Las recomendaciones de la Comisión de la Verdad para que se garantice la no repetición de los hechos

La Comisión de la Verdad hizo la primera entrega de la primera entrega del documento final donde recopila los hechos violentos ocurridos en los últimos 50 años vividos en Colombia.

El acto celebrado en frente de miles de ciudadanos contó con la presencia del presidente electo, Gustavo Petro, a quien le fue entregado las recomendaciones finales que hace la Comisión a los gobiernos venideros y al mismo Estado para que se garantice la no repetición de los hechos.

Como primera recomendación, el Padre Francisco de Roux, presidente de la Comisión de la Verdad, pidió a los colombianos rechazar cada muerte violenta que se presente en nuestro país, para que logremos poner la vida de los humanos y de la naturaleza en el centro y por delante de todo interés particular. Que ningún colombiano tenga que huir al exilio para proteger su vida.

  • A todo el pueblo colombiano, reconocer a las víctimas del conflicto armado en su dolor, dignidad y resistencias; reconocer la injusticia de lo vivido y el trauma colectivo que compartimos como sociedad, y comprometernos con la reparación integral y transformadora de los más de 9 millones de víctimas del conflicto armado interno.
  • Mirar críticamente la historia desde una perspectiva que le dé un lugar a la presencia constante de la memoria para la construcción de paz y la no repetición, de forma que comprometa al Estado y a la sociedad en su conjunto y aporte al fortalecimiento de valores democráticos.
  • A los jóvenes, encarar la verdad de las causas y los horrores del conflicto armado y construir la nación nueva que está en sus manos, porque ustedes son el futuro. Les pedimos no colaborar en nada que profundice la muerte, el odio y la desesperanza y ser los líderes en la puesta en marcha de las recomendaciones que entrega la Comisión. Convocatoria a la paz grande.
  • A la sociedad y el Estado, implementar de manera integral el Acuerdo Final de Paz y avanzar hacia el consenso sobre las transformaciones necesarias para superar los factores que han facilitado la reproducción de los ciclos de violencia. Y hacerlo partiendo de la convivencia en los territorios a través de la reconstrucción de la confianza de los ciudadanos entre sí mismos y con las instituciones, y siempre en la perspectiva nacional de la paz grande.
  • Al Estado, partir de la verdad de que cada día de guerra aleja la posibilidad de la convivencia y la gobernabilidad; tomar la iniciativa para la paz con el Eln y otros grupos armados, y buscar con los demás grupos ilegales diálogo para la negociación o el sometimiento a la justicia.
  • A las organizaciones que no aceptan la legitimidad del Estado, así como al Eln, las disidencias y los demás grupos insurgentes que continúan en la guerra, escuchar el clamor del pueblo que pide «parar la guerra ya desde todos los lados» y ponerse en la ruta del diálogo hasta llegar a la paz, dentro de la diversidad de metodologías y situaciones regionales.
  • A todos los estamentos sociales y políticos, profundizar la democracia mediante la exclusión definitiva de las armas del escenario venerable de lo público y poner en marcha una reforma que abra espacios para sectores y grupos excluidos, en una democracia representativa que refleje la pluralidad territorial y étnica del país y que tenga en el centro el diálogo deliberativo, con la participación ciudadana directa y la movilización como herramientas Algunos elementos del contexto explicativo fundamentales para garantizar los derechos, el restablecimiento del tejido social, la construcción de confianza institucional y el rechazo definitivo a la violencia contra quienes piensan distinto.
  • A los estamentos de justicia, frenar la impunidad, reconstruir la confianza en el Estado y garantizar la imparcialidad e independencia de los entes de investigación y juzgamiento; proteger a los funcionarios judiciales, a las víctimas y a quienes participen en los procesos, y esclarecer la criminalidad organizada y sancionar a los responsables.
  • Al Gobierno, la fuerza pública, los partidos políticos, los empresarios, las iglesias, los educadores y demás decisores en Colombia, reconocer la penetración del narcotráfico en la cultura, el Estado, la política y la economía y la forma como la guerra contra las drogas configura uno de los principales factores de la persistencia del conflicto. Les pedimos desarrollar mecanismos de investigación que permitan enfrentar con verdadera eficacia tanto el sistema de alianzas e intereses involucrados en el narcotráfico como la judicialización de los aparatos políticos, financieros y armados que lo hacen posible, así como cambiar la política hacia el campesinado y los eslabones más débiles de la cadena para superar problemas estructurales de pobreza, exclusión y estigmatización.
  • Al Estado y la sociedad, establecer una nueva visión de la seguridad para la construcción de paz como bien público centrado en las personas, en la cual la protección de todos los seres humanos y de la naturaleza sea lo primero; una visión en la que la seguridad deje de estar restringida a lo militar y se construya desde la confianza colectiva, con el apoyo de todas las instancias del Estado a las formas en que las comunidades, las etnias y los territorios construyen convivencia, sobre la base de diálogos entre los ciudadanos y las instituciones, para hacer las transformaciones necesarias en el Estado, las Fuerzas Militares, la Policía y las organizaciones de la sociedad civil, como un elemento fundamental para la paz.
  • A la burocracia estatal y los administradores públicos y privados, rechazar y acabar la corrupción en los distintos niveles, romper hábitos y complicidades y actuar con determinación en el control ciudadano y la sanción eficaz de las leyes para detenerla.
  • Al Estado, la sociedad y, particularmente, al empresariado de los grandes proyectos industriales y financieros, dar prioridad a la garantía de las condiciones de bienestar y vida digna de las personas y las comunidades, sin exclusiones, desde una visión compartida de futuro para superar las desigualdades estructurales que hacen de este país uno de los más inequitativos del mundo en la concentración de los ingresos, la riqueza y la tierra. Y que la inversión estatal, empresarial y financiera se incorporen a la creatividad y la pasión de la juventud popular y del campo, que exige ser parte de la producción de la vida querida por todos los colombianos. Algunos elementos del contexto explicativo
  • A todos los colombianos, dar a los campesinos el reconocimiento inmenso que tienen para la vida de Colombia, asegurarles la redistribución equitativa de la tierra, la prevención y reversión del despojo, el catastro multimodal, las condiciones para la producción sostenible, el acceso a bienes y servicios públicos –incluida la educación de alta calidad pertinente para la ruralidad, la seguridad y la justicia– y las condiciones que necesitan para el cuidado de los ecosistemas, del agua, de la tierra y de las especies nativas.
  • A toda la nación, superar el racismo estructural, el colonialismo y la exclusión injusta e inmensamente torpe que se ha infligido a indígenas, afrocolombianos, raizales y pueblos rrom, golpeados de manera desproporcionada por la guerra, y hacer de sus culturas y tradiciones parte sustantiva indispensable de la identidad de todos nosotros y nosotras como colombianos. Condición sine qua non para vivir en tranquilidad, justicia y paz.
  • A todas y todos, respetar las diferencias en igualdad de dignidad de mujeres, personas LGBTIQ+, niñas, niños, adolescentes y jóvenes, personas en situación de discapacidad o diversidad funcional y de la tercera edad, a quienes el conflicto armado causó impactos particularmente brutales.
  • A las naciones amigas de Colombia –a quienes reconocemos y agradecemos el acompañamiento a las víctimas en los territorios, la ayuda humanitaria y en derechos humanos y su contribución a la paz–, les pedimos dar este paso: ayudar a que Colombia sea un ejemplo de reconciliación en el mundo Convocatoria a la paz grande y dejar de vernos como un país que sobrevive en «modo guerra» y que necesita apoyos militares que perpetúan el conflicto. Hemos sufrido 60 años de victimización violenta y pedimos que no nos den nada para la guerra. No la queremos. No queremos guerra en ninguna parte del mundo. Apóyennos en todo lo que hace florecer la vida y la naturaleza, la confianza ciudadana y la economía, en armonía con la riqueza natural de esta tierra; apóyennos en la amistad de las naciones que respeta las diferencias en una comunidad internacional que comparte la casa común del planeta.
  • A la sociedad en su conjunto, asumir el compromiso de un cambio profundo en los elementos culturales que nos llevaron a la incapacidad de reconocer al Otro y a la Otra como seres humanos de igual dignidad; construir en el diálogo, desde las diferencias y tradiciones espirituales y concepciones de vida, una ética pública en la que nos reconozcamos simplemente como personas, ciudadanas y ciudadanos, en un nosotros colectivo de nación, y emprendamos las transformaciones en lo institucional, lo normativo y, particularmente, lo personal y cotidiano; y desinstalar las narrativas de odio, discriminación y estigmatización, para instaurar a cambio la confianza y la pasión por un futuro de esperanzas compartidas y vida plena que les debemos a las generaciones futuras de Colombia.
  • A los líderes religiosos, reflexionar ante el vacío y la perplejidad espirituales de un pueblo de tradiciones de fe, sumido en una crisis humanitaria de odios, desconfianzas y muerte y atrapado en los Algunos elementos del contexto explicativo 59 comportamientos de la guerra, y tomar con valor la misión de reconciliación de la Iglesia católica con las demás iglesias y con los sabios y ancianos –hombres y mujeres– de las tradiciones indígenas y afrocolombianas.
  • Al hacer referencia al episodio de los Falsos Positivos, de Roux dijo: “Si hubieran sido 10 “falsos positivos” sería gravísimo, si hubieran sido cientos sería motivo para pedir un cambio de ejército. El sentido de esos soldados era hacer lo que la institución quería; vender con publicidad a la muerte y defender a los perpetradores”.

El acto se celebró en el Teatro Jorge Eliecer Gaitán de Bogotá. El gran ausente fue el presidente de la república, Iván Duque, quien se encuentra de gira internacional.

 

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