El día tenía que llegar, la cita no se podía aplazar más, el Gobierno finalmente presentó la reforma tributaria y con ella aparecieron los centenares de expertos que, desde distintas orillas lanzan críticas al proyecto. Resúmenes y análisis de todo tipo están circulando por los medios y las redes sociales, pero lo primero que se evidencia es que muchos ni siquiera se han tomado el tiempo de leer el documento, antes de pronunciarse, y simplemente replican lo que creen que son los puntos más relevantes.
Lo primero que hay que destacar es que el texto de 110 páginas es un documento que está bien estructurado, tanto desde lo técnico como desde su forma. El trabajo no es una cosa improvisada como dicen algunos, ni cuenta con posiciones no justificadas como pretenden hacer ver otros. Son 163 artículos que dan claridad a lo propuesto y que, a todas luces hacen ver que este trabajo no fue sacado de la manga.
Al leerlo, se da uno cuenta de que el debate que se está haciendo de esta Ley de Solidaridad Sostenible, congrega a mucho personaje y ¨experto” que no tiene ni idea de qué habla y replica un trino de alguien que sí es un experto. Esa visión facilista de replicar sin saber está mal planteada y quienes critican tan vehementemente deberían más bien venir con propuestas concretas y soluciones viables, pero además bien estructuradas. Hay ejemplos en esa línea, como la propuesta que presentaron los empresarios, hace pocos días, con sus temas claros y alternativas precisas. Al ser un texto tan técnico requiere en algunos puntos una visión especializada que ayude a entender lo propuesto, no todos somos economistas.
Además del debate sobre el IVA, el impuesto temporal y solidario a la riqueza o los servicios públicos, existen otras disposiciones que bien vale la pena entender mejor. El documento plantea, por ejemplo, la creación de un “fondo de cambio climático y desarrollo sostenible”, que pareciera hacer sentido y que habría que saber cómo se articularía con lo que ya gestiona el Ministerio de Medio Ambiente, pero que a primera vista hace todo el sentido del mundo y que trae consigo una discusión de la mayor relevancia para el país.
Si el debate cobra altura y con ello debemos entender que esté basado en hechos y datos comprobables, no en percepciones o sensaciones, gana el país. Acá lo que se necesita es construir y no paralizar; porque al menos desde que tengo uso de razón, nos la pasamos de reforma en reforma y todas, siempre, parecieran quedarse cortas porque los cambios fundamentales, los problemas de raíz, no se abordan por miedo de pisar algunas ampollas o incomodar a los intereses de otros.
Ahora bien, no podemos salir a matonear al Gobierno porque hace poco decía que no haría ajustes o porque se negaba a ciertos puntos que hoy presenta, cuando la realidad es que el país necesita financiarse y ha sido ampliamente confirmado que, sin una reforma tributaria, Colombia perdería su grado de inversión y su calificación bajaría, algo que sucedió la última vez a finales de 1990. No podemos ser tan ingenuos de querer auxilios, pedir ayudas para todo tipo de sectores, exigir alivios para los que están sufriendo lo peor de esta pandemia, pero a la vez, esperar que milagrosamente al Estado le caiga oro del cielo o que el final del arcoíris se pose mágicamente en las oficinas de Ministerio de Hacienda y deje un cofre interminable de dinero para financiar todo lo que ya se invirtió y lo que aún falta por subvencionar. La billetera, hasta la de los gobiernos es chiquita, cuando todos los esfuerzos hay que hacerlos al mismo momento.
Podemos desear muchas cosas y esperar que a ninguno se nos toque el bolsillo, pero no podemos ser tan ingenuos de pedirle a nuestro gobierno que trabaje, ejecute, nos dé beneficios, pero que no cobre, o ¿alguno de ustedes trabaja así?
Esperar y llamar a nuestro Congreso para que el debate sea riguroso, algo que desde este espacio se ha pedido con vehemencia, y sobretodo, que en realidad se piense en lo que necesita el país para lograr una buena reactivación.
Alfonso Castro Cid
Managing Partner
KREAB Colombia