Reformas y salvadores

Una reforma tributaria en medio de una pandemia que ha golpeado de manera histórica la economía y ha empeorado una profunda crisis social debe ser el peor matrimonio que un gobierno quisiera tener -que unir-.

Desde finales del año pasado se ha escuchado sobre la posibilidad de una reforma fiscal, voces que expresan la crueldad de pensar en ella en estos tiempos chocan con aquellas que la ven como una necesidad absoluta, en el medio se encuentra la idea de que se puede hacer pero de la manera correcta.

Mientras estamos a la espera de conocer la suerte de la reforma, por su lado el ministro de hacienda, Alberto Carrasquilla, indica que solo hay presupuesto para 6 días de funcionamiento del gobierno,

La denominada ley de solidaridad sostenible, otro eufemismo de este gobierno, ya recorre los pasillos del congreso, como un lobo acecha los bolsillos de la clase baja y olfatea los ingresos de las empresas, una bestia que dañara el tejido social y empresarial. Un buen gobierno ha creado algo que no es digno de su labor -la reforma tributaria- y debe ser más bondadoso con su pueblo, esa es la visión que el partido de gobierno, el Centro Democrático, intenta vender.

Para ello envió a un heraldo para que la propuesta sea más benevolente. El salvador, el intermediario, el nuevo mesías es Thomas Uribe, exitoso empresario, hijo del gran colombiano, del mejor presidente y del perseguido exsenador, Álvaro Uribe, tuvo que intervenir y hablar con el mismísimo presidente para que desistiera, después se supo que ya no se iban a grabar ciertos productos de la canasta familiar, varios gremios quedaron satisfechos al igual que los colombianos.

Aunque intenta disimularlo, el Centro Democrático sigue en una crisis de credibilidad, la investigación en contra de su máximo y querido líder, además la impopularidad y falta de resultados del gobierno de Duque les pasa factura, la gestión de su candidato presidencial y ahora jefe de Estado les ha pasado factura.

Mientras inician las campañas electorales y cada vez se van conociendo más candidatos y alianzas para llegar a la presidencia, el Centro Democrático sigue colocando piezas para mostrarse como los salvadores, saben que un discurso del “castrochavismo” ya no sorprenderá y aunque ya no tendrá la misma fuerza de antes, todavía puede causar miedo y eso se puede capitalizar en votos.

El presidente Iván Duque ha estado rodeado de errores en declaraciones y escándalos, parte de ellos han surgido de sus ministros, otros se ubican en el pasado de la familia de su vicepresidenta o sobre la sombra de una posible compra de votos en su campaña presidencial, todo esto también ha afectado al Centro Democrático, por ello, de forma no tan discreta, se ha ido distanciando de Duque.

El CD sigue apoyando la gestión del gobierno y respaldando sus declaraciones y decisiones, pero comparando con el primer año de presidencia, son muchísimo menos halagadores e incluso se han tratado de mostrar como una especia de amables “opositores”, recomiendan que algunas medidas sean reconsideradas por el mandatario -como el gravamen a ciertos productos de la canasta familiar- o alentando ciertas iniciativas que suenan bien en la opinión pública, como no aceptar el aumento salarial o donar parte de su sueldo para apoyar causas o entidades sociales.

Un ejemplo de esta “popularización” del partido fue cuando Uribe dio a conocer su iniciativa de referendo, en la que están puntos como la protección de líderes sociales, disminución del número de congresistas y reducción gradual del salario, decomiso de sustancias ilegales sin criminalizar consumo, gratuidad educativa según el nivel de ingresos pero sin adoctrinamiento, también se incluyen aspectos como acabar o reformar la JEP y unificar las altas cortes.

En general un referendo bien visto, lejos de las expectativas de lo esperado de un grupo de extrema derecha y enfocado a atraer votantes.

Al final las intenciones de salvación y mediación del partido del expresidente Uribe responden como siempre a la conveniencia y fortalecimiento político, cosa que siempre pasa con los partidos, pero esta vez bajo un disfraz de salvadores con un discurso más moderado, una actitud “menos totalitarista” y una visión de país “más” fresca. El lobo con piel de oveja ya anda entre nosotros y huele el miedo -que él mismo causa- y viene por otros 4 años de gobierno

 

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