadounidenses, se extendiera hasta bien entrado el siglo XX. Pero el malo malísimo de la historia es Hernán Cortés… vea usted, es tan un argumento tan infantil que no sé si reír o llorar.
Mire Francisco, para los que nos cuestionamos mínimamente las cosas no es aceptable este revisionismo asimétrico. Ni moral ni históricamente es aceptable. ¿Por qué debemos de poner el listón de la moral moderna en el Siglo XV y no en la Edad de Bronce, en el siglo VIII o en XII? Más bien creo que sitúan ese listón donde y cuando les conviene para señalar a quien les interesa y así desviar la atención de sus problemas internos. El interesado perdón no es sino revisionismo manipulador.
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La prueba irrefutable de que la corona española buscó de buena fe la integración étnica, cultural y religiosa la encontramos en el porcentaje de los actuales mexicanos que tienen sangre indígena (88%), datos similares al del resto de Sudamérica. Mientras que, los vecinos del norte, en Estados Unidos ese porcentaje sólo alcanza el 1’7% y en Canadá el 4’4%. Es claro que la violencia y el genocidio racial de los anglosajones fue mucho mayor, y esas vergüenzas no tienen que comérselas los españoles, que también cometieron desmanes, obviamente. Pero es que el mundo en los siglos XV y XVI no era el paraíso con filtros color de rosa de Instagram. En esos siglos la vida era muy dura, y por supuesto, no existían los Derechos Humanos actuales. Mucho idiota contemporáneo se piensa que el mundo siempre ha sido la ensalada de frivolidades que ven en TikTok.
Legado de Hernán Cortés⠀
Siguiendo con México ¿También sabrá usted Papa Francisco que el imperio azteca no era el Woodstock de amor y amistad que los indigenistas nos quieren vender? Los aztecas o mexicas, el pueblo dominante, tenían la peculiar tradición de secuestrar a sus vecinos, esclavizarlos y sacrificarlos extrayendo su corazón. Y lo hacían indistintamente con hombres, mujeres, población LGTBI de la época si la hubiera, niños, niñas y niñes (que dirían los modernos de hoy). No distinguían. Decenas de miles de cabezas cortadas se han encontrado en los santuarios mexicas. Santo Padre, le pregunto humildemente ¿Acaso esas víctimas no merecen su magnánima penitencia? Porque de ellos no se ha acordado. Vergonzoso silencio ante el genocidio violento azteca. Sesgado interés.
Tenochtitlán tenía una población estimada de 200.000 personas durante el asedio de 1519-1521. Es cuanto menos pintoresco pensar que los poco más de 700 españoles que acompañaban a Hernán Cortés pudieran acabar con una civilización como la azteca. Es evidente, Francisco, sabiendo que usted es persona ilustrada, que sabe de sobra que Cortés no actuó sólo. De hecho la clave de su éxito militar fue buscar alianzas con las tribus oprimidas por los aztecas (tlaxcaltecas, totonacas, xochimilcos, otomíes, huejotzingos, cholusenses, chinantecos y chalqueños). Hubiera sido imposible conquistar Tenochtitlán solo con un grupo de hombres mal alimentados y enfermos en su mayoría.
Ergo no fue sólo una conquista española sino una guerra de liberación de pueblos indígenas frente a la opresión azteca. Usted lo sabe. Y Hernán Cortés, sin duda, es uno de los más grandes estrategas y genios militares de todos los tiempos, cuyas hazañas son equiparables a Alejandro Magno o Julio César, que tampoco serían unos santos, pero nadie se mete con ellos, suerte que tienen. Y por más que le duela a usted y a su amigo AMLO, Cortés también es uno de los ‘padres’ de la actual nación mexicana. Por cierto, poca gente sabe que sus restos mortales descansan en la Iglesia de Jesús Nazareno, en el DF, a pesar de que murió en un pueblo de Sevilla a 8.000 kms. Él pidió en vida que su cuerpo descansara en México, tierra que amó, y a dónde desplazaron sus huesos años después.
Oscuros intereses
Francisco, sólo usted sabe por qué retuerce la historia a su acomodo, y cuál es su oscuro interés político con AMLO. Lo que sí le digo es que esta tergiversación moral hace mucho daño a la institución que representa. Humilla su legado, desprecia a los miles de siervos de Dios que dieron su vida por evangelizar América. Evangelizadores a los que debería agradecer que la religión católica, la suya, aún sea la que predomina en el continente. Porque si algo quiso la reina Isabel I de Castilla, alias ‘la católica’, fue llevar su misma religión (LA CATÓLICA) más allá de los mares.
Lo que usted ha hecho es favorecer una cortina de humo para tapar las ineficaces políticas sociales de AMLO. Deje de hacerle el juego a los gerifaltes y si tiene que pedir perdón por algo, más bien empiece a pedirlo por sus propios pecados, que como ser humano seguro los tiene, y unos cuantos.
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Marcial Muñoz es periodista, consultor en comunicaciones políticas y director de Confidencial Colombia.