¿Saben por qué los populistas fundamentan su forma de gobierno en los dogmas? Porque los dogmas no se discuten. No hay espacio para el debate ni para los matices. Sólo se cumplen sin cuestionamientos. Si los políticos elevan sus decisiones a la categoría de dogmas evitarán incómodas oposiciones y muchas respuestas que dar. Así cuando a los ojos del pueblo, sólo el ‘líder supremo’ es capaz de resolver el problema que él mismo ha planteado, la jugada es redonda… Y ahora piensen si no lo vemos a diario en nuestra clase dirigente.
Decía el poeta y escritor norteamericano Walt Whitman que el mejor gobierno es el que “deja a la gente en paz durante más tiempo”. No sé si ustedes tengan la misma sensación de asfixia que yo, de sentir todo el día el aliento del poder en el cogote. Para casi cualquier cosa hay que pedir validación a ‘Papá Estado’. Es como ese padre controlador que no le quita el ojo al hijo adolescente ni cuando va al cine con la novia.
Y luego están las formas, la manera por las que intentan llevarnos al rebaño por el ‘buen’ redil. Esas formas son bastante más hipócritas que el trasfondo de las políticas. Así, por ejemplo:
Dudosas intenciones
A la mayoría de los que dicen ser progresistas no les importa el progreso, salvo el suyo propio y el de su entorno más cercano: endogamia comprensible en el sector privado, pero vergonzosa en el sector público. Esta corrupción está matando de éxito el sistema de 30 años a esta parte, engordando el Estado con deudas impagables a varias generaciones.
A la mayoría de las feministas de tercera ola, igualmente, no les importan las mujeres ni sus derechos, sino vivir como nunca hubieran soñado a costa de envenenar un discurso que las señale como incapaces y ciudadanas de segunda categoría. Curioso, se meten a ‘salvapatrias legisladoras’ cuando jurídicamente, hombres y mujeres, somos iguales ante la Ley desde hace décadas. De hecho, ahora lo que hay son muchas leyes que benefician a las mujeres por discriminación positiva.
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A los políticos populistas les importan bastante poco los pobres. Es más, cuando gobiernan, dejan un saldo mucho mayor de personas en condición vulnerable (tanto en cantidad como en nivel) respecto a cuando iniciaron su gobierno.
A muchos activistas LGTBIQ+ tampoco les importan los derechos de los homosexuales. Al igual que a muchos ‘ecologistas’ les importa un bledo el Planeta. La causa es parte de una estrategia de control social con el objetivo de tejer complejas redes de poder y subvenciones (Organismos Internacionales, ONG’s, universidad, empresas). Ni a las ONG’s o a los movimientos sociales les importan mejorar la calidad de vida de los inmigrantes ilegales o los colectivos históricamente más desfavorecidos. Sólo se aprovechan de las leyes para incrementar sus cuentas bancarias a costa de la desgracia humana.
Estamos rodeados de bandas organizadas manejadas por inmorales.
“Por nuestro bien”
Estos grupos no han mejorado la vida de las personas que supuestamente defienden. La colectivización no ha dado resultado. De hecho, el beneficio frente al costo de mantener este sistema ha sido residual. Un fracaso estrepitoso salvo, como dije, para los que viven de la causa. Todos estos, por el contrario, sí tienen algo en común. A todos les une el amor por el dinero y el poder. Son incapaces de tomar una decisión siempre “por el bien de la gente” sin inventarse un impuesto nuevo y sin restringir más las libertades individuales. Poco imaginativos.
¿Hay excepciones? Sí, claro que las hay. ¿Son la minoría estas excepciones?, seguro. Casos circunstanciales de vocaciones de servicio público muy fuertes, que el propio sistema los hace abandonar, o los arrincona y/o corrompe con el paso del tiempo. Ir en contra del sistema es demasiado difícil y la gente buena acaba dejando la política desencantada.
Falta de ejemplaridad
Pero a mí lo que más me molesta de todo esto, además, es la falta de coherencia, de ejemplaridad, que dan nuestros gobernantes. No hay nada que quieran prohibir a la sociedad que ellos no lo disfruten al máximo. Aplica eso de “haz lo que digo, no lo que yo hago”. Te prohíbo tener coche, tú mejor en bicicleta, pero yo no me bajo del avión privado, que contamina más en un trayecto que yo en 20 años; También dicen “No tengas hijos que es malo para el Planeta, es insostenible el crecimiento del ser humano a estos niveles”… mientras ellos procrean felices familias numerosas; “No comas carne de vaca”, pero espera que ellos en sus fiestas privadas comen carne de vaca como si no hubiera un mañana, y si es carne de Angus o de Kobe mejor que mejor; Vociferan “¡Qué insolidaria es la sanidad y la educación privada!”… Hasta que te das cuenta que ellos van a hospitales privados, y sus hijos estudian en colegios internacionales carísimos. Mientras, eso sí, para el populacho, todo lo público: hospitales y colegios. Son muy descarados.
Y lo más paradójico, el discurso de la guerra contra la riqueza: transmiten que la ‘riqueza’ es mala, que hay que combatir los excesos para alcanzar la ‘equidad social’ y un reparto más justo de los bienes. Se acepta “perseguir al rico”, pero lo más curioso es que todos salen millonarios del poder. Y luego nos sueltan no sé qué rollos sobre las élites, las castas… discursitos morales que parecen sacados de un manual de asamblea de colegio. Ellos son la casta.
Falso paternalismo
El populismo detesta la libertad. Odia a los que quieren pensar en ser libres y recelan del poder. Por eso nos orientan hacia una sociedad en la que el gobernante es una especie de jefe y padre que dice lo qué todos debemos pensar y hacer. Y la razón de ese odio visceral no es otra que el temor a perderse en la retórica. A que descubran que son unos farsantes. El miedo a la debilidad de sus ideas, a su discurso contradictorio con la realidad más visible. Necesitan sociedades débiles y divididas; y personas individualistas, poco unidas, para así poder manejarnos mejor.
Si la gente fuera libre e independiente de verdad en la toma de sus decisiones, nadie escogería el populismo. Los golpes de Estado modernos no son con pistolas en los Parlamentos. Son sometiendo al ciudadano poco a poco, con una única ideología, sin dejarles espacio para el pensamiento libre. Mostrándoles un sólo camino y obligándoles a tomarlo “por su bien”.
Es por eso que su adoctrinamiento tiene que estar permeado en todos los niveles: desde las escuelas con los niños, las instituciones culturales, hasta los medios de comunicación. Medios que lanzan los mensajes que quieren para construir un relato común que al final quede como la verdad sociológica mayoritariamente aceptada, la que no se cuestiona.
Derribar la libertad individual
No son los mejores tiempos para el libre pensamiento. Hoy, a los que se consideran liberales se les ataca ferozmente. Se les tacha de extremistas, de fascistas, de apestados, de insolidarios y aporofóbicos. Nada más lejos de la verdad. La forma más rápida y eficaz de acabar con la desigualdad social es construyendo sociedades más abiertas y libres. Analicen un día que no tengan mucho que hacer el ‘milagro de Irlanda’ y comparénlo con su país, sea el que sea. Sentirá envidia y vergüenza a partes iguales.
Y la otra vía para mejorar los índices de equidad social es impulsando una cultura de meritocracia, y de dignificación del trabajo y el esfuerzo. Si en lugar de crear riqueza, todos esperamos a la subvención a final de mes para vivir, mal iríamos. Este es un tema de más largo calado, porque es precisamente lo que no quieren los políticos. Para ellos es más fácil dar una paga y tener un voto cautivo que crear muchos empleos y que esas personas sean libres económicamente. Eso o reos del poder. Recuerden la máxima, si son libres, no los eligen a ellos.
Una mejor sociedad sólo la lograremos, como decía Whitman, cuanto más tiempo nos dejen en paz. Y eso habrá que lucharlo porque no parece que sea el camino que nos marcan.