Por: Adriana Villalobos
Los seres humanos somos muy predecibles, cuando se nos prohíbe corremos a hacerlo, cuando se nos es permisivo, nos parece largo el camino y lo pensamos dos veces. La primera vez que escuché del Covid-19 fue en enero, estaba en París con unos amigos; apenas si salían noticias sobre ello y siendo sincera, como buena latina, sentí que era un problema que no me incumbía en lo absoluto. A pesar de no tener redes sociales, pude experimentar la mofa, como es normal en la cultura digital; también me reí e hice comentarios inapropiados, incluso señalé en varias ocasiones que era portadora del virus por molestar a quien me acompañase. Le di poca importancia porque mostraba índices de mortalidad muy bajos y estaba comparándolo todo el tiempo con la gripe española, el dengue o incluso las guerras; así, no me parecía tan caótico que un par de adultos mayores murieran por un virus cuando cualquier cosa mínima también podría matarlos.
Transcurrió la vida en su curso normal hasta que se empezaron a presentar casos en Madrid, donde resido actualmente, lo tomé como una alerta pero sin cautela; incluso, muy imprudentemente decidí hacer un viaje a Valencia porque venía una amiga desde Colombia, eran finales de febrero y allí ya se había presentado un muerto por Covid-19, en ese momento se habían agotado los antibacteriales y tapabocas; aún así los bares, tiendas, restaurantes, bancos, universidades y colegios estaban abiertos, con mucho transeúnte en las calles, como era habitual. Algunos amigos cercanos me advertían de tener cuidado, no estar en conglomeraciones, alejarme un poco de la la vida social; cargaba un antibacterial y eso me parecía suficiente, nunca medie entre mi espacio personal y el de otros y menos deje de lado mis constantes reuniones.
El salto en la historia se dio cuando volví de Valencia, empecé a ver a muchas personas con tapabocas, alejados de sí y las cifras de muertos cada vez más gordas. Se rumoraba que cerrarían universidades y mandarían a hacer teletrabajo, me lo creía poco, lo sentí como un pánico social; y no era la única, el 8 de marzo, cuando el mundo debió haber estado parado, los bares estaban a tope y nadie se apresuró a tomar medidas reales, esto era una gran burla. A los pocos días salió la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso en una rueda de prensa confirmando el cierre de todos los colegios, institutos y universidades, tanto públicos como privados, desde ese miércoles 11 de marzo hasta el 26 de marzo. Justo cuando creí que era una simple gripe y los gobiernos unos exagerados, además de imprudentes por atreversen a llamarlo “pandemia”, mi cabeza se volcó 360º y me vi inmersa en un país que no es el mío, con muchos vacíos económicos y sociales, sin la posibilidad de irme.
Pensé entonces que sólo serían unos días y saldría de vez en cuando, mi errata fue total, cuando logro salir a la calle en busca de comida, debo hacer una fila fuera del establecimiento guardando un metro mínimo por persona, hay un guardia civil que deja entrar de 5 a 8 personas, nos ponemos guantes, escogemos rápidamente, pagamos y salimos a casa de nuevo. En ese recorrido sólo veo gente en el supermercado, las calles están realmente vacías; las personas se ven entre sí como si estuviesen todos contaminados y nadie cruza una sola palabra.
Los primeros tres días de cuarentena me sentí bien de salud, en mi cabeza estaba que todo acabaría rápido y volvería a mi rutina; al cuarto día comencé a experimentar un fuerte dolor de cabeza, me dolía el cuerpo y no tenía fuerzas. Al día siguiente se sumó el dolor de huesos, un poco de tos y dolor de garganta; conforme pasaba el tiempo, entre el quinto y sexto día fue subiendo mi temperatura corporal, así que decidí ir a la farmacia y comprar paracetamol, lo cual alivió la fiebre. Al mismo tiempo mi compañero de piso venía experimentando dolor de cabeza, tos seca, un poco de fiebre, dificultad al respirar y pérdida del sentido del gusto; fue al hospital en donde después de mucho tiempo le dijeron que era un paciente con alta probabilidad de portar el Covid-19, lo mandaron a casa y le prohibieron salir. Después de esto ninguno de los dos ha salido de casa; mi seguro médico me dice que no puede hacer más que tomarme datos y esperar a que se comunique conmigo directamente la salubridad española, han pasado 10 días desde ello, nadie se comunica conmigo. La situación supone muchas preguntas, un sistema médico europeo se ve en la auténtica necesidad de no atenderte, ¿Por qué no nos hicieron el test? Porque no hay, los hospitales están saturados, atienden a personas con un alto riesgo de muerte, el resto los envían a casa y es que no hay nada más qué hacer; si pasa aquí, ¿lo imaginan en Latinoamérica?
Ya llevamos 16 días confinados, el gobierno pide al congreso prorrogar otros 15 días y los resultados son alarmantes: 56197 casos confirmados de los cuales han fallecido 4145 y se han recuperado 7015 ; si comparamos estas cifras con Colombia es para ponerse a llorar, haciendo un pronóstico de lo que sucederá; sólo hace falta googlear un poco para darse cuenta que el porcentaje de contraer el virus el Colombia es incluso más alto que en España, habiendo más portadores aquí, ¿por qué? Es simple, las cifras lo dicen todo, el primer caso fue el 6 de marzo y desde ahí se fue multiplicando con mucha más rapidez que en otros países, hoy ya hay 470 casos, en 20 días.
Los colombianos están tomando esto como lo hice yo en un inicio, ahora estoy encerrada, enferma y sin poder saber siquiera si soy portadora del virus porque no hay test para hacerme, ni hospitales que me reciban con rapidez y confianza. Olvidamos que la muerte y la enfermedad no respeta territorio, nombre o religión; sino, el príncipe Carlos de inglaterra nos está timando, probablemente a él no le suceda nada, él no vive en Chocó ni en el Cauca, en donde ahora, como vemos las cosas, la población no sólo morirá de malaria o la enfermedad diarreica aguda, sino también de Covid-19. Y si parece aun que es una región muy lejana, en Bogotá ya hay 170 casos, en Antioquia 59, el Valle del cauca 71 y la lista sigue, no esperemos a ser Italia, U.S.A o España, porque si nos lo proponemos, en esto sí que podremos superarlos.