La canción que resuena este fin de semana alude a una “chica”, a los “shorts”, a la “tanguita amarilla”, al “bombón”, al “perreo”, al “bluyineo”, y a situaciones de fiesta que en esencia ocultan un trasfondo preocupante. Se trata de una joven que, a tan solo 14 años, entra a la discoteca y se enfrenta al consumo de sustancias y la cosificación de un mundo donde “eso” es la norma. Este tipo de letras además de reflejar la cultura popular es irónicamente utilizada por los medios de comunicación para “captar audiencias”, alimentando un ciclo de explotación y superficialidad.
Es la discusión planteada para ganar audiencia. Y como hordas salvajes se lanzan al ataque, luego de haber promocionado las muñecas de la mafia, Pablo Escobar y disfrutar el reggaeton.
El reggaetón ha sido objeto de críticas por su tratamiento de la imagen y el cuerpo de la mujer, presentándolos como objetos de consumo. Las letras sexistas y las poses exhibidas son herramientas de marketing que perpetúan estereotipos dañinos. La juventud, al consumir y compartir este contenido en redes sociales, se convierte en cómplice de una cultura que minimiza el riesgo que enfrentan las mujeres, especialmente las más jóvenes.
Es fundamental abordar la Ley 1257, que busca prevenir la violencia contra la mujer y proteger sus derechos. Sin embargo, a pesar de su existencia, la implementación de estas normativas enfrenta grandes desafíos. A menudo, el enfoque recae en la mujer víctima, quien, en ocasiones, puede ser vista como culpable, lo que la coloca en una situación muy vulnerable. Este contexto exige una reflexión profunda sobre la percepción de la mujer en nuestra sociedad.
La Ley 1257 no solo establece medidas para la protección de las mujeres, sino que también busca crear un entorno libre de violencia y discriminación. Sin embargo, a pesar del marco legislativo, el machismo y el patriarcado siguen arraigados en nuestra cultura. Las canciones que promueven la cosificación y el desprecio hacia las mujeres prevalecen, opacando los esfuerzos por construir un futuro más equitativo.
Recordemos que hace 20 años cantábamos “Muévete ya, muévete ya, muévete por tus derechos y tus derechos se moverán gracias al ingenio de Raquel Sofía Amaya, muévete por tus derechos”, un llamado a la acción que aún resuena. Necesitamos que esos mensajes inspiren a los artistas a crear letras que promuevan el respeto y la dignidad de las mujeres. Nuestros derechos son derechos humanos, y merecemos un trato digno.
La violencia contra las mujeres abarca diversas formas: física, psicológica, sexual, económica y patrimonial. Cada una de ellas se entrelaza, causando un daño profundo y duradero. Denunciar el acoso sexual es esencial, y es fundamental que se reconozca que el respeto es un derecho, no un privilegio. Las mujeres no somos trofeos ni objetos de deseo, y nuestros cuerpos son sagrados.
El Estado tiene la responsabilidad de implementar medidas de protección para todas las mujeres, especialmente aquellas que han sido víctimas de violencia. No puede ser un privilegio recibir atención psicológica o asistencia jurídica; estas son necesidades básicas que deben garantizarse.
Hoy, con firmeza y determinación, hacemos un llamado a los artistas para que reconsideren el impacto de sus letras. Queremos construir un mundo donde seamos socialmente iguales, humanamente diferentes y completamente libres, inspirándonos en figuras como Rosa Luxemburgo.
Existen 184 proyectos de ley en el Congreso que buscan asegurar una vida digna para las mujeres. No permitamos que sean solo palabras vacías. Exigimos justicia y nos queremos vivas. No más violencia, no más silencio. La Ley 1257 debe ser una realidad palpable en la vida de cada mujer.