Así lo dijo José Flavio Mosquera quien, luego de más de 10 años de no visitar su tierra natal, Bojayá (Chocó), llegó a despedir por última vez a su hermano, una de las víctimas de la masacre ocurrida en 2002.
Fuertes y largos abrazos, lágrimas y un profundo sentimiento de hermandad es lo que recibe un bojayaseño cuando regresa a su tierra, en el puerto ubicado sobre el río Atrato, en las calles y en cada uno de los rincones de la nueva cabecera municipal de Bojayá, la Nueva Bellavista, construida cerca de la antigua, que fue destrozada por la masacre.
Es el caso de José Flavio Mosquera, quien luego de descender del avión que lo trajo hasta el aeropuerto de Vigía del Fuerte -población ubicada al frente, cruzando el río- afirmó con cierto desconsuelo “¡nuevamente aquí otra vez!”, y se mojó todo el cuerpo con agua del Atrato que aplicó con sus manos. Ese es el río que lo vio nacer, que lo vio crecer y, como dice él, “que fue testigo de cosas duras y difíciles, como fue la guerra, la toma del 2002 de Bellavista”.
Al mirar hacia el otro lado del río, José Flavio dice con nostalgia y frustración: “Del Atrato y de Bellavista viejo, me quedan muchos recuerdos, porque allí quedaba un municipio bello y hoy solamente quedan desechos”.
Esa toma del 2 de mayo, por parte de dos grupos armados ilegales enfrentados, las Farc y los paramilitares, se convirtió en una masacre que jamás se le borra de la memoria de José Flavio. Es la fecha en la que la guerra le arrebató a su hermano: “De ese día recuerdo muerte, llanto, sangre que corría por las calles”.
Luego de diez años de no visitar su tierra, él llegó a recibir y despedir por última vez, a su hermano Jimmy Mosquera Palacios, quien murió en la iglesia San Pablo, con otras 78 personas que se resguardaban allí, cuando una pipeta de gas, lanzada por las Farc en medio de un enfrentamiento con los paramilitares, les cayera encima.
El artefacto explosivo fue lanzado en medio de un enfrentamiento entre el Bloque Elmer Cárdenas de las Autodefensas Unidas de Colombia y miembros de las Farc pertenecientes a los frentes 5, 34 y 57 del Bloque Móvil José María Córdova.
“Después de 17 años voy a descansar por fin, después de 17 años voy a saber en dónde va a quedar enterrado el cuerpo de mi hermano, ni siquiera el cuerpo, los restos, ya la madre de uno va a descansar va a saber dónde va a quedar, por ese lado uno siente alegría”.