Aunque lejos de sobrepasar a EEUU, China ya es el segundo socio comercial de Colombia. Al ver la Copa América, las vallas de Sinovac son seguidas por avisos de TikTok, mientras el Éxito promueve descuentos de Huawei. El comercio con China está para quedarse. En paralelo, la política de confrontar a China, instaurada por Trump, se volvió permanente. Atrás quedó el esfuerzo de Obama de enamorar al gigante asiático, Biden se mantiene en la firmeza. La promesa de un EEUU más enfocado en América Latina conteniendo la amenaza roja parece haber quedado en el papel. Colombia debe cuidar su relación especial con EEUU, pero se vuelve inevitable un mayor vínculo económico con China. Es el hambre con las ganas de comer.
Trump redefinió los instrumentos de EEUU de promoción de inversión y comercio como contrapeso a la agresiva financiación China. El brazo público de la inversión privada OPIC se volvió el Development Finance Corporation. En 2020 aumentó su presupuesto de US$29 mil millones a US$ 60 mil millones anuales de crédito. Los proyectos ya no tienen que ser de propiedad estadounidense, con que sean proveedores clasifica. Se puede prestar en moneda local y ofrecer seguros de riesgo político. La entidad hasta puede co-invertir en proyectos. EEUU lanzó el programa América Crece para promover sus inversiones en América Latina.
Tan fuerte era el compromiso, que se rompió la regla no escrita que el presidente del BID debía ser Latinoamericano. Elegir un aliado de Trump significaría mejores términos y mayores inversiones para la región. Era como un tipo de premio a los aliados, sería un dividendo a los países democráticos. Sonaba muy bien, pero del dicho al hecho hay mucho trecho.
El tsunami de Covid-19 ensimismó naciones y postergó inversiones. Las firmas de infraestructura de EEUU se quedaron en casa atendiendo un agresivo programa doméstico. A la fecha, América Crece no ha promovido proyectos relevantes. El BID sigue su negocio común y corriente, pero sin colombianos en posiciones de liderazgo. Hace falta la financiación del Asian Development Bank que rechazamos para no incomodar los aliados del norte. Ningún esfuerzo ha logrado contrarrestar la iniciativa China de infraestructura de la Nueva Ruta de la Seda.
El pragmatismo mandarino creó un plan para América Latina de 1+3+6. Un plan de tres motores: inversión, comercio, y cooperación financiera para invertir en seis industrias. Las empresas chinas avanzan con el metro de Bogotá, el tren de cercanías de Cundinamarca y la conexión de Medellín con Urabá. Ya compraron proyectos de oro por US$1.000 millones, en otros sectores van US$306 millones. Si se facilitara más la inversión, China revolucionaria el agro del país. Ansiosos de acceder a soya y marranos, el llano colombiano es un sueño cantonés.
Protegiendo nuestra relación especial con EEUU, Colombia se beneficia de mayor integración con Asia. Una estrategia de capitalizar el desacoplamiento de EEUU-China, que empresas que abandonan China vengan a Colombia para exportar a EEUU. Se requiere ser un país atractivo para la inversión China, conquistar el mercado chino cambiaría el destino de Colombia.
P.S. Por ahora, lo mejor es depender de sí mismo, Sergio Díaz-Granados como presidente de la CAF es un logro de país.