Las bolsas mundiales siguen al alza en medio de expectativas positivas por parte de los inversores (BBC, Nov./2020).
Pero también se encuentran titulares como: A falta de datos desagregados, las primeras estimaciones apuntan a casi 435 millones de mujeres pobres en 2021 (un 11% más que si no hubiera habido pandemia), más carga de trabajo en los hogares y el riesgo de perder presencia al mando de instituciones y empresas. Frente a esto, apenas un 12% de los países han activado medidas específicas para las mujeres durante esta crisis, según estimaciones de la ONU. (El País, 20/Octubre/2020).
Antes de llegar a la desigualdad, comencemos con lo positivo: en Europa con La Peste Negra (1347 – 1353), Inglaterra y el norte del continente se vieron forzados a modernizar sus técnicas agrarias, lo que tuvo un impacto positivo en la productividad. Al igual que en esa Europa, el Covid-19 esta teniendo impactos importantes en la tecnología – digitalización de trabajos manuales, o el ya común teletrabajo, que según estudios de la consultora EY está teniendo buenas consecuencias en la productividad de los trabajadores.
Sin embargo, en esa Europa, la peste tuvo un fuerte impacto en las familias cuyos miembros perecieron durante la pandemia o no pudieron acomodarse a la nueva realidad económica. Como en el viejo continente hace siglos, la coronacrisis está dejando familias sin sus más queridos miembros, restaurantes en crisis, pequeñas empresas cerradas y millones de personas desempleadas.
Pero a diferencia de la edad media, el crecimiento en el mercado de valores ha sido exponencial durante el pandémico 2020. Por ejemplo, en la Bolsa de Nueva York, el S&P 500, el índice de las 500 principales empresas que cotizan en bolsa en los Estados Unidos y un punto de referencia para medir la salud del sector empresarial había subido el 6% a septiembre de 2020. El promedio industrial Dow Jones y el Nasdaq de alta tecnología ganaron un 7,25% y un 43,6%, respectivamente.
Para Amazon, una de las compañías más grandes del mundo, el rendimiento de sus operaciones ha hecho a los accionistas muy felices en 2020 con una rentabilidad del 73,5%. En Colombia, Bancolombia subió 11,7% y Mineros subió un 15.3%, en México, se han visto crecimientos entre el 54% y 202.4% de empresas financieras como NGP y Value, y las mineras Peñoles y Grupo México. Estos son números muy buenos en tiempos de una crisis de estas proporciones.
Entonces, si los números han sido tan buenos para las bolsas de valores durante la pandemia, ¿por qué el desempleo y el cierre de pequeñas empresas ha sido tan alto? ¿cuál y donde está la desconexión entre el mercado de valores y el ciudadano corriente?
Según los especialistas, estas son las razones:
- El mercado de valores se basa en expectativas de negocio. Entonces, si actualmente crecen estos porcentajes, significa que ven un panorama positivo.
- Los bancos centrales están poniendo intereses muy bajos, lo que estimula el crédito y el crecimiento.
- Al tener los intereses cercanos a 0, los bancos centrales han fortalecido el mercado de bonos (lo que ha pasado en Estados Unidos). Esto ha convertido a los emisores en agentes de hacienda en una situación de emergencia.
Si bien estas tres explicaciones ofrecen algunas ideas sobre por qué los precios de las acciones están aumentando en un momento en que la economía real se dirige hacia la debacle, tienden a perder una gran pieza del rompecabezas: el dolor económico infligido por COVID-19 no lo soportan las empresas que no están en bolsa.
Éste está recayendo sobre las pequeñas empresas y los propietarios de servicios individuales, desde tintorerías hasta restaurantes y proveedores de entretenimiento, que no cotizan en el mercado de valores (que se inclina más hacia la fabricación). Estos jugadores más pequeños simplemente no tienen el capital necesario para sobrevivir a un impacto de esta duración y magnitud. Y los programas gubernamentales, que han ayudado a mantenerlos a flote por un tiempo, están comenzando a decaer, aumentando el riesgo de un efecto de bola de nieve.
El COVID aceleró la velocidad del curso de la humanidad hacia la digitalización de la economía, donde gigantes como CISCO, Microsoft o Netflix incrementan sus ingresos, forzando al resto de jugadores a seguir sus reglas. Las empresas que no tienen esos ingresos astronómicos o no están en ese campo, están sufriendo las consecuencias, y con ellas, la mayoría de la población.
“El tren del progreso” está teniendo graves impactos en la población. Para eso, el Estado tiene un rol difícil durante la pandemia: la armonización entre la valorización bursátil y la economía real, que se ve atravesada por la cuarta revolución industrial (la digital).
En Colombia, se debería comenzar por la más básico: analizar cuáles son las mejores decisiones para modernizar la economía, Bogotá deberá cambiar su manera de funcionar y controlar las regiones (corrupción y clientelismo) y dejar las caducas pretensiones de elite y clase (arribismo y nepotismo – Codirectora del Banco de la República o posible nombramiento del hijo de Carlos Holmes Trujillo).
Solo así podremos manejar la actual crisis, y encontrar una salida perdurable en el tiempo.