En lo profundo del Magdalena Medio, un grupo de 40 familias ha encontrado una nueva forma de vivir del bosque sin destruirlo. Al frente de esta iniciativa está Jesús, un hombre que pasó de ser aserrador a convertirse en un líder comunitario comprometido con el manejo sostenible de los recursos forestales.
Los Inicios: Del Aserrío a la Conservación
Jesús comenzó su vida laboral como aserrador. Su trabajo consistía en talar árboles y procesarlos en el bosque mismo. «Yo no sabía qué era un plan de manejo forestal,» recuerda. «Solo iba a donde me llamaban a trabajar.» Pero con el tiempo, su perspectiva cambió.
En 2018, con el apoyo de diferentes organizaciones Jesús viajó a Centroamérica, donde conoció modelos exitosos de forestería comunitaria en Guatemala y México. Inspirado, regresó a Colombia y comenzó a reunir familias para crear una organización propia.
Nace la Asociación
Con 40 familias y mil hectáreas bajo manejo, la asociación fundada por Jesús trabaja en la producción, restauración y aprovechamiento sostenible de la madera. Cada familia es dueña de su predio y combina la forestería con otras actividades como la ganadería y el cultivo de cacao y café. «El bosque es un valor agregado a las fincas,» explica Jesús. «No buscamos reemplazar la ganadería, sino complementarla.»
Uno de los mayores desafíos ha sido hacer que la actividad forestal sea económicamente viable. «Vender bloques de madera no es negocio,» dice Jesús. «Queremos dar valor agregado, transformando la madera en productos terminados.» Con este fin, han construido un taller y una planta de acopio para producir tablas cepilladas y listones.
Otro reto ha sido convencer a la comunidad sobre la importancia del manejo forestal. «Muchos propietarios piensan que los árboles no les representan ingresos,» explica. «Pero si logramos demostrar que el bosque puede generar una economía sostenible, evitaremos la deforestación.»
A pesar de las dificultades, Jesús se siente orgulloso de lo que han logrado. «Hoy ya no soy solo yo,» dice con una sonrisa. «Hay muchas personas capacitadas, incluso mujeres que dominan el tema forestal. Eso me da esperanza.»
Con siete años de trabajo, la asociación ha consolidado un modelo que podría replicarse en otras regiones del país. «El desafío es lograr que más familias se sumen sin perder la calidad del manejo,» dice Jesús. «No queremos crecer por crecer, sino hacerlo bien.»
La historia de Jesús y su comunidad es un testimonio de que la sostenibilidad y la economía pueden ir de la mano. En un país donde la deforestación sigue siendo un problema grave, iniciativas como esta son un rayo de esperanza para el futuro del medio ambiente y de las generaciones venideras.
Esta es una historia que hace parte de la recopilación de experiencias de familias en las regiones.

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