Una vez el gobierno conversó a puerta cerrada con empresarios y políticos de la “unidad nacional”, se hizo público el texto de la reforma.
El título es agotadoramente largo -no lo creen ni sus inventores – e intenta reflejar que se trata de una reforma estructural como nunca se había diseñado. No es así, es solo un ejercicio para empezar a tapar la fosa fiscal que este gobierno creo con la reforma de 2018, cuya saga se remonta a la “confianza inversionista” de Uribe, y que Duque empeoró. Sin embargo, ni la actual ni las anteriores aritméticas tributarias desde 1998 evidencian progresividad hacia una sociedad menos inequitativa, con crecimiento alto y desarrollo de largo alcance.
Nuevas burocracias
El problema de la reforma comienza con la creación de una especie de Suprema Corte de la Regla Fiscal, denominada en el texto: Comité Autónomo Permanente de la Regla Fiscal, nombre ampuloso que produce la imagen de macroeconomistas ortodoxos vestidos con toga color naranja. Es totalmente innecesario ese comité para el cual ya estarán pasando hojas de vida amigos de Uribe, Duque y Carrasquilla.
Si para monitorear y reequilibrar la regla fiscal se necesita esta super corte ¿de qué sirve el Ministerio de Hacienda cuando el sistema nacional de competitividad y de innovación ha desaparecido?
Una tributaria, si la quieren vender como estructural, sirve si la política de desarrollo productivo no es letra muerta y desarticulada de las acciones de MinCiencias y de otros ministerios de sectores estratégicos: energía, salud, educación, transporte, TIC, y agricultura, el cual tiene exenciones ilimitadas sin disponer de un marco complementario de avance productivo, de innovación, de emprendimiento, y de inversiones sostenidas de largo alcance en cuanto a infraestructuras sociales, tecnológicas y de comunicaciones.
A la Suprema Corte de la Regla Fiscal se sumará la Fiscalía General de las Fuerzas Militares, que agazapada se está creando. Entonces, esto va en contra vía de lo que dice el texto impositivo: reducir las instituciones del Estado para ahorrar gastos. Otra mentira para contentar a los Uribe (padre e hijos), pero que rechazarán los políticos de la “unidad nacional de ÉL”, porque amenaza fortines burocráticos y de corrupción.
De esta manera, reequilibrar la regla fiscal no será con políticas de desarrollo, sino con más gastos y más impuestos porque los 31 billones de subsidios a las empresas más grandes, no se tocarán a pesar de que no tienen ningún efecto positivo para la economía, pero que descaradamente el gobierno ajustó semanas antes al consolidar las zonas francas, tal como perversamente se pensaron. El legado que dejarán Uribe, Duque y Carrasquilla, es espantoso: devolverán a Colombia a 1991, mientras la reestructuración de la economía mundial avanza al 2051 y más allá.
¿Exenciones para qué?
Los vacíos conceptuales y de contenido de la reforma están relacionados con el paquete de productos importados exentos de impuestos. Al mirar el listado se observa que ahí estaría gran parte de los contenidos para una política de transformación productiva y de innovación. Sin embargo, sobre esto, ni una palabra, ni un peso.
Hay también una batería de apoyos para la creación de nuevos empleos, extender el PAEF, el programa Generación E, y universidad gratuita para estudiantes pobres, sin embargo, no se indica el monto de esos fondos, sino que alude “hasta que los recursos se agoten”, es decir, realidad oculta, cuando si tienen cifras precisas para clavar impuestos regresivos pero no para cuantificar los sofismas.
Asalto social
La captación de recursos para el hueco fiscal e inversión social vendrá de lo poco que le sacará a los más ricos, y de lo mucho que le quitará a la clase media y a los menos pobres, aunque al final pobres. El impuesto a la renta desde $1´600.000 en 2023, desde $2´440.000 en 2022, es infame, que se suma a una infamia mayor: clavarle tres impuestos a las pensiones, comenzando por una retención a la fuente a partir de las pensiones de $2´178.000, un impuesto adicional a las de $4´800.000 y un aporte extraordinario a las de 10 millones, dentro del paquete a quienes devenguen esta suma o más. Es decir, ni siquiera equilibraron en 10 millones los impuestos temporales a las pensiones y el impuesto temporal a los ingresos superiores a este monto.
Si a esto se suma el IVA del 19% a productos que no tenían IVA – aunque algunos ya tienen impuestos -, y otros que solo aplica a estratos 4, 5 y 6, significa que al gobierno solo le importa decorar la periferia de la torta para devorarse el centro de la misma.
Será tan perjudicial la reforma que hasta la ANDI sugiere quitar algunos subsidios, que le darían a Carrasquilla trece billones (en la realidad serían la mitad) para tapar la fosa fiscal.
Una reforma vacía
Decepciona su contenido, porque este es el momento para reestructurar la economía, por lo tanto no debería ser un ejercicio desesperado, inmediato y de mirada corta. Colombia necesita un instrumento de esos donde se vea que los recursos serán para desarrollar la economía y llevar esperanza a la ciudadanía luego de una arrasadora pandemia. Pero no, esta reforma lleva más angustia a la clase media y a los menos pobres, pero al final pobres, y poco toca a los que más tienen. Es una reforma agresivamente regresiva ya que muestra un espíritu de reconcentración sostenida de la riqueza considerando que subsidia a las grandes empresas y al sistema bancario, y no fortalece a los bancos de desarrollo del Estado.
El texto decepciona porque pone en evidencia que es un país sin norte, que empobrecerá al 80 o 90% de los formales porque castiga su capacidad de consumo, ahorro, inversión, y no suscita ninguna esperanza puesto que el ingreso solidario es miserable, y el retorno del IVA será para pocos por la alta informalidad sin información.
Es una reforma desde la premodernidad económica y la injusticia social, que no la salva los impuestos verdes.
Al final, son los errores de un raro y destructivo neoliberalismo que se chupó al Estado pero se profesa con devoción, tanto, que las Iglesias también quedaron excluidas de pagar impuesto de renta. Tal como está, la reforma es mala, no es regular y menos buena y necesaria. Debió ser otra, porque el país necesita urgentemente cambiar el “modelo de crecimiento”.
La protesta social vendrá y la represión también, la violencia aumentará, la tercera guerra se recrudecerá, Uribe irá a juicio y será condenado, la Corte Suprema de Justicia tumbará la imputación de la Fiscalía a Fajardo, y la inmunidad de rebaño no se alcanzará en los meses que le quedan al señor locutor.