5G europeo, otro damnificado de la encerrona de EEUU a Huawei

Es el 5G, estúpido. La célebre expresión, referida a la economía, y utilizada en la campaña electoral de Clinton contra Bush padre, serviría ahora para entender la crisis de Huawei. No son los aranceles, ni los móviles obsoletos recién comprados ni el temor al control de la información en manos chinas. Tampoco será la actualización del software de Google de los móviles de la marca china. 

El gran problema será el frenazo que sufrirá, justo en vísperas de su nacimiento, la súper banda ancha llamada a sustentar el desarrollo de la tecnología que moverá el mundo en la próxima década.

Si la situación no se endereza en las próximas semanas, los operadores de telecomunicaciones del Viejo Continente deberán buscar alternativas para no hacer añicos sus planes de inversiones y despliegue de la nueva banda ancha. Es decir, una vez superado el trauma de un gigante del móvil con sus productos amenazados de mutilación, las miradas deberían apuntar a la verdadera gran víctima global de la batalla de Estados Unidos contra China: la quinta generación de telefonía móvil europea, ahora en manos de Huawei… aunque no se sabe por cuánto tiempo.

A grandes rasgos, las redes de telecomunicaciones 5G vendrán a ser como el tejido nervioso que permitirá gestionar los robots en las industrias, los coches autónomos en las carreteras o la actividad económica de los próximos años. No se intuye un activo más relevante y poderoso para el desarrollo de las sociedades digitales.

Aclarado lo anterior, resulta fácil entender que quien controle las nuevas redes tendrá el poder, podrá mandar en la sociedad digital que ahora sale del cascarón. Algo de todo esto ha debido llegar a los oídos de Trump cuando decidió poner palos en las ruedas a las empresas chinas con el único argumento capaz de justificar hasta lo injustificable: la seguridad. Ya sea con motivos o sin ellos -el tiempo lo dirá-, Trump ha movido la primera pieza de una partida que podría írsele de las manos, si no lo ha hecho ya. Más tarde que pronto, China tendrá que responder al ataque sufrido por su empresa bandera.

Incluso si el susto queda en amago, y Estados Unidos extiende de forma indefinida la tregua de 90 días concedida esta semana, las heridas quedarán abiertas.



Represalias chinas

El Gobierno de los EEUU no debería subestimar la capacidad de Huawei para producir en tiempo récord un nuevo sistema operativo, a imagen del exitoso Android. Tampoco debería desdeñar el talento asiático para proporcionar a sus clientes el acceso a las aplicaciones móviles más importantes al margen de la tienda de Google. Y, lo más importante, las esperadas represalias del ejecutivo de Jiping podrían tambalear el suministro de componentes y manufacturas del conjunto de la industria tecnológica. Bastaría una simple instrucción de Pekín para que Apple no vendiera sus iPhone e iPad en el mayor mercado del mundo, lo que le reduciría sus ventas globales alrededor del 15 por ciento.

Pero, además, la compañía de Cupertino tampoco podría producir la mayor parte de los componentes que se ocultan bajo la carcasa de la manzana. Es decir, sería el adiós momentáneo de los productos estrella de Apple hasta que encontrara a la carrera un nuevo destino para sus plantas de producción.

Lo que parece claro es que la sentencia del Gobierno de Trump, ahora temporalmente aplazada, se cobrará un rosario de damnificados cuyo tamaño ahora resulta impredecible. Entre ellos destacan todos los operadores de telecomunicaciones europeos, en su mayoría dependientes de la tecnología ahora puesta bajo sospecha. Y en el caso de los grupos españoles, todos ellos han unido su futuros desarrollos de la banda ancha móvil a las redes y algoritmos de Huawei.



Capacidad de reacción

La mirada de las telecos está clavada en el primer semestre de 2020. Antes de junio del próximo año, Telefónica, Orange, Vodafone y MásMóvil deberán encender sus redes de quinta generación. Habrá que ver qué hace Vodafone, que ya ha proclamado su intención de hacerlo este mismo verano, presumiblemente durante el mes de julio.

La situación de la filial española del operador rojo será extraña, ya que su hermana británica ya se han apresurado a excluir los terminales Huawei de sus inminentes despliegues de 5G. Lo mismo han hecho la británica EE (joint venture de Deutsche Telekom y Orange) y las japonesas Softbank y KDDI, que ultiman el lanzamiento de Huawei P30 Lite y que ahora se ha quedado en la recámara.

La capacidad de reacción de las telecos parece limitada en el caso de que tuvieran que romper sus contratos de 5G con Huawei y establecerlos con otros, como Nokia Networks, Ericsson, Alcatel-Lucent o la estadounidense Cisco, por ejemplo. Ese tránsito de un proveedor a otro acarrearía cuantiosos costes y graves retrasos. Además, nada impediría sospechar de posibles deficiencias de seguridad de los nuevos suministradores de red.

“Sabemos cómo ha empezado la crisis de Huawei, pero nadie puede imaginarse hacia qué terribles derroteros puede conducir. La dimensión del incidente podría agravarse en las próximas semanas, con el riesgo de sacudir el orden global, en cuanto el Gobierno chino decida repeler el ataque de su compañía bandera”. Quien así se expresa es un analista en telecomunicaciones, con más de 30 años en el oficio, tras reconocer a este periódico que no intuye una amenaza más grave para la estabilidad comercial global.

De la misma forma que Trump ha exigido inicialmente a Google no comercializar con Huawei sin permiso expreso del Departamento de Comercio, para luego aplazar las restricciones hasta el 19 de agosto, también podría hacer lo mismo con otros monopolios estadounidenses sometidos a sus dictados. Es el caso de Intel, Qualcomm o de Microsoft, por ejemplo. Si el padre de Windows suspende sus servicios a Huawei o a otras empresas chinas de su lista negra, la actividad de todas ellas podría paralizarse de inmediato. No solo no funcionarían la mayor parte de los PC, tampoco los servicios gestionados desde la nube de Azure, propiedad de la compañía de Redmond.

Por el momento, Microsoft se ha limitado a sacar de sus tiendas online el Huawei MateBook X Pro, el único portátil de esta marca disponible en sus escaparates. Los servidores de Huawei funcionan gracias a los chips de Intel, por lo que existe otra ventana de conflictividad en cuanto Trump lo decida. Quien ya ha tomado posición ha sido la británica ARM, responsable del diseño de los microprocesadores para móviles Kirin (exclusivos de Huawei), quien el pasado miércoles dio instrucciones para “congelar todos los contratos activos, peticiones de soporte y cualquier otro tipo de relación con Huawei”.

La respuesta oficial de Huawei resultó conmovedora por su capacidad de resignación: “Valoramos nuestras relaciones con nuestros socios, pero reconocemos la presión a la que están siendo sometidos algunos de ellos, como resultado de decisiones motivadas políticamente. Confiamos en que esta lamentable situación se pueda resolver y nuestra prioridad sigue siendo continuar ofreciendo tecnología y productos a nuestros clientes de todo el mundo”.


Publicado por nuestro aliado ElEconomista.es