Adriana Patricia Corredor fue una de las científicas galardonadas por el premio ‘Para las mujeres en la ciencia’ que fomenta L’OREAL. Este reconocimiento hace parte de la iniciativa global For Women in Science, que lleva 25 años promoviendo la equidad de género desde la ciencia.
Este galardón se entrega con el apoyo también del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación, ICETEX, y la UNESCO.
Para este año se entregarán 10 becas por un valor de 39 millones de pesos. La convocatoria estará hasta el 31 de agosto de 2023. Las científicas colombianas interesadas en participar podrán postularse a través de www.forwomeninscience.com.
Para tener un panorama profundo acerca de la importancia de este premio, Confidencial Colombia se contactó con Corredor, bogotana de 42 años y madre Juana, una niña de 9 años que ve en ella su máximo referente en la ciencia. A continuación, lo que nos dijo.
¿Después de qué se graduó en el colegio, qué la enfocó a estudiar el tema de la ciencia?
Quería estudiar algo que tuviera que ver con ingeniería o con ciencia de la salud y cuando dije ciencias de la salud Medicina es lo que uno tenía en la cabeza.
¿Quién la ayudó con la carrera?
Finalmente, no entre a estudiar Medicina, entré a Bacteriología en la Universidad Colegio Mayor de Cundinamarca, ni siquiera sabía que existía esa carrera. Mi mami un día llego con un formulario y me dijo: “Te compre este formulario”, y yo: “Mami, pero esa universidad qué, solo hay niñas. Vengo de un colegio de niñas a una Universidad de niñas, ¿y además eso para qué?, ¿qué hacen las Bacteriólogas?”. “Pues ahí vera si lo deja perder”, me dijo mi mami. Entonces me presenté a esa Universidad. Soy muy puntual y ese día por el trancón en el Centro llegué como dos horas más tarde y el vigilante no me dejaba entrar. Me dijo: “ya tiene que esperar después de almuerzo”. Así fue, esperé dos horas sentada en el andén y después logré hablar con una de las señoras del Mayor. Finalmente pasé a la Universidad, que también fue un logro porque en esa Universidad se presenta un montón de gente y no hay tantos cupos. Estudié Bacteriología y fui a prácticas y dije “yo no me quiero dedicar a esto el resto de mi vida”.
A un año de terminar la carrera, escogí hacer prácticas profesionales en el Instituto Nacional de Salud y allá conocí un grupo de investigación que trabajaba en Neurociencia en virus de rabia. Ese grupo de investigación fue el que me abrió el panorama completamente porque entendí que el rol de un bacteriólogo no solamente estaba en un laboratorio clínico, sino que podía estar en el mundo de la investigación y en la virología. Estoy también haciendo investigación con el mismo tema. Incluso en el pregrado, el proyecto que trabajé con ellos, lo presentamos a un congreso Nacional de Virología y gané el premio a mejor trabajo de investigación en ese momento.
¿Después del pregrado que vino?
Yo me graduó de bacteriología, y el grupo de investigación me dice: “Siga trabajando con nosotros en la Universidad del Bosque”. Entonces trabajé en la Universidad del Bosque en el Instituto de Virológica un año con ellos; luego, busqué sitios de investigación en virus y cosas así. Busqué el CDIM (Centro Internacional de Entrenamiento Investigaciones Médicas) en Cali. Me presenté a una entrevista, pasé y me fui a vivir a Cali
¿Cuánto duró en Cali?
Casi 4 años. Trabajé con VIH, que también fue un aprendizaje para mí desde todos los puntos de vista y todo fue increíble. En Cali quise hacer la maestría, pero no podía estudiar en allá porque no me alcanzaba el dinero. Me devolví a Bogotá a vivir en la casa de mis papás para poder estudiar. Empecé a buscar trabajo en Bogotá y me salió en el ICA. Trabajaba en el área de porcinos con virus de pez de porcina. Luego a los 9 meses me contactaron de la Universidad Nacional y me ofrecieron que me vinculara a un proyecto de investigación grandísimo que tenían con el Ministerio de Agricultura de 4.000 millones de pesos. Me fui a trabajar con ellos y dije: “Ahora sí tengo que hacer la maestría” y empecé a presentarme a la Universidad Autónoma de Barcelona la maestría allá. Después me puse a razonar conmigo misma y me di una achant,ada tenaz. En la Nacional no podía, porque trabajaba allí y hacer la maestría en la Nacional es para gente que no trabaja, porque las clases son así todas extensivas; tocó en una privada y saqué un préstamo por Icetex para la Javeriana. Era muy acelerada, pero ya le he bajado el ritmo. Trabajaba en la Nacional y salía como una loca a clase en la Javeriana y siempre llegaba con la lengua a fuera en las clases en la Javeriana. Hice la tesis de maestría y la terminé, trabajé unos dos años e iba por el doctorado.
Terminé la maestría y Juana nació en 2014. Cuando quedé embarazada, sabía que quería hacer el doctorado y empecé a caminar sobrepeso. Juana fue prematura. Me presenté al doctorado de la Javeriana y participé por una beca para. Cuando inicio el doctorado en la Javeriana, Juana tenía 6 meses de nacida. Estaba super chiquita.
¿Cómo logró sobrellevaba el estar embarazada y ser mamá a la vez?
Siempre resalto la red de apoyo que uno tiene que es la familia. Mi esposo en ese momento, mis papás y mis hermanas siempre me ayudaron con la niña, pero claro yo también sabía que tenía una responsabilidad, quería vivir esa fase como mama, no quería ser esas mamás que no ven a sus hijos nunca. Salía de clase y me iba rápido para estar con mi hija y así sucesivamente
¿En qué contexto termina el doctoradp?
Me demoré los cuatro años exactamente, en 2019. Fue mi papi, mi mami, mi hija y mi esposo en ese momento a acompañarme, pues era un logro. Lloraba de pasar en recibir el cartón y esa lucha que en principio me di, pero no me la hubiera podido dar sin esa red de apoyo de ellos.
¿Qué siguió tras el doctorado?
Al día siguiente ya estaba trabajando en la Universidad ECCI. Era profesora de la Universidad desde la investigación. Aquí he estado trabajando desde ese entonces, y gracias a Dios, al trabajo con esfuerzo se han venido logrando un montón de cosas.
¿Cómo vivió el ser mamá y profesora durante la pandemia?
Como todos, encerrados en la casa y entendiendo las nuevas dinámicas de vida. Mi labor de profesora seguía dándose de manera virtual, trabajando en escribir nuevas propuestas de investigación. Para mí -gracias a Dios- fue un momento de muchas bendiciones, porque en ese momento fue cuando finalmente lancé la aplicación para participar en la convocatoria Mujeres en Ciencia de 2020. También participé en colaboración con dos universidades más para un proyecto financiado por el sistema de general de regalías de la pandemia y el resultado fue que las dos cosas tuvieron bonito final porque me informaron que para el caso de Mujeres en Ciencias había sido una de las galardonadas, fuimos 14 las galardonadas. Por otro lado, ganamos el proyecto de regalías y eso nos dio una gran inyección de dinero acá en la ECCI para armar el laboratorio nivel de bioseguridad 3, del cual me siento orgullosa porque fui la cabeza de esa propuesta.
¿Qué se viene a futuro?
Seguimos trabajando en proyectos de investigación. Sigo trabajando en virus zoonóticos que es lo que me ha movido en los últimos años. Tengo ideas de seguirme moviendo por esa área de investigación, formación de recursos humanos. A nivel laboral, comenzar a explotar este laboratorio nuevo que tenemos con investigaciones de alto impacto en virus zoonóticos, que es lo que les digo en lo que nos queremos mover ahora mismo.
¿Cuál es ese mensaje les deja a esas mujeres que se quieren instruir desde su enfoque y experiencia de vida?
El camino que cada uno puede recorrer definitivamente es diferente. Yo creo que es mejor enfocarte en tu camino en vez de compararte con otras mujeres u otras personas que están en la ciencia. Cada uno transita su camino con diferentes piedras. Lo importante es saber hacia dónde vas. Importantísima una red de apoyo como la que yo les mocioné y ahora mismo mi hija es mi fan, es super orgullosa, científica y también ama la ciencia. Si es lo que quieres hacer, halla la forma de lograrlo, siempre habrá la forma. Hay problemas de dinero, de tiempo, incluso hasta el aprendizaje con el que venimos. Particularmente, creo que la generación mía tuvo menos herramientas para entender la ciencia como se debe entender. La generación de Juana va 10 pasos adelante; yo me demoré un montón de tiempo para entender lo que Juana entiende hoy. Lo que creo ahorita es que todos lo podemos lograr. La educación de los niños desde el jardín debería fomentar esa cultura científica: por ejemplo, Juana se metió una vez en robótica, y decían que no había niñas ahí y que tienen que estar en ballet. Ella me preguntaba: “Mamá, será que soy diferente porque yo quiero estar en robótica”; y yo: “Qué mal que las profesoras desde el jardín no hagan entender esas cosas.
Si hubiera tenido la oportunidad de volver a escoger su profesión y no haber estado en la ciencia, ¿en qué se hubiera enfocado?
No sé. Al principio ni sabía qué iba a hacer. Hoy pienso lo que quiero hacer y soy feliz siendo investigadora, trabajando virología. Soy feliz haciendo lo que hay. Así uno no se gane dinero, digo que lo que necesito y estoy tranquila y feliz. Para mi este es un salario emocional que vale un monto.
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*Foto: Cortesía