Episodio VIII de la serie de los ismos que amenazan el mundo
El periodismo no vive su edad de oro precisamente. La deriva de desprestigio de la profesión, unido a la sobresaturación de contenidos con la llegada a nuestras manos de los smartphones y el atropello de la inmediatez, nos acerca peligrosamente a un escenario de infocalipsis. Es decir, hacia una desconfianza total de lo que leemos o vemos como noticias. hacia una apatía por informarnos porque pensemos que todo es mentira o está manipulado. Los motivos son varios: el amarillismo, la polarización ideológica o el fenómeno de las noticias falsas. Ya casi nada es lo que parece ser, o al menos lo que nos dicen que es.
Quédense con este dato: en 2022, la mitad de la información que lean en Internet será FALSA. Quizás pase antes, pues esto avanza muy rápido, tan rápido como que una noticia falsa se propaga entre tres y cuatro veces más rápido que una noticia verídica. ¿Sorprendidos? ¿Preocupados? Pues hay más: solo 1 de cada 10 universitarios, sí universitarios, son capaces de detectar Fakes News si les ponen a prueba. Resultados alarmantes de un estudio que realizó recientemente la Universidad Complutense de Madrid.
Este es un fenómeno que se viene gestando hace muchos años, pero que nos ha estallado (especialmente a los periodistas) en la última década. Hace no mucho tiempo uno tenía que hacer ‘el esfuerzo’ de buscar información. Ya fuera yendo a comprar la prensa a la tienda, o bien esperar al noticiero de radio o televisión a la hora que era… Ahora la información nos busca y nos encuentra, nos atropella. A todas horas. Y por supuesto tanto de todo nos aburre, cansa.
Varias décadas de hibernación
El germen de este fenómeno se dio en los años 90 con la hipersegmentación, y un poco después, con el contenido ‘bajo demanda’ que llegó con Internet y las plataformas de TV digital. La gente ya podía informarse como quería y cuando quería. Libertad, suena bien. En un mundo ideal. En el mundo real todo ha degenerado hacia una deconstrucción de una sociedad orientada a los pensamientos únicos en función de nuestro grupo social. La famosa polarización.
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Un alto porcentaje de los lectores ya no quiere informarse. Buscan reafirmar sus convicciones, confirmar pensamientos e ideologías. El periodismo de trinchera colabora en ello. Dar al lector lo que quiere leer para que te siga. Da igual si es verdad o no, hay que creérsela para que la comunidad vinculada nos reafirme frente a nuestro grupo social. Los guías del pensamiento son los nuevos influencers, siempre con intereses. Otra causa más de la crisis de identidad de los medios.
¿Murió la ética en la comunicación? No, pero sí está herida de muerte, precisamente porque el periodismo se está alejando de su esencia natural: contar noticias que le interesen a la gente. Porque la opinión pública dejó de estar en manos de profesionales para pasar a las redes sociales. Sin filtros, sin apenas responsabilidades, y con mucho odio y resentimiento.
Revolución con las redes sociales
Y las redes sociales cambiaron todo. Para ser exitoso en Instagram o Twitter no hay que ser periodista, ni llegar antes a la noticia, ni siquiera es relevante la verdad de los hechos, lamentablemente. Importa llamar la atención, importa sonar verosímil, es decir ser creíble para un grupo social determinado. Da igual que sea una media verdad o directamente falso, si el lector lo quiere creer, será ‘verdad’. Porque el grupo social al que va dirigida la noticia se apropiará del hecho y la seguirá compartiendo hasta hacerla viral con el fin de imponer o reafirmar su ideología sobre la otra. Esto es así todos los días, pero multiplicado por millones de impactos en el mundo. De ahí el riesgo de caer en la infocalipsis.
Lo cierto es que crear una noticia falsa es mucho más barato y fácil que hacer (buen) periodismo. En un negocio en el que se cobra por página vista es muy tentador generar contenido llamativo, amarillo, en busca del click fácil, aunque sea mentira.
Dictadura del click
Para haber llegado a este punto, los grupos editoriales y los periodistas también tenemos nuestra cuota de responsabilidad. La precariedad de los profesionales del periodismo, la dictadura del click y de Google, la celeridad de las noticias sin contrastar muchas y la superficialidad en la escritura de los artículos, ha alejado a los lectores de los medios hacia las redes. Las redes son mucho más ‘light, más cerca del mundo frenético y superficial en el que vivimos. No exige mucha profundización a un lector poco exigente. Da el titular fácil.
Antes de la irrupción de la era digital existía un consenso más o menos general de que el problema de la ignorancia, la incultura o la brecha social estaba en el difícil acceso a la información de los grupos sociales más desfavorecidos. Ahora nos damos cuenta que el problema no era el sólo acceso a la información, sino el mal uso de la información. Elegir el modelo adecuado construye sociedades avanzadas y libres; o por el contrario genera ciudadanos esclavos y aborregados.
Nuevo modelo de periodismo
¿Morirá el periodismo? No lo creo, simplemente está buscando el reacomodo a un nuevo modelo. La gente siempre tendrá necesidad de conocer, de informarse, de influenciar en su entorno, y para ello debe tener su medio de comunicación de referencia. Paradójicamente, nunca antes en la historia tanta gente tiene acceso ni se consume tanta información como ahora, pero al mismo tiempo tenemos la percepción de vivir en un océano de desinformación. El modelo debe varias a un sistema nuevamente de pago por noticia. Si usted paga por una camisa, un tomate o celular suena razonable que pague también por información de calidad.
En estos momentos en los que la libertad está en juego, se necesitan medios de comunicación libres, independientes, fuertes y, sobre todo, con prestigio. Medios capaces de estar vigilantes respecto al poder absoluto de muchos dirigentes con aires totalitarios. Es necesario que los responsables de los medios nos adaptemos a los gustos y los ritmos de un mundo que cambia cada día más rápido. Rigor y noticias interesantes. La objetividad no existe, en la vida y en el periodismo hay que ser honesto con uno mismo, con su empresa y en nuestro caso con nuestros lectores.
Si en 2022 la mitad del contenido de Internet será Fake, hay una gran oportunidad. Más que nunca en ese escenario de incredulidad generalizada, los medios que logremos transmitir confiabilidad. Desde Confidencial Colombia, después de casi 10 años llevando información y opinión a nuestra audiencia digital, seguiremos apelando a la honestidad en nuestros artículos. Con errores posiblemente, pero con la independencia y la libertad por bandera. Libres de decir los que nos da la gana de unos y de otros. Si el periodismo está en la UCI solo los periodistas podemos sacarlo de ahí.