El país se encuentra superando el segundo pico de la pandemia, esta vez hay lecciones aprendidas en cuanto al manejo de la enfermedad, no obstante, no sucede lo mismo en el escenario social y económico, pues las mujeres siguen siendo las más afectadas económica y socialmente, las medidas que se tomaron para enfrentar la tasa de contagios y la de mortalidad tanto ahora como durante el primer semestre del año pasado golpean fuertemente a las mujeres, sumado a ello, las respuestas del Gobierno Nacional y los gobiernos locales no son suficientes. Sin programas de empleo garantizado para mujeres y enfocados en la creación de bienes y servicios necesarios para reducir las cargas adicionadas por la crisis sanitaria, las mujeres se encuentran al vaivén del mercado, que tal parece no ha solucionado ni solucionará las brechas de género.
El año pasado se perdieron en el país cerca de 907 mil empleos, siendo la mayoría de ellos empleos femeninos, sumado a ello la crisis sanitaria y las medidas de escalonamiento de la reducción de restricciones de movilidad implicaron que un número importante de personas decidiera renunciar a buscar trabajo, es decir, se redujo la población económicamente activa. De ahí que cuando se habla de recuperación en temas de empleo no solo implica la reducción del desempleo, sino también necesariamente la reducción de la población inactiva.
Este panorama es preocupante, pero si abrimos los datos las preocupaciones aumentan, sin importar el indicador laboral que se elija, en todos, las más afectadas son las mujeres, las más desempleadas, y las que más han renunciado a buscar trabajo. Sumado además al incremento de las largas jornadas dedicadas a las labores del cuidado.
Lo que muestran los datos es que en agosto el país experimentó la brecha de desempleo más alta de los últimos 20 años 8,97%, mientras el desempleo masculino era del 15,3% el de las mujeres era del 24,2 %. Cerca de 20 años perdidos en cuanto a participación de las mujeres en el mercado laboral. En lo que corresponde a la búsqueda de empleo, mientras las mujeres que hacían parte de la población económicamente activa en enero del año pasado eran 10,6 millones; en junio el mes en que más se afectó este indicador eran 8,9 millones es decir, en ese período de tiempo cerca de 1,7 millones de mujeres dejaron de buscar empleo. Lo que decían algunos analistas que aún no se ubican en el escenario crítico es que el mercado espontáneamente recuperaría tanto los empleos como la participación de las mujeres, no obstante, los datos disponibles es que en noviembre la población femenina económicamente activa solo llega hasta 10,2 millones, es decir aún más de 400 mil mujeres ni siquiera estaban buscando trabajo.
Al preguntarnos cuál es motivo para que las mujeres no consigan trabajo y peor aún no estén siquiera dispuestas a buscar trabajo, la respuesta a ello es una sola, y en la misma se encuentra la luz de lo que podría ser la solución; el causante principal de estos fenómenos son las cargas desiguales del cuidado.
El cuidado que ha estado tan en boga últimamente como una de las banderas más importante de las feministas, de las y los políticos progresistas, y que tiene que ver fundamentalmente como el reconocimiento de las actividades del cuidado como un trabajo no remunerado generalmente, es decir, actividades como el cuidado de los niños en el hogar, la preparación de alimentos, el lavado de la ropa, los oficios de casa, así como el cuidado de los adultos mayores, entre muchas otras.
Esta actividad, en caso de ser remunerada podría representar el 20% del PIB colombiano, es fundamental en la vida cotidiana de cualquier ser humano, no obstante, como sociedades le hemos relegado esos trabajos a las mujeres. Con el aumento de la participación de las mujeres en el mercado laboral y en otros escenarios se han delegado estas actividades en otras personas, por supuesto de forma paga, por ejemplo, las escuelas, los jardines, los ancianatos, restaurantes, etc.
Con la crisis producto de la pandemia lo que ha sucedido es que muchas de las actividades del cuidado que se venían supliendo por fuera de la casa han vuelto al hogar, pero dichas tareas no se han redistribuido, tanto así que hasta hace muy poco algunos políticos solo ven lo mínimo como por ejemplo lavar los platos, pero olvidan que del cuidado depende prácticamente la reproducción de la vida.
Allí reside en parte el problema del desempleo y de la reducción de la participación de las mujeres en la búsqueda laboral, pues muchos empleadores prefieren contratar a un hombre que a una mujer, que además debe encargarse de los hijos y de las labores domésticas, y muchas mujeres desisten de buscar trabajo por que humanamente no les da la energía para responder a todas las tareas.
Nuestra tarea como sociedad demanda un cambio cultural, pues no se necesita de genialidad para entender que la distribución de las tareas del cuidado responde a creencias y tradiciones enraizadas en nuestra formación como colombianos, como seres humanos. A eso debemos apostarle, a un cambio cultural, pero sin renunciar a eso y entendiendo que esos cambios suelen demorarse más, requerimos de acciones concretas.
Desde el Concejo de Bogotá presenté una propuesta para que se creara un programa de empleo garantizado para mujeres, algunos secretarios y secretarias estuvieron de acuerdo, mientras que hay algunas personas a las que aún les falta audacia, y un compromiso con la ciudadanía más que el reducido interés por un mínimo cumplimiento. Insistiremos en esta propuesta a nivel del Distrito, pero también trabajaremos de la mano de otros actores para desarrollarla a nivel nacional, especialmente de los millones de mujeres cuidadoras que requieren que su trabajo sea reconocido, y de las que han visto como sus cargas aumentan diariamente, mientras las alternativas parecen paños de agua tibia.