Las vidas de Juan Manuel Santos, expresidente de Colombia, y de Ingrid Betancourt, excandidata presidencial y víctima de más de seis años de secuestro a manos de las FARC, están “entrelazadas”. Así al menos lo ven ellos, dos aliados y “amigos” que comparten una visión común sobre la “hostilidad” del Gobierno de Iván Duque con un acuerdo de paz frente al que, según Santos, se estarían agitando el “miedo” y las “mentiras” solo con fines políticos.
Ambos han visitado Madrid para presentar ‘Una conversación pendiente’ (Editorial Planeta), un diálogo en forma de libro moderado por el periodista Juan Carlos Torres y en el que repasan parte de su historia, la personal y la compartida. Se profesan una admiración que se remonta a las amistades de sus respectivas familias, a una primera colaboración ya en política y a una operación militar, de nombre Jaque, que permitió a Betancourt salir de la selva en julio de 2008, cuando Santos era ministro de Defensa.
El expresidente alaba en una entrevista a Europa Press la “entereza” y la “capacidad para perdonar y reconciliarse” de su “amiga”, a la que considera “un ejemplo para Colombia y para el mundo” por anteponer el interés de Colombia en favor de la paz por encima de cualquier otra consideración personal. “Sufrió como pocas víctimas”, apunta, al recordar los calvarios y torturas de su cautiverio.
“Desde el punto de vista personal, obviamente tengo emociones y recuerdos que son difíciles, pero desde el punto de vista de responsabilidad con mi país es primordial que cumplamos el acuerdo con las FARC”, apostilla Betancourt. A su juicio, está en juego “la palabra empeñada” y no conviene desanimarse por los obstáculos de “un camino largo”.
El de Iván Duque, sin embargo, ha sido un Gobierno “hostil” para el acuerdo, un término en el que ambos coinciden. Betancourt recuerda que ya en campaña el actual presidente prometió “desbaratar” los compromisos suscritos en 2016, pero cree que tras llegar al poder si dio cuenta “de que no puede”, ni en términos jurídicos –el acuerdo está blindado por 15 años– ni políticos.
En este sentido, considera que al margen de “voces cantantes” como la de Duque “hay mucha fuerza en Colombia a favor del acuerdo”, lo que ha llevado al Gobierno a un cambio de “narrativa” para presentarse incluso en el otro lado, “como los que más han apoyado” el texto promovido en su día por Santos y por el que éste fue reconocido con el premio Nobel de la Paz.
“¿Quién puede estar en contra de la Paz?”
El antiguo mandatario subraya que “el acuerdo ha resistido” a una hostilidad que atribuye a razones “eminentemente políticas”. “¿Quién puede estar en contra de la paz? Es como estar en contra de la belleza, de la juventud”, señala, para acto seguido indicar también que la amplia mayoría de las reformas planteadas por los detractores del acuerdo tras el fallido referéndum se incorporaron a la que versión que terminaría siendo definitiva.
Para Santos, “hoy en día no hay ninguna razón lógica, de peso, para oponerse al acuerdo”, por lo que sólo entiende que se quiera torpedear para “ganar adeptos” y, en última instancia conservar el poder, con “mentiras” y con “miedo”. El “fantasma” del miedo, agrega, hace que la gente sea “manipulable”.
Betancourt, por su parte, ve igualmente una “ideologización” que trasciende al hecho en sí de los compromisos suscritos y que en última instancia replica la “plancha de plomo” del nepotismo y la corrupción que seguiría lastrando Colombia: “Agarrarse al poder para el beneficio de los amigos”.
Por eso dice sentirse “tan cercana a Juan Manuel”, porque “cuando él tuvo el poder lo usó”, y no en beneficio propio sino para “partir en dos” la historia de Colombia y poner fin a medio siglo de conflicto armado. Así, entiende que al margen de mensajes grandilocuentes el consenso social es claro: “Sí, queremos la paz”.
Elecciones en 2022
De cara al futuro, Santos espera que los próximos gobiernos “se comprometan con más entusiasmo” a poner en práctica los compromisos firmados, “porque en ese acuerdo están las soluciones a los problemas que tiene el país”, por ejemplo la desigualdad en el ámbito agrario, las reformas políticas y electorales o la lucha contra el narcotráfico.
Tanto Santos como Betancourt ven en las recientes protestas contra el Gobierno de Duque un trasfondo de malestar que, entre otras razones, atribuyen a problemas que podrían haber comenzado a resolverse con una puesta en marcha más ágil de determinados puntos del acuerdo.
Critican la “polarización” de una política que, en palabras de Santos, debería comenzar a “aceptar las diferencias y reconocer al que es diferente”. “El mundo debería recuperar palabras que para cualquier convivencia en sociedad son fundamentales como la moderación y la tolerancia”, esgrime.
Betancourt opina que esta polarización sirve para “mantener unos sistemas abusivos y de corrupción”, una “maquinaria de superpoderes” que hace que los colombianos de a pie también estén “secuestrados” por “fuerzas que no dejan que el país avance”. Por este motivo, cree que es momento de “salir de esa especie de karma donde nos toca elegir el menos malo”.
Colombia celebrará en 2022 unas elecciones presidenciales en las que, a falta de conocer la terna exacta de candidatos, Betancourt apuesta por “ser creativos en política” y no oculta su optimismo por una opción “de esperanza”, en pleno debate sobre el papel que puede desempeñar su figura dentro de la denominada Coalición de la Esperanza.
“Hay muchos candidatos muy buenos en el centro”, añade, partidaria de “actuar en colectivo” pero ambigua en lo referente a su futuro político personal. Betancourt dice sentirse “muy cerca de Colombia” pese a su lejanía geográfica –reside de forma habitual en Francia– y cita como “obsesión” el bienestar del país.
Interrogada por una hipotética candidatura presidencial, responde: “No me lo planteo, no creo que esté en la agenda”. “Tampoco descarto nada”, añade a continuación, “pero no es eso como lo pienso”.
Santos no quiere valorar esta posibilidad –“no está de candidata”–, pero no escatima elogios para “una persona extraordinaria en todos los sentidos”.
Violencia guerrillera
El acuerdo de paz con las FARC no ha logrado calmar del todo la violencia en Colombia, donde siguen activos grupos disidentes contrarios a los compromisos de hace cinco años y un Ejército de Liberación Nacional (ELN) que Santos dejó “iniciado” y el Gobierno de Duque “no continuó”.
“Ojalá se pueda establecer un proceso para incorporarlos a la democracia como se hizo con las FARC”, confía, a pesar de que la actual Administración ya ha dejado claro que no hará ninguna concesión.
Santos, no obstante, diferencia al ELN de las disidencias de las FARC, a las que describe como “bandas criminales que se dedican al narcotráfico” y que “no tienen nada que ver con razones políticas”.
Betancourt aboga igualmente por establecer “una línea de participación” entre ambos desafíos, ya que frente a la “ventana abierta” que pueda existir con las ELN, hay otros grupos que “tienen que ser enfrentados”.