Tapabocas. Desde el 20 de mayo de 2020, España al igual que medio mundo, obligaba a sus ciudadanos a usar los tapabocas en espacios públicos. El confinamiento cerrado comenzaba a disminuir y la nueva socialización empezaba a vislumbrar un mundo atípico al que estábamos acostumbrados debido a la pandemia del Covid 19.
700 días después, y con el 92% de la población vacunada en el país ibérico, el uso pasa de ser una obligación a una elección personal, salvo en contados espacios como el transporte público, los centros o establecimientos sanitarios y las residencias de mayores.
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Quien quiera llevarla puede continuar haciéndolo y, de hecho, es recomendable para todas las personas vulnerables (mayores, enfermos, embarazadas) y cuando se esté en eventos multitudinarios o en reuniones privadas si hay alguien con factores de riesgo. La lista de recomendaciones al margen de la norma emitidas por la Ponencia es larga y los técnicos marcan diferentes niveles de riesgo en función de la circunstancia y del sujeto. Sobre la base de esos niveles rojos, naranjas, amarillos y verdes se han trazado las salvedades a la norma. El “vector” que ha conducido estas decisiones es la protección a los vulnerables, según Anunció el Ministerio de Sanidad español.
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No obstante, la sociedad científica que agrupa a los epidemiólogos es escéptica con el momento elegido y habría preferido esperar unas semanas a evaluar el impacto en la transmisión de las vacaciones de Semana Santa. Los expertos en salud pública están divididos: mientras una parte de los salubristas están convencidos de que ha llegado el momento de avanzar para recuperar una cierta normalidad en los espacios donde se considera que la balanza entre riesgo y beneficio puede justificarlo –en toda decisión se asume cierto nivel de riesgo–, otros opinan que la incidencia sigue siendo elevada y creen que mantener un poco más la mascarilla tiene poco coste.
España ha tardado más que algunos países de su entorno (Francia, Países Bajos o Bélgica) en retirar la obligatoriedad de la mascarilla, pero sin embargo ha sido uno de los primeros en levantar los aislamientos a los positivos leves y asintomáticos. Italia y Portugal todavía la mantienen. Ahora pasa como a lo largo de toda la pandemia: cuesta comparar decisiones porque los contextos varían mucho.