Según la Enciclopedia británica, la teoría del caos, en mecánica y matemáticas, es el estudio del comportamiento aparentemente aleatorio o impredecible en sistemas gobernados por leyes deterministas. Un término más preciso, caos determinista, sugiere una paradoja porque conecta dos nociones que son familiares y comúnmente consideradas incompatibles. El primero es el de aleatoriedad o imprevisibilidad, como en la trayectoria de una molécula en un gas o en la elección de voto de un individuo en particular de una población. La segunda noción es la del movimiento determinista, como el de un péndulo o un planeta, que ha sido aceptado desde la época de Isaac Newton como un ejemplo del éxito de la ciencia en hacer predecible lo que inicialmente es complejo.
Esto significa que dentro del mundo que conocemos existe una constante tensión entre lo predecible, que esta dado por leyes deterministas, en el caso del mundo actual: ¿la democracia? ¿la economía? ¿las leyes? ¿la cultura?, y la aleatoriedad como ¿los resultados de la democracia? ¿las decisiones en las bolsas de valores? ¿las decisiones de los jueces? ¿leyes nuevas que se promulgan?
El momento actual donde sistemas de gobierno (Hungría), modelos de país (Estados Unidos), hitos empresariales (Hertz) o modelos económicos (Chile) se derrumban a causa de los coronatiempos, es momento de pensar si antes de la pandemia, es decir, hace 6 meses teníamos todo absolutamente determinado y asegurado. ¿Es posible aceptar que vivíamos en un caos organizado?
Los entendidos de esta teoría afirmarían que el mundo antes de 2020 se puede entender dentro del caos determinista: el cual da lugar a trayectorias asociadas a la evolución temporal de forma muy irregular y aparentemente azarosa que sin embargo son totalmente deterministas, a diferencia del azar genuino. La irregularidad de las trayectorias está asociada a la imposibilidad práctica de predecir la evolución futura del sistema, aunque esta evolución sea totalmente determinista.
Es decir, en medio del caos se pueden encontrar tendencias y patrones, como en la medicina, donde los electrocardiogramas identifican los movimientos del corazón, en un aparente ambiente caótico. Así como la identificación de patrones atmosféricos para los estudios meteorológicos, que se dan en un ambiente que pareciera enredado.
Se tenían aparentemente las situaciones predeterminadas en todo el mundo: economía, comercio, cadenas de logística, empleo, política, cultura, deporte, etc. Sin embargo, un cambio (el más mínimo, como un microorganismo) en las condiciones iniciales de ese mundo predeterminado y ¡Bum! Ha alterado todo el orden de todo y en todo el planeta. Para hacerlo más evidente, este se dio en Wuhan, China, un lugar que muchos terrícolas no teníamos ni idea que existía, donde quedaba o como era.
Por ende, lo que estábamos viviendo era una ilusión de orden. En realidad era un caos determinista, donde el mundo y sus interacciones funcionaban con base en acciones repetitivas, que se volvieron obligatorias (costumbres) o como afirma Yuval Noah Harari en su libro Sapiens, hemos creado mitos y ficciones como la democracia, la religión, la cultura, el dinero, etc. para poder crear y mantener sociedades (si son justas, buenas, malas u opresoras, es otra discusión). Esto significa que los melancólicos del pasado creyendo que antes todo era más seguro, cierto y más organizado, creyendo que ahora vivimos tiempos desordenados y sin rumbo, están viendo la realidad desde una ficción creada por años ¿o siglos?
Es más, se escuchan chistes del apocalipsis a diario, creyendo que estamos al final de los tiempos. Lo que está pasando ahora, es la recomposición de ese caos, no es el final. Estamos creando nuevas estructuras, acciones repetitivas y mitos para adaptarnos a los nuevos tiempos, donde países, empresas y personalidades distintas a las que conocíamos, tomarán el protagonismo. Se crearán nuevos hitos que comenzaremos a seguir desde estos tiempos, para crear la ilusión del orden.
No quiero ser el Sartre de una lectura de domingo, donde salgo a decir que como vivíamos en caos es mejor, entonces dejemos que la libre voluntad haga de las suyas. Pero si quiero mostrar que tenemos que acostumbrarnos a vivir en el caos, y más en este caos actual, donde no sabemos qué pasará en una semana. Bienvenidos a la incertidumbre de siempre, que hasta hoy pudimos ver.