Fueron cuatro meses de ensayos, de un ejercicio armónico de convivencia, antes de que las voces de los exguerrilleros, exparamilitares y víctimas debutaran al unísono.
Con el pelo rojo escarlata cubierto bajo un gorro de Navidad, Jefferson Andrade se estrenó en un coro que parecía impensable. Sus hoy compañeros de canto fueron enemigos o víctimas de la guerrilla con la que luchó por años en Colombia.
En un centro comercial de la ciudad de Medellín, se escuchó por primera vez esta semana el Coro Reconciliación, la iniciativa que pretende aliviar con villancicos las heridas que se han ido acumulando a lo largo de medio siglo de enfrentamientos.
Fueron cuatro meses de ensayos, de un ejercicio armónico de convivencia, antes de que las voces de los exguerrilleros, exparamilitares y víctimas debutaran al unísono.
“Fui creciendo con esa violencia (…), ni imaginaba siquiera tocar un lapicero para escribir un poema, o escribir una letra, una canción”, evoca Andrade, un afrocolombiano de 25 años.
Acompañados de 68 músicos profesionales, el Coro Reconciliación reúne a 22 coristas que antes eran o los deudos o verdugos de la misma guerra interna. Aunque ninguno aquí sufrió de manera directa las acciones de otro, todos representan el sufrimiento.
El sufrimiento que también han padecido más de ocho millones de víctimas de la prolongada conflagración colombiana, que en seis décadas ha enfrentado a guerrillas, paramilitares, narcos y agentes estatales.
Historias mezcladas
Andrade, por ejemplo, nació en el empobrecido departamento de Chocó (noroeste). A los diez años ingresó -aunque a ojos del Estado fue reclutado- a las filas del Ejército de Liberación Nacional (ELN), la última guerrilla activa tras la firma de la paz con las FARC en 2016.
Peleó durante seis años, pero el todavía adolescente extrañaba tanto a su familia que un día se entregó a las autoridades. El público sabe que en frente tiene al Coro Reconciliación y más que sus voces, con sus aplausos celebra el gesto.
“La orquesta filarmónica (de Medellín) nos ha dado la oportunidad, nos ha abierto las puertas, nos ha abierto el corazón, para nosotros (poder) participar en esta Navidad con ellos”, agradece. “Es una alegría que no puede uno explicar”.
El coro de víctimas y victimarios nació hace un año por iniciativa de la filarmónica y de los organismos oficiales responsables de la reintegración de excombatientes y reparación de las víctimas.
“Nosotros teníamos un poco de miedo de cómo iban a ser esas interacciones, si iba a haber algo de recelos, (pero) nunca pasó nada por el estilo”, señala María Catalina Prieto, subdirectora de programación de la orquesta.
El profesor de canto cuidó que los alumnos se mezclaran sin importar circunstancias.
María Isabel Palacio, quien asegura haber sido víctima de las FARC, la guerrilla que mató a su padre y hermano en 1988, cree en la sanación colectiva.
El que fue el grupo rebelde más poderoso de América ya empezó a responder por los peores crímenes cometidos durante su alzamiento armado de medio siglo como parte de su compromiso con el pacto de paz.
“Le puse amor porque consideré que allí estaba mi descanso, mi tranquilidad. Y allí lo encontré”, declaró la corista a la AFP al bajar del escenario.
Para Andrade, el coro también es la oportunidad de ser visto con más condescendencia: “En algunas ocasiones a uno le da miedo hablar (…) pero lo que estamos haciendo es para que también la gente vea que nosotros somos personas, tenemos sentimientos y también podemos hacer muchas cosas”.