¿Por qué nos dejamos meter los dedos en la boca con el cuento de que el lobby es malo y que es equivalente a corrupción? Las palabras son distintas y no es meramente un tema de lingüística, es un asunto de profundas connotaciones disímiles. El corrupto es corrupto punto. Recibe o paga para ocultar y amañar. Cambia y busca presionar ideas no con razones científicas o basado en sustentaciones técnicas, sino con un fajo de billetes encima de la mesa (la mayoría por debajo), o lo que es peor con un arma en la mano. El lobby no puede perderse en esa confusión, y por el bien de las enriquecedoras discusiones democráticas, aprendamos a llamar las cosas por su nombre.
Una democracia se sustenta en el continuo ejercicio de confrontar ideas para alcanzar acuerdos que busquen poner el beneficio común por encima del particular. Esto parece sencillo, limpio, transparente y fácil de comprender, pero si las reglas no son claras ahí es cuando todos perdemos los papeles.
No crean que en Colombia no se ha intentado reglamentar el cabildeo o lobby, desde 2001 se han presentado 15 proyectos de ley en el Congreso. Han sido muchos sus autores y para sorpresa de algunos extremistas, la intención de reglamentar ha venido tanto de derecha como del centro o de la izquierda y ninguno lo ha logrado, lo que se traduce en que la preocupación es generalizada y se reconoce su relevancia en el país.
No podemos admitir más, que el lobby de unos sea catalogado como mezquino, oscuro y corrupto, mientras que el de otros sea desinteresado, impoluto y transparente. Tampoco deberíamos admitir que se arremeta contra ninguna contraparte por pensar distinto, llevando la discusión a planos puramente emocionales, discusiones que se extraen de los escenarios previstos para ello y que se llevan superficialmente a la arena de lo público para promover posiciones falsas, carentes de información y datos.
Entonces dirán algunos que es distinto cuando se protege un beneficio general a cuando se defiende un interés particular ¡Por supuesto que es distinto! ¿pero el mecanismo de debate debe ser diferente? ¿Se deben descalificar las opiniones de quienes creen que tienen un derecho o que ven vulnerado su trabajo? ¿Se debe castigar a quienes ejercen la tarea de exponer sus ideas basados en datos y evidencia? ¿Se les debe negar el espacio de debate y ridiculizar no solamente sus argumentos, sino a todos los que los escuchan?
Navegar en un mundo tan convulsionado como el que tenemos hoy, solamente es posible si se enriquecen las discusiones y se tiene claridad acerca de quiénes están promoviendo qué y por qué. Hoy resulta imposible entender tanto interés cruzado cuando por ejemplo, en esta legislatura 2020-2021, se han radicado en el Congreso 1081 proyectos de ley, 475 de ellos en Senado y 606 en Cámara de Representantes.
Si continuamos con zonas grises en cuanto a la gestión de quienes tienen por oficio ayudar a exponer ideas, argumentar intereses y fomentar alternativas de cambio a leyes ya existentes o a la creación de nuevas, perdemos todos, pierde la democracia. Peor aún, vamos entonces a impedir que muchos se acerquen a los debates por temor a ser ridiculizados, perdiendo ellos el legítimo derecho que tienen de exponer su visión.
No creo en el cuento de que TODOS los congresistas son corruptos, o que TODOS los lobistas son unos desalmados. Como tampoco creo que TODAS las empresas quieran un beneficio permanente y en contra de la sociedad. Desconfío de quienes dicen que TODAS las ONG hacen un trabajo desinteresado, así como también me generan grandes suspicacias quienes se esconden en el bajo perfil para promover agendas ocultas o incitando a la mala praxis de las reuniones que nunca sucedieron, justificando que igual hacen lobby, pero prefieren que nadie sepa.
Queda prácticamente un mes para que se cierre la legislatura. Los debates serán más intensos en el Congreso y la carrera contra el tiempo marcará muchos de ellos. También será cuando la tormenta de participantes, invitados y no convocados, será más pesada. Además de las continuas presiones del paro que ya sin agenda clara van por todo y nada a la vez.
Aquí no hay diferencia entre si los que promueven un tema son verdes, negros, amarillos, rojos, azules, morados, blancos, multicolores… todos andan haciendo lobby y le tienen pánico a una palabra que mal hemos mezclado con corrupción. Por lo menos, mientras algún día nos decidimos a debatir seriamente en cómo reglamentar el lobby, no le hagamos el juego al debate pobre en argumentos y rico en bajezas, en ataques personales y en grandes presupuestos de desprestigio, vengan de donde vengan. Muchos de los que atacan sin piedad muestran ahí su verdadera piel.
Alfonso Castro Cid
Managing Partner
KREAB Colombia