Tiranía social Ustedes quizás son muy jóvenes para recordarlo, pero hubo un tiempo en el que por talla intelectual, experiencia, prestigio profesional o nivel formación, los políticos podían hacer cualquier cosa una vez que terminaban en el servicio público. Hoy en día, cualquier cosa puede ser político, y nada más que político. Se me vienen a la cabeza varias decenas que fuera de la política, en el sector privado, se morirían de hambre.
Claro que, por ser justos, eso se puede extender a otras muchas profesiones: educadores, músicos, juristas, filósofos, y por supuesto, los periodistas, que así de mal está la profesión de contar lo que pasa. Por alguna razón, mientras que el mundo evoluciona en una vía digital que asusta, algunas profesiones se van desprestigiando, ‘perreteando’ con el serio riesgo de caer en la caricatura total. ¿Estamos viviendo una involución intelectual? en mi opinión sí, lo que sucede es que se camufla con las herramientas digitales, que nos hacen sentir poderosos, o al menos ocupados.
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Y no es de extrañar si lo llevamos al enfoque de la educación: en general, el nivel de exigencia académica en los colegios y universidades públicas cayó sin límite en las últimas tres décadas. Dejaron de ser centros de formación integral o especializada para volverse centros de ‘igualación’, más doctrinarios que académicos o técnicos. El nivel general se rebajó varios peldaños. Se llega a más gente, pero la brecha es mucho mayor entre los mejor y los peor formados de una sociedad.
La aspiración legítima debería ser que todos nos igualemos por arriba, nunca por abajo, como está pasando. Debería ser de sentido común buscar la excelencia en la formación. Lo que sucede en la actualidad está lejos, más bien es repartir miserias intelectuales, y futuras económicas.
Tras décadas en esta espiral de dejadez intelectual pasa factura, sin duda. El primer efecto social considerable ha sido la del pérdida de espíritu crítico generalizado. La falta de cuestionamientos morales, sociales y propiamente del conocimiento, son un serio riesgo para el crecimiento de la sociedad. Lamentablemente es una minoría la que piensa y hace, en contraposición a una mayoría pasiva y con nulas ganas de tirar del carro.
Tiranía social
En este océano de escasa exigencia, los políticos mediocres se mueven como pez en el agua. Esta es una época en la que los servidores públicos son lobos con piel de cordero, la democracia es más bien una ‘tiranía’ disfrazada de una sensación de supuesta libertad donde cierta prensa difunde masivamente propaganda del poder en vez de información. Paradójicamente, el cuarto poder está alineado con el primer poder. Están lejos del pueblo y sus problemas.
Y la luna de miel de esos políticos populistas se acaba cuando se les termina el dinero de los que generan riqueza. Cuando la vaca se exprime y ya no da más leche, adiós sueño y adiós democracia real. No hay una mejor idea (ni más lucrativa e inmoral también, obviamente) que luchar por derechos sociales que ya se tienen, en nombre de opresiones que no existen, y a costa del dinero de aquellos a los que se califica de opresores. Eso dilapida miles de millones de nuestros impuestos cada año: la famosa corrupción.
El populismo es intrínseco a la política actual. Lo que pasa es que unos son más populistas que otros, así como también hay formadores mejores que otros, o periodistas más meticulosos, serios y honestos que otros, cada vez menos.