La agricultura enfrenta uno de los mayores desafíos en la lucha contra el cambio climático. Aunque a menudo pensamos en los combustibles fósiles y en la energía como principales causantes de las emisiones de gases de efecto invernadero, la cadena de valor desde la granja hasta nuestra mesa sería responsable de entre el 20% y el 35% de las emisiones globales según datos de la OECD y la FAO. Las estimaciones varían según los factores que se incluyen y en cómo se tienen en cuenta aspectos como el uso del suelo, cuyo impacto es difícil de medir.
La intersección de cambio climático y agricultura es mucho más profunda que lo que vemos a simple vista, particularmente en América Latina que es la mayor exportadora mundial de productos agrícolas y de acuerdo con el BID el mayor granero del mundo. Esta región alberga uno de los pulmones verdes del mundo, el Amazonas, que según cifras de la Amazon Conservation Association, con corte a2021había perdido cerca de 85 millones de las 647 millones de hectáreas de bosque original amazónico y que desde hace un par de décadas tiene como principal razón de esta deforestación el desarrollo de agroindustria, ganadería y economías ilegales.
La duda que surge es, ¿cómo podemos reducir estos impactos sin sacrificar los alimentos que disfrutamos o comprometer la seguridad alimentaria de millones de personas en el mundo? Aquí es donde entra en juego la tecnología agrícola, o AgTech, que está revolucionando el sector y ofreciendo soluciones innovadoras para transformar la agricultura en una actividad más sostenible.
Un gran ejemplo es Pivot Bio, compañía de biotecnología estadounidense que está cambiando la forma en que pensamos sobre los fertilizantes. Tradicionalmente, los fertilizantes nitrogenados han sido un recurso clave para impulsar el crecimiento de las plantas, pero su producción y uso generan importantes emisiones. No solo requieren mucha energía para su fabricación, sino que, una vez aplicados en los campos, las plantas no logran absorber todo el nitrógeno. Este sobrante se convierte en gases de efecto invernadero, como el óxido nitroso, que es 300 veces más potente que el dióxido de carbono. Pivot Bio, sin embargo, ha desarrollado un fertilizante basado en microbios que ayuda a capturar el nitrógeno directamente del aire y lo convierte en nutrientes para las plantas. Esto no solo reduce la dependencia de los fertilizantes tradicionales, sino que permite a los agricultores usar hasta un 25% menos de fertilizante, disminuyendo su impacto ambiental.
Otro protagonista en esta transformación es Rumin8, una empresa australiana que se centra en uno de los mayores retos climáticos de la ganadería: las emisiones de metano producidas por el ganado. Sí, las vacas producen grandes cantidades de metano que liberan al ambiente a través de sus procesos digestivos. Este gas es hasta 80 veces más potente que el CO₂ en términos de calentamiento global a corto plazo. La solución de Rumin8 es un aditivo alimenticio que ayuda a las vacas a utilizar ese metano como fuente de energía, lo que no solo disminuye las emisiones sino que también favorece el crecimiento de los animales, un beneficio adicional para los productores. Este tipo de innovación es crucial, especialmente en regiones como América Latina, donde la ganadería es una actividad económica fundamental y en crecimiento.
Estos ejemplos son solo la punta del iceberg de lo que AgTech tiene para ofrecer. Desde la creación de cultivos que requieren menos agua hasta el desarrollo de alternativas a la carne, la tecnología está permitiendo reducir las emisiones en todas las etapas del sistema alimentario. Y aunque los esfuerzos individuales, como reducir el consumo de carne o disminuir el desperdicio de alimentos, son importantes, necesitamos soluciones que se puedan integrar a gran escala y de manera efectiva en la cadena de suministro global. Por ejemplo, en países europeos como España, el movimiento hacia una agricultura regenerativa, que busca restaurar la salud del suelo y reducir la dependencia de fertilizantes y pesticidas, está ganando tracción y podría ser replicado en América Latina, adaptándose a las realidades locales.
Uno de los principales retos para la adopción de estas tecnologías es la inversión inicial y la resistencia al cambio en un sector tan tradicional como el agrícola y que en el mundo tiene un bajo relevo generacional. Sin embargo, muchas de estas innovaciones no solo son más sostenibles, sino que también pueden ser más rentables a largo plazo. En lugar de ver la transición hacia prácticas más sostenibles como un costo, deberíamos verla como una inversión en el futuro. Además, gobiernos y organizaciones internacionales están comenzando a ofrecer incentivos y financiamiento para ayudar a los agricultores a dar el salto hacia una agricultura de menor impacto.
En conclusión, la transición hacia una agricultura más sostenible no depende solo de una solución mágica o de cambios drásticos en nuestros hábitos alimenticios. Es necesario un esfuerzo coordinado que combine innovaciones como las mencionadas, políticas públicas que fomenten el desarrollo y adopción de estas tecnologías y una toma de consciencia sobre cómo nuestras decisiones diarias afectan al planeta. En este sentido, AgTech tiene el potencial de revolucionar la agricultura en el mundo, ayudándonos a construir un sistema alimentario que no solo alimente a la población, sino que también respete y preserve el medio ambiente.