Al menos dos realidades distintas: la de los que hablan desde la comodidad de sus privilegios versus de los que hablan desde la dificultad de sus carencias. Esto no es dicotómico, por supuesto, como todo en sociología, economía y política, aunque el esfuerzo de los líderes ideológicos trate de hacerlos ver así, especialmente los religiosos, en su búsqueda de polarización.
En el país el desencuentro de realidades es muy común.
Los mejor acomodados, incluyendo los ricos y la clase media alta, conocen una realidad que no incluye la de todos los demás, que son la enorme mayoría de clases bajas, (pobres y la pequeña clase media restante) que tampoco conocen la realidad de los primeros.
En el mejor esfuerzo de no sesgar las frases con posiciones ideológicas, lo cual es más fácil, y de consideraciones éticas, lo cual es mucho más difícil, quedan los hechos a partir de las realidades desconocidas de los demás, asunto que requiere una dosis especial de empatía, virtud que poco tenemos los colombianos.
Las lecciones que se aprenden de todo tipo de analistas que se han expresado en las últimas semanas, se podrían resumir así:
- El hecho de despenalizar el aborto hasta la semana 24 no quiere decir que las mujeres saldrán dichosas a abortar en la semana 24. Por estúpida que parezca la frase, increíblemente ha sido el estandarte de los reaccionarios ante la decisión de la Corte.
- En países como Inglaterra, donde la despenalización es similar, solo el 1% de los abortos pasan de la semana 20 y solamente el 0.1% llega a la semana 24.
- Ningún aborto debería existir, salvo los netamente humanitarios como los que surgen de potenciales enfermedades y muertes de la madre y del feto, que ya estaban debidamente contemplados.
- Las violaciones, de ninguna intensidad y circunstancia, deberían existir.
- Una sentencia de la Corte para cubrir el vacío legislativo no debería existir. La falta de legislación por parte del congreso no debería existir. Las influencias políticas con sesgo fuerte religioso como la de los cristianos no deberían existir en el congreso de un país laico.
- Los “abortos” que de hecho practican los hombres en forma indiscriminada y demasiado frecuente, al abandonar a la madre y a su hijo, no deberían existir.
- La negación o la falta de la atención en su debido momento por el sistema de salud no debería existir.
- Los embarazos juveniles, y menos los de niñas prácticamente infantes, no deberían existir.
- La mala educación de la población, en general, y especialmente sobre temas sexuales, responsabilidades y posibilidades de vida, no debería existir.
- La pobreza no debería existir.
- La doble moral de quienes defienden la vida en este caso pero que son partidarios de la guerra y de combatir la violencia con más violencia, no debería existir.
- La incoherencia en que necesariamente caen quienes son partidarios de la despenalización del aborto hasta etapas muy avanzadas como 24 semanas, pero que son defensores de la paz y de la no violencia, no tendrían por qué existir.
Si nada de lo anterior existiera ni siquiera estaríamos hablando del tema, y mucho menos enfrentados por un asunto tan complejo para una sociedad.
“La próxima vez que un marciano visite la Tierra, intente el lector explicarle por qué quienes están a favor del aborto también se oponen a la pena de muerte”. Nassim Taleb, autor de El cisne negro.
Ha hecho carrera en los sectores más privilegiados de nuestra sociedad entendimientos errados sobre quienes han tenido el infortunio de nacer en clases pobres, tales como “que si no progresan es porque no se esfuerzan, que quieren todo regalado y un desprecio permanente porque no contribuyen a una sociedad que progresa”, alimentando una notoria aporofobia. Cualquier discusión al respecto rápidamente cae en la citación de un caso, o con suerte dos casos, de gente que el interlocutor conoce sobre personas pobres que han salido adelante con esfuerzo. Esto se conoce como el sesgo de confirmación, una falacia lógica clásica que consiste en forzar una conclusión sobre todo un universo a partir de unas poquísimas observaciones. El origen de esto es que sin salir del entorno del Chicó, del Poblado, de Ciudad Jardín, o de Miami, o de Madrid, es muy difícil visualizar y menos comprender las penurias en Altos de Cazucá, La comuna 13 o Siloé.
Y viceversa.
Mas objetivamente, a partir de esos hechos que no “deberían ser”, tenemos que plantearnos cómo es que vamos a construir un país mejor, y no desgastarnos aún más con una violencia intestina por las consecuencias de todo aquello que no hemos sido capaces de haber logrado.