El Sahel y su olvidado, pero importante conflicto

Los reporteros españoles Roberto Fraile y David Beriain fueron asesinados el martes (27 de abril, 2021) en Burkina Faso, junto con un ciudadano irlandés y un burkinés. Ambos destacados periodistas, con décadas de trayectoria contando historias desde zonas en conflicto, estaban en la nación africana para realizar un documental sobre la caza furtiva. (France 24, 28 de abril, 2021)

Aunque todavía hay manifestaciones del paro nacional en Colombia, y es la gran preocupación que tenemos en el país, hemos dejado pasar hechos claves que han sucedido durante el mismo tiempo.

Es el caso del asesinato de dos periodistas españoles en Burkina Faso, que evidencia el desconocimiento de África y su diversidad. Es normal que pongamos a una región o un continente en el mismo paquete, sin siquiera conocer su situación o un poco de su historia. De hecho, lo hacen todo el tiempo con Colombia y América Latina.

En el caso de Burkina Faso, se encuentra inserta en la región del Sahel, que es donde el conflicto de ese país se vuelve regional, razón por la cual asesinaron a estos periodistas. Pero ¿Qué es el Sahel?

La zona denominada Sahel (palabra árabe que significa “borde o costa”) es una región geográfica y climática del continente africano que limita al norte con el desierto del Sáhara, al sur con las sabanas y selvas del golfo de Guinea y de África Central, al oeste con el océano Atlántico y al este con el Nilo Blanco. Tiene una extensión aproximada de 4.000.000 km² habitados por millones de personas que sufren las consecuencias de la escasez de alimentos. Incluye el Sur de Mauritania, Senegal, Malí, Burkina Faso, Níger, el norte de Nigeria y Camerún, así como Chad, Sudán y Eritrea.

Es un área muy inestable, compuesta por naciones mayoritariamente islámicas, con gobiernos débiles que tienen gran dificultad para ejercer el control y existe una gran desafección política. Está formada, en gran parte, por antiguas colonias francesas y es una de las zonas más pobres del mundo y con peores condiciones de vida. Así lo confirma el índice de desarrollo humano (IDH) elaborado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). De un total de 179 países analizados, la franja se reparte entre los últimos 30 puestos con unos índices que oscilan entre el 0,557 de Mauritania (el más alto, en el puesto 140) y el 0,370 de Níger (el más bajo, en el puesto 174). El primer lugar es para Islandia, con un índice del 0,968.

Su complejo panorama de seguridad regional, las rutas migratorias que lo atraviesan, el impacto del cambio climático y sus recursos naturales lo convierten en una región estratégica para la estabilidad internacional.

La desestabilización de la región tuvo un pico en la última década. Los primeros episodios llegaron como consecuencia de los episodios de la Primavera Árabe en Libia y Argelia: las tensiones potenciaron la proliferación de grupos armados que también empezaron a actuar en el Sahel por las porosas fronteras del desierto.

Posteriormente, la región se convulsionó con otros grupos yihadistas y/o secesionistas: Al Qaeda para el Magreb Islámico (AQMI) y el Movimiento Árabe de Azawad (MAA) en el norte de Malí en 2012 y Boko Haram al noreste de Nigeria desde 2010. Las consecuencias de estos problemas internos se extendieron rápidamente por todo el Sahel Central.

Desde 2014, en Camerún, Níger y Burkina Faso se han producido cientos de ataques de grupos yihadistas y otras fuerzas armadas contra instalaciones gubernamentales, polos productivos y comunidades aldeanas. Con los años, la violencia se ha intensificado en medio de una crisis de gobernanza en las zonas rurales.

Las respuestas principalmente militares de los gobiernos, que incluye el uso de milicias de autodefensa sobre los que ejercen un control limitado, ha dado lugar con frecuencia a abusos que empujan a las víctimas civiles a los brazos de los yihadistas. Ciertos factores, como la crisis climática y las corrientes migratorias que van desde el sur hacia el Mediterráneo, han intensificado muchos conflictos distributivos en la región: en 2019, Burkina Faso sufrió más ataques yihadistas que cualquier otro país saheliano.

En cada país del Sahel, las autoridades echaron culpas a la negligencia de los gobernantes de turno anteriores y en la mayoría de los casos siguen sin reconocer la naturaleza endógena y gravedad de la situación (salvo Burkina Faso, que creó en 2017 el Plan de Emergencia del Sahel (PUS), hasta ahora infructuoso). Así, han recurrido en gran medida a la fuerza militar, con un apoyo de las tropas europeas, especialmente Francia.

Al igual que en Colombia, en el Sahel central (Malí, Burkina Faso y Níger) la extracción de oro se ha intensificado desde 2012 debido al descubrimiento de una veta particularmente rica que atraviesa el desierto de este a oeste, en paralelo a los conflictos armados.

En los últimos cinco años las explotaciones auríferas en zonas donde el Estado es débil o prácticamente inexistente cayeron en manos de los grupos insurgentes. La minería, de carácter artesanal, constituye una nueva fuente de financiación y una herramienta para intensificar el reclutamiento.

Las redes de economía informal y el crimen transnacional organizado de la región están cada vez más involucrados en el contrabando del metal precioso. Así pues, la nueva economía de enclave alimenta la violencia y refuerza la delincuencia. Los Estados del Sahel han intentado con parcial éxito reducir la depredación extractivista ilegal, que todavía persiste debido a la falta de control en el comercio global de oro en la práctica.

 

Además de las luchas por el control de nuevos valiosos recursos, los conflictos entre agricultores y pastores por las escasas tierras fértiles en el Sahel también explican la inestabilidad, intensificada por el cambio climático. Ante la emergencia humanitaria, Naciones Unidas estima que la región cuenta sólo con la cuarta parte de los recursos necesarios para paliarla.

Las sequías en el Sahel no son novedad: desde hace 50 años en la década de 1970 la sequía añadió mayor estrés económico a cientos de localidades que viven bajo el umbral de la pobreza extrema. Desde que las sequías que comenzaron, los países del Sahel son ecológicamente frágiles y empobrecidos.

La competencia mal administrada por el acceso a recursos cada vez más codiciados, en particular la tierra, está detrás de luchas entre comunidades otrora pacíficas. La alternancia entre períodos de fuerte aridez e inundaciones trastornan los ciclos de producción agrícola y alimentan la violencia interétnica. A su turno, los grupos insurgentes se favorecen con esas tensiones al ofrecerse como garantes de protección y alimentos.

¿Por qué es importante el Sahel para el mundo? El Sahel es, básicamente, un cóctel de problemas. No en vano lo llaman el “cinturón del hambre” africano.

Europa tiene como prioridad evitar que la zona, y prioritariamente Mali, se convierta en un santuario terrorista. El “yihadismo islamista se mueve de una manera muy cómoda por toda la región”. Al Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI) está presente en la zona —fundamentalmente en Argelia, Mali, Mauritania y Níger— desde 2007. Boko Haram se fundó en 2002 y lleva también varios años operando en partes de Nigeria, Níger, Chad y Camerún, lo mismo que Al Shabaab, en este caso en la parte este, principalmente en Somalia.

La amenaza no es nueva ni desconocida para los países europeos. De hecho, las primeras tropas francesas de lucha contra el terrorismo en la región se desplegaron en 2013 -primero con la Operación Serval, en Mali, sustituida un año después por la Operación Barkhane en todo el Sahel-.

Sin embargo, hay dos factores que están aumentando la tensión y el temor. En primer lugar, el Sahel antes estaba aislado de Europa, por una serie de países, en la ribera sur del Mediterráneo que tenían una situación política estable, pero ahora se ha abierto un agujero muy importante que es Libia.

A través de ese agujero enorme, muchos de los problemas del Sahel están llegando al territorio europeo, pero además se está produciendo un importante movimiento de mercenarios y armas desde Libia al sur, alimentando a los grupos yihadistas que operan en esa región.

Esto demuestra, que el discurso del terrorismo yihadista seguirá presente en el discurso de occidente, pero no con la cara de Osama Bin Laden, sino con el rostro de alguien de Timbuktú (Mali). Lo que seguirá dando vía libre a la intervención europea, especialmente de Francia, en la región.

Esto quiere decir, que ese discurso terrorista en estas zonas tropicales seguirá estando presente por unos buenos años, estigmatizando a quienes no estén de acuerdo con los gobiernos de turno. Por otro lado, desde el punto de vista de inmigración, las leyes para para ingresar a la UE seguirán siendo excesivamente estrictas, lo cual tiene un impacto directo en los colombianos residentes en el exterior.

Una vez más, África u otras zonas alejadas del cerro de Monserrate, realmente no lo están tanto. Y tienen impacto directo en colombianos o en Colombia directamente. Por eso, no podemos dejar pasar por alto noticias claves en el mundo y quedarnos solamente con el titular.