Al comienzo de cada día les habla a los ciudadanos-votantes por más de una hora y media. Se llama “La Mañanera”. Los medios de comunicación más influyentes transmiten sus mensajes, sus promesas, y sus reproches, que son muchos. Y ésta, que es una situación de ventaja electoral no ha sido efectiva.
Desde su toma de posesión, el 1 de diciembre de 2018, Andrés Manuel López Obrador (AMLO) ha destinado aproximadamente 918 días y 1377 horas de proclama política para tratar de influir en su cambio de paradigma en México con la llamada ‘cuarta transformación’.
Sin embargo, su propósito no ha terminado de calar por la falta de rigor histórico de sus argumentos y claro está, por la lejanía de las promesas electorales, que inducían a la población a pensar que México cambiaría las desigualdades en un abrir y cerrar de ojos.
López Obrador carga un significativo historial de “incumplidos’, un puñado de propuestas de cambio que no se concretan pesaron en su llegada a las elecciones de mitad de término el pasado 6 de junio.
La economía está lejos de las previsiones optimistas que sus asesores proclamaban al asumir al poder. El mal manejo de la pandemia no ha hecho más que exteriorizar la falta de capacidad del gobierno para gestionar grandes problemas.
Sus desaciertos en la lucha contra la violencia; la poca o nula transformación del Estado para hacerlo más eficiente y cercano al ciudadano, han creado una cierta desconfianza en su mesiánico mensaje de cambio.
Solamente en la lucha contra la corrupción parece que ha hecho algún progreso. A pesar de que aun los principales protagonistas de la telenovela están o en sus casas o por fuera del país.
Con estos mimbres llegó el domingo pasado al encuentro con los electores de Morena, su partido. A enfrentar unos partidos tradicionales destrozados y faltos de liderazgo y también a los partidos oportunistas de siempre, que hacen valer su aportación de votos para intercambiarlos por algún cuantioso botín post electoral.
El resultado dejó todo tipo de interpretaciones.
Morena, partido del gobierno, aumentó su poder territorial con la victoria en la mayoría de las gobernaciones, pero con un peligroso descenso a las profundidades en la Cámara de Diputados, dónde solamente con el apoyo del partido verde y el de los trabajadores, consigue tener una mayoría simple suficiente para las cosas de menos calado, excepto la aprobación de presupuesto.
Fracaso absoluto en el dominio de las grandes ciudades, donde la clase más ilustrada le da la espalda cansada de oír promesas que nunca su cumplieron.
El anhelado control de los dos tercios de la Cámara se ve aun lejos, pero los ‘priistas’ podrían vender su raquítica posición para llegar a acuerdos puntuales en cosas que atañen a la Constitución y sus entornos más delicados.
Los exiguos resultados de la alianza anti natura de los partidos de la oposición PAN, PRI y PRD; han evidenciado lo lejos que están de ser un contundente referente opositor.
Conseguir al menos un candidato que pueda disputar con alguna garantía la convocatoria electoral de la presidencia del próximo 2024 queda muy lejos de ser una realidad.
Pero lo más constatable de estas elecciones es lo lejos que está la sociedad civil de apoyar las mesiánicas propuestas del Presidente.
Parece que los empresarios, los intelectuales y los inversores han decidido tomar unas vacaciones forzadas a la espera de un 2024 más sensato.
Es una lástima que los dos candidatos oficiosos a sustituir a AMLO estén involucrados en un asunto de especial dolor con las víctimas del accidente de la línea 12 del Metro de CDMX.
El gobierno necesita una serena reflexión para analizar lo que ha pasado. Pensar (como están haciendo) que han ganado por goleada es volver a la soberbia de siempre. Su exposición en los medios, el control del Estado, el liderazgo del país hubiera sido más que suficiente para ganar por esa ansiada mayoría, pero desgraciadamente la realidad ha sido bien distinta.
Dialogar con la oposición buscando consensos, llamar a los empresarios en búsqueda de complicidades beneficiosas para ambos lados o encontrar caminos de acercamientos con los vecinos territoriales harán que una parte de las expectativas ciudadanas se materialicen. Lo contrario creará un agujero negro sobre el papel que México debe jugar en el futuro, como el líder inequívoco que la región necesita.