La presidenta del Congreso de Estados Unidos, Nancy Pelosi, anunció este martes la apertura de un juicio político o proceso de impeachment contra el presidente Donald Trump. El fantasma llevaba tiempo sobrevolando al mandatario, sonó en más de una ocasión y había generado incluso una gran división en el Partido Demócrata, entre sus partidarios y sus detractores. Pero el detonante han sido las supuestas presiones de Trump a su homólogo ucraniano Volodimir Zelenski el pasado mes de julio para que investigara al hijo del aspirante presidencial demócrata Joe Biden y así perjudicar su candidatura de cara a las elecciones del próximo año.
Las filtraciones por parte de un miembro de Inteligencia al advertir de esta presión por parte de Trump ha terminado por decantar la balanza dentro del Partido Democráta y convenciendo a una Nancy Pelosi poco amiga en un principio de iniciar un proceso de esta envergadura.
Al iniciar este proceso, el poder Legislativo pretende someter a escrutinio en el Senado al presidente, porque se considera que ha violado la ley “y nadie está por encima de ella”, remarcaba ayer la jefa de la Cámara de Representantes. Eso sí, este cuarto juicio político que el Congreso estadounidense inicia en toda su historia tiene muy pocas posibilidades de salir adelante y Trump podría salir incluso reforzado de cara a las elecciones del próximo año.
Según refleja la Constitución del país, el presidente, el vicepresidente y todos los funcionarios civiles de país “serán destituidos de su cargo por acusación y condena por traición, soborno u otros crímenes y delitos menores”. Pero en la práctica, el Congreso puede iniciar el proceso de destitución debido a una actividad criminal, a abusos de poder o a cualquier otra presunta infracción.
No obstante, la mayoría de expertos coincide en que es una operación complicada, difícil que prospere, ya que pese a que los demócratas tienen la mayoría en la Cámara Baja, -donde una comisión judicial inicia el trámite, emite una dictamen con los cargos que se juzgan, y los somete a votación- luego tendría que pasar el visto bueno del Senado -donde se celebraría el juicio propiamente dicho-, y donde el predominio republicano hace prever que la iniciativa no saldrá adelante.
Pelosi necesita 218, la mayoría simple del Congreso, para iniciar el procedimiento. De salir adelante, pasan al Senado, donde se celebra ya sí el juicio político. En este punto, los miembros de la Cámara de Representantes harían las veces de fiscales, los senadores actuarían de jurados y el presidente del Tribunal Supremo ejercería de supervisor máximo. La condena y destitución del inquilino de la Casa Blanca requiere en este caso del voto a favor de dos tercios de los cien senadores para que el presidente fuese declarado culpable.
No obstante, la mayoría republicana en el Senado, que debe también aprobarlo, supone que la iniciativa no llegará a ningún lado. Aunque los senadores debatirían el veredicto en privado, tras escuchar los argumentos a favor u en contra, la votación de ese veredicto se realizaría en una sesión pública, recoge EFE.
La gota que ha colmado el vaso
La Cámara de Representantes, donde los demócratas cuentan con mayoría, pretende analizar si Trump intentó obtener ayuda de las autoridades de Ucrania en un caso contra Joe Biden, favorito entre las filas del Partido Demócrata para las presidenciales de 2020. Según publicaba el lunes The Washington Post, antes de hablar con Zelenski y para ejercer mayor presión Trump habría dado órdenes a su jefe de Gabinete para bloquear alrededor de 400 millones de dólares en pagos a Ucrania (por una partida del Pentágono para armamento y otra para seguridad marítima).
Sobre cómo afectará al mercado todo este proceso, viendo los precedentes -otros tres- los analistas no se atreven a aventurar cuál será el resultado. En este sentido, el analista económico Juan Ignacio Crespo comenta que el comportamiento de las bolsas durante los respectivos procesos de impeachment de Richard Nixon y de Bill Clinton estuvo tan mezclado con otros elementos desestablizadores que es muy difícil averiguar qué parte es la que puede atribuírsele. “En el caso de Nixon, coincidió con la primera crisis del petróleo (1973-1974): cuando renunció a la Presidencia -e interrumpió el proceso- el Dow Jones había caído un 25%, pero, tras la renuncia, cayó un 20,7% adicional”, comenta el experto. “En el caso de Clinton las Bolsas cayeron un 10% pero la caída coincidió con la crisis abierta por la quiebra (y el posterior rescate forzado por la Fed) del fondo de inversión libre LTCM. Para cuando el impeachment fue desestimado por el Senado, el Dow Jones había subido un 20% y el S&P 500 un 28%”. El tercer precedente queda ya lejano: Andrew Johnson, en 1868.