“Toda la estructura parecía ocupar un ámbito propio, un espacio de soledad y de olvido, vedado a los vicios del tiempo y a las costumbres de los pájaros” (100 años de Soledad, Gabriel García Márquez. Gabo muestra lo que han vivido, viven y vivirán (al menos en el futuro próximo) varias regiones del país. Olvido de regiones, campesinos, mujeres, vedados a los vicios del tiempo.
Una guerra que azota desde nuestros mismos orígenes, en donde sus causas siguen siendo el olvido de las regiones, el “Bogocentrismo”, la dominación excluyente de elites regionales (conocidas como clanes), la absoluta inoperancia del Estado en la totalidad del territorio y la traición a lo pactado en los procesos de paz.
Desde el comienzo, hemos estado envueltos en enfrentamientos regionales. No nos habíamos independizado de España y comenzaba la guerra entre federalistas y centralistas o Patria boba (1812 – 1815), donde el gobierno del estado Libre de Cundinamarca, el centralista, se enfrentó a las Provincias Unidas de la Nueva Granada, los federalistas, lo cual llevó a la guerra, en la cual intervino Bolívar a nombre de los federalistas de Tunja, y posteriormente lo llevaría al exilio en Jamaica, después de su renuncia a las tropas en el caribe en 1815.
La Guerra de los supremos (1839 – 1841) nace cuando el congreso legisló para cerrar los conventos con menos de 8 frailes. Esto llevo a la creación de “Comandantes Supremos” donde cada uno tenía su ejército. Las regiones involucradas fueron: Tunja, Cartagena, Antioquia, Mariquita, Socorro, y Santa Marta. ¿les suena las repúblicas independientes de Guillermo León Valencia en la década del 60?
En el 1851, se dio una guerra civil que enfrentó a los terratenientes caucanos contra el presidente José Hilario López, por sus reformas liberales, y en 1854 otra guerra civil irrumpió cuando el presidente José María Melo no aceptó la victoria en las elecciones por parte de Tomas Herrera, representante de los Gólgota (facción radical del Partido Liberal), llevando a 11,000 soldados constitucionalistas del norte y el sur del país a rodear a 7,000 soldados melistas en Bogotá, que posteriormente derrotaron a los de la capital. Se repite el patrón de Bogotá vs. las regiones, o en tiempos actuales, Bogotá desconociendo a las regiones.
La guerra magna (1857 – 1877) duró 20 años y comenzó cuando el Estado Soberano de Santander en su afán de extenderse al Cauca, tomó las armas contra el gobierno central, encabezado por Mariano Ospina Pérez. Tomas Cipriano de Mosquera, entonces gobernador del Cauca donde se habían proclamado los Estados Unidos de la Nueva Granada, comenzó siendo derrotado en esta guerra, pero terminó victorioso al ser apoyado por los liberales radicales, tomando Bogotá e impulsando la constitución de 1863. Desde entonces, elites regionales enfrascándose en una guerra, y algunas con ambiciones nacionales.
Seguidamente, los liberales radicales del Estado Soberano de Santander entraron en guerra entre 1884 – 1885 debido a las cada vez más políticas centralistas de Rafael Núñez y su “Regeneración”. Con la victoria de este, se dio el impulso final para la constitución conservadora de 1886, la cual habría de durar un poco más de 100 años. Un ejemplo claro, de Bogotá y su instinto de supervivencia a través del marco político y jurídico (un exceso de leyes en muchos casos).
Para cerrar el siglo XIX, la Guerra de los mil días nace cuando el grupo belicista del partido liberal se declaró en rebelión contra el gobierno conservador a la cabeza de Manuel Antonio Sanclemente y su vicepresidente José Manuel Marroquín. Era claro que la Regeneración buscaba el cierre de espacios de participación a los liberales en todos los ámbitos de la sociedad (sumado la iglesia católica, ama y señora de la espiritualidad nacional).
Por esto, las regiones Santander, Tolima, Cauca y Panamá (que posteriormente se separaría) crearon sus propias rebeliones y con ellas sus ejércitos. Una figura clave fue Rafael Victor Zenon Uribe Uribe, quien se rindió con el tratado de Neerlandia en 1902.
En estos años, el gobierno de Sanclemente tenia como política no oficial, pero si aplicada, el exterminio o el exilio del liberalismo y sus representantes (¿desaparición de la UP en los 80? ¿actual asesinato de líderes de derechos humanos? ¿persecución a oposición en los 80, 90, 2000 y en los 2010?). Ante estas razones, este sector del liberalismo veía muy probable ganar una contienda que permitiera, entre otras cosas, la aplicación de las reformas económicas y sociales que necesitaba el país.
A raíz de lo sangrienta de esta guerra, las 100.000 víctimas y el indulto ofrecido por el gobierno, se hicieron los tratados de Neerlandia, Chinácota y Wisconsin. Fueron los 3 acuerdos de paz que pusieron fin a la Guerra de los Mil Días en Colombia, donde se rindieron los distintos ejércitos del país. Demostrando una vez más, la división absoluta del país entre las regiones y la falta de control por parte del gobierno central.
Ya en el siglo XX, se suma una variable mas a nuestra cadencia de guerra, paz, democracia y leguleyadas: traición a lo pactado. Según la Fundación Ideas para la Paz, históricamente la clase dirigente no ha tenido voluntad para hacer los cambios que el país requiere para que sea viable la reconciliación y la paz; los procesos de paz anteriores fracasaron porque fueron concebidos para desmovilizar los grupos insurgentes, y garantizar el estado actual.
En la década del 50, la época de La violencia (liberales vs. conservadores) las guerrillas liberales firmaron un acuerdo de paz que se limitó al desarme, la desmovilización y el trabajo para algunos de los excombatientes. Sin embargo, mientras que los principales dirigentes fueron asesinados, el arreglo de poder ni se tocó y la clase política se repartió el gobierno. Justo como los partidos políticos cambian de bando en cuestión de semanas (santistas ayer, duquistas hoy).
En ese mismo acuerdo, preservando el bienestar de los dirigentes, los campesinos, después de poner 300 mil muertos y que más de un millón perdiera sus tierras, no fueron compensados por los daños y perjuicios causados, en cambio los terratenientes se beneficiaron ampliando sus latifundios con nuevas propiedades.
Con la firma del acuerdo de paz en la década de los 80 entre el Gobierno y las FARC, aparece la Unión patriótica, donde apenas naciendo, se institucionalizó el genocidio de 3.500 de sus miembros. Así mismo, siguiendo nuestra tendencia de hacer acuerdos de paz para perpetuar la guerra, en 1990 se inicia el tercer proceso de paz que culmina con la desmovilización y desarme de 6 grupos con cerca de 5 mil guerrilleros. Al igual que en el proceso de la década 50, varios de sus dirigentes son asesinados, y algunos asimilados por el establecimiento a cambio de puestos públicos, curules parlamentarias, becas, carros y algunas mesadas. Los cambios del país nunca se hicieron…nuevamente.
La cereza en el pastel es el reciente acuerdo de paz firmado con las FARC en 2016. Este ha sido despedazado en los últimos años, no solo por las disidencias de las FARC sino por la incapacidad del Estado colombiano de cumplir los puntos acordados como: reforma rural integral o la reparación a las víctimas. En lugar de ver esto como una oportunidad de cerrar el ciclo de guerra, lo ven como una mera entrega de armas, abriendo uno nuevo ciclo de guerra, más degradada y mantener su estatus.
Ahora, la pregunta es: ¿creemos que este país realmente ha cambiado en 200 años de historia? Nuestros dirigentes, por quienes siempre votamos ¿harán algo distinto? ¿merecen estas personas más oportunidades? ¿creemos que la actual dirigencia es distinta a los Sanclementes, Ospinas, Núñez, etc?
“Y que todo lo escrito en ellos era irrepetible desde siempre y para siempre, porque las estirpes condenadas a cien años de soledad no tenían una segunda oportunidad sobre la tierra”. Gabo estaba equivocado, parece que ellos tienen oportunidades eternas.