Juguemos a imaginar un mundo ideal, a proyectar como serán los próximos meses con o sin pandemia (ojalá sin), y a imaginar como será nuestra vida en 2021-22-23, o al menos como quisiéramos que fuera… Olviden por un momento este triste 2020. O mejor dicho, no lo olviden, solo miren para adelante abstrayéndose de las circunstancias actuales. Como si empezáramos de cero.
También les digo que soy consciente que el mundo que sueño seguramente no es el que será en menos de un mes a partir de enero, pero ya saben, soñar es gratis, y en tiempos de crisis lo gratis viene especialmente bien. Y si uno no puede cambiar el mundo, al menos sí puede transformar su pequeño mundo, su entorno y el de su gente.
Respecto a la idea de familia, sueño principalmente que no pierda ese eje fundamental de vertebrador de la sociedad. El pilar sobre el que se inculcan valores a los más jóvenes, y el refugio de cada uno en los malos momentos personales. Mucha culpa de la crisis que sufre Occidente en las últimas décadas se debe al quiebre de los valores de quienes lo habitamos: solidaridad, confianza, honestidad, respeto, honradez o tolerancia son virtudes que cotizan a la baja, lamentablemente, en contra de la ‘picardía’, la hipocresía, la ambición o el querer llegar antes que nadie, al precio que sea. Ese quiebre moral de los valores se empieza y se termina cultivando en la familia, da igual el nivel socioeconómico, desde muy temprana edad. Y estamos muy mal, la señal más clara de que la familia está en crisis.
Estados esquilmadores
Respecto a la economía, sueño con unas reglas del juego más libres para las empresas, que las compañías puedan poner sus talentos y esfuerzos en crecer, en ampliar su negocio, en generar más empleos, y con ello más riqueza o bienestar general, en lugar de preocuparse únicamente por subsistir, como les pasa a la mayoría de las PYMES o de los trabajadores autónomos o independientes. No se engañen no existe un Estado que genere riqueza. En el mejor de los casos, el Estado es un árbitro que redistribuye lo que el sector privado crea de una manera más o menos justa. Repito, en el mejor de los casos, porque cada vez más los gobiernos se vuelven auténticos esquilmadores de personas y empresas. Es fácil de entender, a mayor crecimiento del sector privado, mejor para todos, incluso para esos esquilmadores públicos, que cada día se inventan nuevos impuestos, incluso en los malos momentos, para seguir sosteniendo su estatus de casta privilegiada y el de sus fosos de reptiles a los que hay que subvencionar.
En el ámbito de la economía personal, ojalá siga en la línea de abstenerme de lo superfluo. No sé a ustedes pero a mi el confinamiento me enseñó a que se puede vivir igual de feliz con mucho menos de lo que lo pensábamos. Y ahorrar, nunca olviden que ahorrar es importante, para los malos momentos, o para ayudar en caso necesario a nuestra gente. Solidaridad, esa palabra, especialmente en estos malos momentos. No confundir solidaridad con caridad. La solidaridad es el camino hacia una sociedad más equitativa y moral, en la que todos tengamos buenas oportunidades de crecer; la caridad es la ruta hacia la infelicidad y el rencor.
Las pervertidas redes sociales
En el ámbito digital y en las redes sociales si cambia algo en 2021-22-23… será para peor como viene sucediendo, así que haré un fuerte ejercicio de abstracción. Ahora mismo, el control ideológico en las RRSS se está volviendo hasta peligroso. El sesgo, el odio, y la sinrazón de la mayoría de los comentarios las ha vuelto irrespirables. Como acabar con ellas es muy difícil, al menos sí les pido ser un poco más responsables en su uso. Volver un poco más como al inicio de todo, donde eran más puras e inocentes: que sirvan para unir más que para dividir. Y eso empieza por uno mismo también. Olviden a los ‘haters’, a los ‘trolls’ y demás fauna digital que nos hacen perder la sonrisa. O bloquéenlos directamente para no perder tiempo.
A nuestros políticos, lo de siempre, le EXIJO más libertad individual y menos control sobre la ciudadanía. Espero que con el final de la pandemia pongan fin a los recortes excepcionales de libertades que hemos sufrido este año. A más de un dictadorzuelo seguro que le acaba gustando lo de ahora: congresos a medio gas, y la gente en sus casas, con miedo y sin protestar demasiado. Los medios de comunicación, la justicia independiente y la sociedad civil en general tenemos que estar muy alertas para controlar y señalar a los tiranos. No vale todo. Les elegimos para hacer un mejor país, no para liquidar las libertades.
Camino sin retorno en el mundo laboral
El gran cambio de paradigma en el mundo post-covid, y aquí me juego un café con el que primero levante la mano, va estar en todo lo relativo a nuestras relaciones interpersonales y los entornos laborales. Incluso en los países latinos como el nuestro donde todo es más relajado. Parecía increíble que en unos pocos meses la cultura del trabajo en oficina se desvaneciera, y pasó. Parecía increíble que en unos pocos meses hayamos dejado de darnos la mano, abrazarnos o darnos besos con desconocidos, como lo veníamos haciendo desde siempre; y pasó. Parecía no menos increíble que la gente dejara de socializar en espacios públicos, no ir a restaurantes o parques… y está pasando. Regresar al estatus anterior como si nada hubiera pasado ya no es real. Primero porque el coronavirus no se va a disipar por arte de magia. El virus vino para quedarse y el miedo inoculado en la sociedad permanecerá, incluso hasta cuando pongan la vacuna en la tienda de la esquina. Los contagios, lamentablemente, nos acompañarán posiblemente para siempre. Al igual que todos los años hay millones de enfermos de gripe común. Es decir, apuesto a que esa ‘sociabilidad’, esa cercanía, se perdió. El mundo cambió.
Ni que decir tiene en el tema laboral. Las empresas que funcionaron en lo virtual o en la semi presencialidad durante un año o más no van a regresar a lo anterior. Por costos, por eficiencia en el manejo de los tiempos y los procesos, por ‘ecología’ o simplemente porque les dé pereza reversar todo de nuevo sin saber cuando pueda explotar otra cuarentena que vuelva patas arriba todo de nuevo. Puro sentido común, si funciona las cosas no lo toques. Y al que no le funcionó tendrá que reinventarse o buscar otro camino. Y esa es una revolución que ni siquiera somos aun conscientes del impacto que tendrá en nuestras vidas en los próximos años. En como van a cambiar nuestras habilidades, nuestras capacidades y aptitudes en los desempeños diarios. Pienso, que ese mundo ‘flexible’, menos estresado, será mucho mejor.
Y finalmente la espiritualidad. Cada uno que la viva a su manera. También depende de la época de la vida en la que se esté y las circunstancias de cada momento. Siempre creer en algo ayuda, te visualiza un camino y te acerca a los que ya no están. En lugar de jugar a ser dios, mejor ejerzamos de buenos humanos, es un privilegio poder mejorar las vidas de las personas que tenemos cerca. Yo soñaré con estar en paz interior conmigo mismo y con mi entorno, que haga que, al menos mi pequeño mundo, a partir del 2021-22-23 sea un poco mejor que el odioso 2020.