“Los malos tiempos crean hombres fuertes. Los hombres fuertes crean buenos tiempos. Los buenos tiempos crean hombres débiles…Y los hombres débiles crean malos tiempos”. Esta cuadratura del círculo en forma de frase es del militar y escritor G. Michael Hopf, y es del todo reveladora.
Tiempos convulsos y de cambios estos que nos ha tocado vivir en el principio del milenio. La sociedad occidental se consume poco a poco, ahogada en su propio éxito. El castillo de naipes se derrumba cuando la realidad demuestra que las redes sociales no son más que un submundo en el que, los que carecen de problemas reales reparten moralina y furia por partes iguales… La mayoría de la gente se queja mucho y actúa poco, o nada. Sólo eso. Prefiere un pan regalado a un plato de carne trabajado. Eso nos ha traído los buenos tiempos: letargo.
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Cuando vienen las crisis de verdad en el sistema, como en Afganistán, la solución para la mayoría es firmar online cualquier enlace que nos llega por Whatsapp. El tranquilizador de conciencias. Postureo. Pues mire, ante un ejército de soldados con fusiles dispuestos a morir inmolados por Alá, eso de recoger firmas como que no creo que funcione mucho.
Porque el problema final no son ‘Armas y soldados VS Redes sociales’, el problema más bien es de valores. De creérselo, de convicciones. Armas tiene bastantes más la OTAN que los talibanes, y soldados también, pero los talibanes tienen fe en lo que hacen, se lo creen y están dispuestos a morir por ello. La OTAN (Europa especialmente, pero EE.UU también) dejó de creérselo hace tiempo.
Crisis de valores
Los acomodados países occidentales ya no quieren recibir más ataúdes con jóvenes soldados fallecidos. Es un costo grande de imagen para los gobiernos. Y es normal. Porque estos soldados, a diferencia de en la II Guerra Mundial, y de ahí para atrás hasta el neolítico, ahora sí tienen mucho que perder y nada que ganar en un país lejano que en el fondo les importa un carajo. Vidas cómodas en sus países, como todos.
En estos tiempos de gente acomodada (débil, temerosa), los políticos hacen lo que quieren con la gente… y la sociedad civil cree lo soluciona todo con un meme en lugar de salir a la calle a protestar, a vigilar a los políticos, a exigirles que hagan lo que mejor sepan para darnos oportunidades y bienestar, pero sin perder nuestra esencia. Se nos olvida recordarles a esos servidores públicos que son nuestros empleados. Y así nos va en general.
Vivimos en países anestesiados por la sociedad del bienestar. Y eso, frente a los que no tienen nada que perder por imponer su cultura, es la puerta de salida para el fin de la civilización actual. “hombres débiles, crean malos tiempos”. El origen de este declive es la desaparición de problemas básicos en la mayoría de países occidentales. El acomodo, la pérdida de ganas por mejorar, ganas de progresar, de innovar, crecer… Los valores que construyeron la sociedad de éxito que tenemos.
Y la cultura y la educación. Mientras Oriente se lo cree (China, India o los países musulmanes de Oriente Medio), trabajan como nadie y luchan para imponerse; Occidente se duerme en sus laureles. Aquí los problemas laborales son reducir las jornadas de trabajo. No nos enteramos de nada. Así es imposible competir con los gigantes asiáticos.
Al margen de la más que evidente involución cultural desde los 2000 en todas las expresiones artísticas (literatura, artes plásticas, cine, música…), la educación básica es en donde más se hace evidente esta decadencia del imperio de Occidente.
Desde la escuela
Los sistemas de educación primaria y secundaria, base del éxito de cualquier sociedad, no pueden estar más degradados como aquí en las últimas 2-3 décadas. La educación pública, en la mayoría de países, es bastante peor que hace 20 años. Ejemplos. En Oregon (EE.UU) se acaba de aprobar un proyecto de ley por el cual, a partir de 2022, se suprimen las exigencias de lectura, escritura y matemáticas para obtener el graduado en las ‘High Schools’ del estado. Supuestamente, el motivo es favorecer a las minorías étnicas, quienes supuestamente tienen menos recursos y sufren atraso histórico. Otro más. En España, la nueva ley de educación contempla que un alumno pueda pasar de nivel hasta con ocho suspensos, sí ocho. Muchos de los niños pensarán ¿Para qué estudiar, para que aprender, para que esforzarme si llegaré a la meta de igual manera? ¿El motivo de tal estupidez?, ni en el ministerio lo saben.
Lo que no saben la señora Gobernadora de Oregon, Kate Brown, o la ministra Alegría (así se llama la española), o quizás sí, pero les da lo mismo, es que con esas decisiones políticas, lo que hacen es condenar a una o dos generaciones de clase media y clase baja a la más absoluta irrelevancia y pobreza estructural. Porque los colegios privados sí mantendrán estándares altos de exigencia, mientras que los públicos regalarán títulos que no valdrán sino para ‘fabricar’ jóvenes frustrados frente a un mercado laboral cada vez más exigente y global.
Meritocracia en retirada
El eliminar la cultura del esfuerzo entre los jóvenes, el conocimiento, la historia, los valores identitarios de cada comunidad es el mayor error de visión como sociedad que está cometiendo Occidente. Sin herramientas morales para guardar lo que se tiene, sin ‘hambre’ para enfrentarse a quien se lo quiere arrebatar, el futuro en el mediano plazo de Europa y América, si no reaccionan, es tenebroso.
Decía el gran Marx (Groucho Marx, el actor, por supuesto) que la política “es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después los remedios equivocados”. En ese laberinto de inacción nos ha metido la clase política. Aunque no toda la culpa la tienen ellos. Nosotros, como sujetos individuales, también tenemos mucho que reflexionar y entonar el ‘mea culpa’. A fin de cuenta los que hemos perdido el espíritu crítico y las ganas de cuestionarnos las cosas frente a una conducta de borregos hemos sido nosotros.
Si Occidente cree en sus valores debe pelear para conservarlos ‘al precio que sea’, de lo contrario los acabará perdiendo muy pronto. Y no solo en Kabul, los acabará perdiendo todo también en Nueva York, en París o en Bruselas. Y ‘al precio que sea’ no es precisamente poniendo un tuit.
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Marcial Muñoz es periodista, consultor de comunicaciones y director de www.confidencialcolombia.com