Este miércoles 14 de noviembre se cumplen cien días de la llegada de Iván Duque a la Casa de Nariño, y aunque es poco tiempo para calificar de fondo su Gobierno, hacemos un análisis segmentado sobre lo bueno, lo malo y lo feo que ha tenido la gestión del hombre que llegó al poder con los votos del uribismo.
Lo bueno: su espíritu conciliador y su cercanía con la gente
Desde que llegó a la Casa de Nariño el pasado 7 de agosto, el presidente Iván Duque se ha propuesto bajarle el nivel de polarización al debate político que en los últimos ocho años en el país estuvo enfrascado en la pelea entre “santistas” y “uribistas”.
Además, en los últimos cien días el primer mandatario ha liderado a lo largo y ancho del territorio nacional, 15 talleres comunitarios muy similares a los de su mentor, Álvaro Uribe, con los que ha tenido un contacto directo con la gente. Los talleres “Construyendo País” se han convertido en la herramienta de Duque para ganarse a las regiones porque se sienten escuchadas.
Otro punto a destacar en estos primero cien días de Gobierno de Duque, muy contrario a lo que muchos creían, sería la intención de no hacer trizas los acuerdos de paz. El mandatario ha dicho que respetará lo pactado y ha ratificado ese discurso en escenarios internacionales como la Asamblea General de Naciones Unidas.
Lo malo: su débil relación con el Congreso
En estos primeros cien días el Gobierno se raja en su relación con el legislativo, tal vez sea por la negativa del presidente a repartir la muy cuestionada “mermelada”, o que los congresistas le estén cobrando a Duque su inexperiencia.
Lo cierto es que es el ejecutivo no la tiene fácil para sacar adelante las numerosas reformas trascendentales que ha radicado en el Congreso, sin mencionar que en este tiempo ha acumulado varias derrotas en temas como el paquete anticorrupción y la reforma a la Justicia.
Lo feo: los nombramientos de gente cuestionada
Durante este periodo el presidente Iván Duque se ha dedicado a defender varios nombramientos que han sido fuertemente cuestionado por la opinión pública.
El primero fue el del ministro de Hacienda, Alberto Carrasquilla, a quien Duque anunció pocos días después de ganar las elecciones y ratificó el pasado 7 de agosto.
Posteriormente, el presidente “metió las manos al fuego” por Claudia Ortiz a quien le dio el beneplácito para dirigir la Agencia de Desarrollo Rural, previamente el mandatario había descartado a Ortiz para dirigir la Unidad Nacional de Protección por el fuerte rechazo que generó.
Otro nombramiento cuestionado por la opinión pública fue el del embajador ante la OEA, Alejandro Ordóñez, a quien Duque defendió con capa y espada.