En el último debate presidencial en Estados Unidos, el pasado jueves, hubo un punto donde hubo consenso entre ambos candidatos. Los dos están conscientes de la amenaza china, la cual esta debilitando a Estados Unidos, no solo por la pandemia, sino en temas de seguridad, en lo económico y lo político, llenando el vacío de poder que ha dejado Donald J. Trump al implementar su lema “America First o Make America Great Again”.
En el minuto 41 del ultimo debate presidencial en los Estados Unidos, se comenzó a hablar de China. Este tema es enorme en ese país no solo porque Trump identifica al Covid – 19 como “la plaga china”, sino por su economía, la guerra comercial que se ha desatado en los últimos años, y los negocios que uno u otro candidato tiene con o en ese país.
En este punto, Trump y Biden mostraron su interés en seguir con la mano dura y las sanciones económicas a ese país, no solo por no contener, ni avisar sobre el alto contagio del Covid – 19, sino por el no cumplimiento de compromisos ambientales (Biden) y siempre destacando el papel amenazante de ese país a los intereses del tío Sam.
Esto no viene de esta campaña, viene de varios años atrás. Por el lado republicano, Trump comenzó la guerra comercial con China, bajo la excusa de fortalecer las empresas de su país, a costa de la parálisis y crisis económica en sectores que se vieron afectados como la soya y el algodón. En seguridad, el presidente – candidato ha reforzado los vínculos con India para fortalecer el contrapeso de los comunistas de Mao, y con Vietnam para apoyar a ese país (previamente invadido por ellos en los años 1970) en la protección de sus aguas (mar de China Meridional), pues los chinos continúan con la construcción de islas artificiales en lo que anteriormente eran atolones, sobre las cuales además están construyendo escuelas.
Desde las huestes demócratas, tampoco se han quedado atrás en sus criticas y acciones. Joe Biden amenazó con sanciones a China si es elegido presidente, si continua con su política de represión en Hong Kong. Cuando él era senador hablaba de cambiar a China a través del comercio, como candidato trata a china como una dictadura absoluta. Esto implica un cambio no solo en su retórica, sino que es una muestra de lo que piensa el establecimiento y lo que esperan los ciudadanos de ese país.
Por otro lado, no es solo un discurso de Biden. Nancy Pelosi, destacada líder demócrata, hace lobby para que pasen sanciones económicas a China por su conducta con la provincia de Xinjiang, de mayoría Uighur (etnia musulmana perseguida por ese gobierno) y por las represiones en Hong Kong. De esta manera, están instrumentalizando los deseos de su partido y haciendo de este tema no solo una pelea partidista, sino volviendo este un tema de interés nacional.
¿y el CVY para el resto del mundo?
Antes de que estallara la crisis de la pandemia, casi un 61% de los directivos y empresarios que consultó PwC para su Consenso Económico de 2019 afirmó que las tensiones proteccionistas entre las dos grandes potencias económicas eran el mayor problema –a corto y medio plazo- de la coyuntura internacional. ¿Por qué? Porque se están enfrentando la economía mas grande del planeta contra la fabrica del mundo (que es la 2da economía mundial). ¿El que más produce donde va a vender si su comprador mas grande le pone restricciones?
La guerra comercial venia enfriando la economía antes de la “coronacrisis”, que tiene un impacto directo en la compra de materias primas. Por ende, los 899.000 barriles diarios de petróleo que producimos en Colombia generarían mucho menos ingreso en una agudización de la guerra comercial, o el aumento de sanciones a China.
Esta guerra genera incertidumbre para la economía global, lo que lleva a un aumento de valor en ciertas divisas extranjeras, en particular para los países más vulnerables, según Mónica de Bolle, investigadora principal del Instituto Peterson para la Economía Internacional y directora de estudios latinoamericanos en la Universidad Johns Hopkins. Por ende, si estas tensiones siguen o se incrementan, volveremos a ver el dólar arriba de los $4000.
Sin embargo, si llegasen a aumentar las sanciones sobre China, muchas más empresas de Estados Unidos se verían obligadas a mudarse a América Latina, lo cual es una buena noticia. Sobre todo, con esta crisis de desempleo generada por la pandemia, en la cual se necesita crear puestos de trabajo rápidamente.
Las consecuencias no serán solo económicas, sino en lo político, podríamos estar ad portas de una “guerra fría 2.0”, donde ya se han visto acciones muy similares a las protagonizadas por la Unión Soviética. El gigante asiático esta comprando puertos, industrias y haciendo inversiones alrededor del mundo con el objetivo de asegurar el comercio y aumentar su incidencia internacional. Esto es palpable en la red ferroviaria de Kenia y el este de África, los puertos comprados en Grecia y España, o las inversiones en infraestructura en Asia Central con miras a su nueva ruta de la seda. En nuestro país, ya comenzaron con la construcción del Metro de Bogotá.
Como respuesta, Estados Unidos fortalece su discurso de sanciones y del “virus de China”, su influencia en el vecindario chino no solo es en India y Vietnam, sino su apoyo a Hong Kong, las tensiones entre buques militares de ambos países en el mar de China Meridional, o la búsqueda de la cancelación de Tik Tok en ese país (ahí está el elemento 2.0), son claros elementos de su enfrentamiento con ese país.
Este es un interés nacional, por eso no es de esperar que, con una eventual llegada de los demócratas, el concierto internacional vuelva a su “pseudo” orden. Pues lo que estamos viviendo es la trampa de Tucídides que fue planteada por primera vez por el politólogo Graham Allison para describir las relaciones sinoestadounidenses en el siglo XXI a partir de una relectura de los conflictos entre Esparta y Atenas durante la Guerra del Peloponeso.
Su tesis afirma que el auge de una gran potencia emergente —antes Atenas, hoy China— y el declive de un país hegemónico todavía dominante —Esparta en la Antigüedad y EE. UU. en la actualidad— da lugar a una rivalidad que hace el conflicto entre ambos Estados más probable. La razón de ello estriba en que, mientras el primer país gana en confianza, asertividad y ambición, el segundo se vuelve más receloso al temer ser destronado de su posición de liderazgo.