Parado en la esquina nororiental del Capitolio Nacional, intento adivinar qué puede estar pasando por la cabeza de quienes me rodean. De aquella mujer que atraviesa cabizbaja la plaza de Bolívar, del hombre de paño y corbata que baja apurado desde La Candelaria o de aquella pareja que discute junto a la Catedral.
¿Qué está pasando por la cabeza de los colombianos en estos tiempos de reconfiguración de todo lo que conocemos? Son tiempos de carencias, de encierro, de no poder abrazar a los seres queridos ni asistir a sus funerales cuando mueren víctimas del Covid.
Y, mientras más demora la erradicación del virus, más transformaciones sufre el planeta y más se acentúan los factores de malestar, ansiedad, miedo y estrés. ¿Con qué mundo nos vamos a encontrar –o a estrellar– cuando al fin podamos salir de nuestras casas con total libertad?
Aún no tenemos respuestas. Pero sí hay advertencias de que este tsunami que todo lo revuelca y lo desordena podría desatar otra gran crisis: expertos internacionales anuncian que la próxima pandemia podría estar protagonizada por la salud mental y por ello es necesario tomar medidas para contrarrestar esa posibilidad.
En octubre del 2020, el Banco Interamericano de Desarrollo realizó un foro virtual en el que tres expertos hablaron de las consecuencias sicológicas que produce la pandemia. Revelaron, por ejemplo, que, durante los picos de contagio en Brasil y Argentina, se registraron aumentos superiores al 50 por ciento en los niveles de malestar de la población. Y, también, que cuatro de cada diez hogares reportaron violencia física; además del incremento de la violencia sicológica.
El foro se tituló “Salud mental: ¿la próxima pandemia?” Y es muy sintomático que ese mismo título encabece, en Gaceta Médica, un extenso reportaje en el que varios expertos de Reino Unido analizan las consecuencias de la pandemia para la salud mental.
En Colombia, la Revista Semana también abordó el tema e, incluso fue más específica y categórica en su titular: “Salud mental de los niños, la próxima pandemia”. Señala que, el 88 por ciento de los menores de edad tiene signos de haber sido afectado por el confinamiento, según el Instituto Colombiano de Neurociencias.
Ante estas y otras señales, los organismos encargados del tema han permanecido atentos. El Gobierno habilitó un portal con las líneas de atención para orientación y salud mental que funciona bajo el lema “Cuarentena por la vida”.
En ese mismo sentido, el Ministerio de Salud y Protección Social anunció en septiembre pasado que avanza en la formulación de la Ruta Integral de Atención para personas con problemas y trastornos mentales, consumo de sustancias psicoactivas y epilepsia.
Si bien es cierto que entre los transeúntes del centro de Bogotá no logro percibir señales de rabia, desesperación, frustración o de otro tipo, basta con caminar por las calles más abigarradas para darse cuenta de que existe una gran masa de población que no resiste más el confinamiento, que necesita llevar comida a la casa, rescatar sus negocios de la ruina inminente o, simplemente, reencontrarse con sus amigos. No hay que olvidar que, según el Estudio Nacional de Salud Mental, el 40,1 por ciento de la población, entre 18 y 65 años, ha sufrido o sufrirá alguna vez en la vida un trastorno mental.