Los cambios estructurales que requiere el planeta para cumplir con las metas de calentamiento global no se están logrando. El costo económico frena el ímpetu de reforma; todos son ambientalistas hasta que les cuesta. Durante la pandemia, la cuarentena propició una reducción global de 6,4% de gases efecto invernadero, generando un falso logro y mayor complacencia. Sectores como el aeronáutico disminuyeron sus emisiones en un 48%. Esto no es duradero. Se requieren acciones viables pero relevantes, los recursos son limitados. El manejo de residuos sólidos puede ofrecer terreno fértil.
La visión de cesar todo lo que causa calentamiento, hace de todos pecadores y paraliza la acción. Todas las actividades humanas tienen consecuencia ambiental, hay que administrarlas, no prohibirlas. El que mucho abarca poca aprieta. Se podría cumplir la meta ambiental a punta de cuarentenas, pero eso tampoco es sostenible. La incorporación de análisis de costo-beneficio para priorizar acciones es indispensable. El compromiso de bajar emisiones 20% no es menor, requiere esfuerzo.
Al momento de la COP21 la mejor inversión para reducir emisiones estaba en el manejo de residuos sólidos. Se pensó que 30% de esa meta se lograría con una inversión de 3.3 billones (500 mil pública) al 2030. Se esperaba pasar del 7% al 17% en reciclaje, de 79,5% de municipios alcanzar 100% con rellenos sanitarios, tratar 100% de biogás y generar energía con residuos. El sector podría llegar a cero emisiones con este esfuerzo. Estos logros tenían sentido independiente del beneficio ambiental que es sustancial.
Min Vivienda entre 2015 y 2020 llevó el reciclaje al 12,2% y logró que 98,5% de municipios tuviera acceso a relleno sanitario. El Decreto 2412 fomentó el aprovechamiento, aumentando el costo de enterrar basura. Todos los rellenos sanitarios construyeron capacidades de quema del biogás, aunque falta. A pesar de estos logros, aún hace falta aprovechar la basura para generar energía.
Según Columbia University las tecnologías actuales de conversión de basura a energía emiten una tonelada menos de CO2 por cada tonelada de basura frente al relleno y media tonelada menos aun con tratamiento. Se podría pensar en parques en vez de rellenos.
Una política exitosa de basura a energía requiere coordinación entre Congreso, CRA, y CREG. A pesar de sus beneficios ambientales, al tratarse de generación térmica no se extienden algunos beneficios tributarios de renovables. Tampoco se permite la prioridad de despacho que tienen las PCH, se requiere operar para no acumular basura. Se debe definir de quién es la basura y cómo se comparten los ingresos adicionales. A pesar del alto costo de generar con basura, evitaría decisiones más traumáticas por razones ambientales. Si no se logran estos mangos bajitos, decisiones más duras serían necesarias.
Al final del 2020 el presidente Duque anuncio la decisión de aumentar el compromiso de Colombia de reducir emisiones en un 51%. La meta original ya era difícil, pero la celebración es total. Ojalá no se trate de la usual grandilocuencia de temas ambientales. Pensar que se va a lograr la sostenibilidad solo sembrando arboles es difícil. Nadie quiera la foto con basura, pero sirve. Hay mucho por hacer por lo menos empecemos por lo fácil.