Episodio V de la serie de los ismos que amenazan el mundo
El revisionismo histórico que nos ocupa últimamente es el claro ejemplo del mundo ‘light’ y de bajeza intelectual en el que vivimos. Los políticos inescrupulosos y mediocres abren cajas de vientos de manera artificial, con temas que, a priori, no le importan a nadie. ¿Por qué lo hacen? Cortinas de humo. Tener ocupada a la gente pensando en temas anacrónicos para ocultar los problemas reales.
Apostaría un brazo que el 99% de los idiotas que atacan monumentos no han leído ni un solo libro de los personajes que violentan. Simplemente, actúan como masa embrutecida. Y los políticos, felices, Mientras pintan un monumento, esos mismos no se cuestionan la dificultad del acceso a la vivienda de los jóvenes, el empleo precario, la inseguridad en las calles o el futuro de las pensiones. Temas que sí deberían ocupar y preocupar a la gente.
Juzgar sin entender las causas, sin estudiar los contextos históricos o las sociedades de cada época, es de idiotas. Llevar la historia al terreno político actual es de perversos. Dejen la historia para los historiadores, para los libros y, especialmente, para aprender de ella: tanto de los hechos positivos como de las atrocidades que otros sufrieron, para no repetir los errores.
Cuando el revisionismo histórico se vuelve transversal y se justifica según quien lo ejerza, cuando no importa el hecho, sino quién lo hizo, se pierde la razón y nos conduce directamente al totalitarismo, que es adonde nos quieren llevar.
Doble vara de medir
Y en caso de juzgar, juzguemos a todos. Juzguemos moralmente a Cristóbal Colón o Hernán Cortés, pero también a Moctezuma o Atahualpa, culpables del genocidio de millones de indios de tribus rivales. El mundo de la época era salvaje, no existían derechos humanos. Era la ley del más fuerte. Seres angelicales: ninguno. Esto es difícil de entender para una nueva generación infantilizada, poco estudiada en historia y en general débil mental y manipulable.
Produce risa que en Estados Unidos derriben estatuas de Colón (territorio que nunca llegó a pisar en su vida) y no cuestionen a los verdaderos protagonistas del genocidio de los indios siglos más tarde. Bastante más anglosajones que el marino genovés, por cierto. Queda claro que no se trata de saldar deudas históricas, se trata de distraer al pueblo.
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Estos líderes que manipulan a la muchedumbre, analfabeta funcional en su mayoría, nunca se les ocurrirá explicarles que fue precisamente Colón y la reina Isabel I de Castilla, los que pusieron las bases para la firma de las Leyes de Burgos, de 1512. Tratado histórico (increíblemente poco conocido) que prohibía por primera vez en la historia de la humanidad que un pueblo, los indígenas americanos en este caso, tuvieran estatus de esclavos. Prohibir la esclavitud y fomentar el mestizaje entre europeos e indígenas, fue algo realmente humanista en el Siglo XVI. Las leyes desarrolladas posteriormente por el jurista y teólogo español Francisco de Vitoria también supusieron una revolución en la defensa de los derechos de los indígenas y precursora de los derechos humanos universales. Pero eso no importa, eso ni lo conoce la mayoría. Eso se oculta (mal)intencionadamente.
No todo es política: estatuas de Cervantes o Fleming
El odio y la sinrazón mueve al revisionismo. Si no, no se explica que también fuera mancillada en estos días la estatua de Miguel de Cervantes en California, o más tiempo atrás, la de Alexander Fleming, inventor de la penicilina, en Madrid (España). El delito del primero vaya usted a saber cual sería, posiblemente escribir El Quijote o perder un brazo en una batalla contra los turcos; y el de científico escocés es ya más surrealista: le llamaron asesino por salvar la vida a los toreros (y a millones de personas) con su revolucionario descubrimiento médico que le sirvió para el Nobel de Medicina. Insuperable la estupidez, insuperable la ignorancia de esta gente.
Resulta no menos vergonzante el nuevo moralismo que se quiere imponer en el mundo del arte. Cubrir los genitales del ‘David’, de Miguel Ángel, en Florencia, o intentar boicotear ‘Las señoritas de Avignon’, de Picasso (por supuesta apología de la prostitución) es de idiotas, sí, de idiotas. Lo que pasa es que son muchos los idiotas. Cada vez más, los que caen en la trampa del mensaje buenista de las redes sociales, donde los idiotas se sienten gigantes animados entre sí.
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Ciudadanos del mundo, pidan cuentas a los que les gobiernan, los que dirigen sus vidas. Los que están escribiendo su historia cada día, en lugar de alimentar fantasmas del pasado que no le importan ya a nadie. Cuestiónense cada vez que un político o un líder social le quiera sacar a la calle a protestar. Tumbar la estatua de Cervantes no va a hacer mejores hospitales, llamar asesino a Fleming no le va a dar un mejor empleo. Derribar la estatua de Colón o de Churchill no va a hacer más accesible la vivienda que quiere para su familia. Lo que hace es tapar las ineficiencias de los políticos: sus problemas reales.
Cada día estamos más cerca de ser la generación más idiota de la historia. Somos tan idiotas que nos creemos los más inteligentes y avanzados por tener un ‘smartphone’ en la mano 15 horas al día, mientras que nuestro cerebro se vacía de pensamientos.
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