Los Juegos Olímpicos de verano, sin duda, el fenómeno global que moviliza e inspira masas con la grandeza forjada a través del esfuerzo, la disciplina y la tenacidad; que nos reúne alrededor de las delegaciones nacionales, inundando nuestro pecho con patriotismo y orgullo por los triunfos y reconocimientos que, a nombre de nuestra tricolor, obtienen los deportistas colombianos. Como si fuera poco, de tanto en tanto los juegos nos recuerdan su espíritu de hermandad y solidaridad, cuando un corredor ayuda a otro a terminar la maratón o un vencedor abraza al vencido, y hasta nos hace olvidar por un instante de las fronteras, como con la histórica foto entre las delegaciones de Corea del Norte y Corea del Sur; elevando el espíritu humano a sus valores más puros y sublimes. También nos recuerda una de nuestras cualidades más interesantes, la búsqueda por ser mejores como especie, por superar los límites y transformarlos en barreras imaginarias que podemos vencer por “alcanzar el olimpo”.
Hablemos de Ángel Barajas, viva representación de lo anterior, escribiendo una página más en nuestra historia deportiva, con su paso a la final de gimnasia artística. Aquel niño inspirado por un programa de televisión que buscaba incentivar la actividad física y la alimentación sana en niños, hoy es la cara de toda Colombia, poco acostumbrada a logros en este escenario. Y también, nos deja un par de reflexiones sobre ¿Cómo podemos resaltar este hecho, más allá del registro en la página —digital— de los diarios y las redes sociales? Por supuesto que podemos empezar por la ponderación de la dupla de valores que anteriormente mencioné, dedicación y constancia, pero debemos ir mucho más allá. Les propongo que elaboremos un marco para ella un poco más complejo, profundizando sobre el vínculo que existe con las múltiples dimensiones de la salud.
La historia de Ángel nos invita a reflexionar sobre la salud mental, pero desde una perspectiva positiva, más que patológica. ¿Con qué habilidades psíquicas cuenta Ángel para éxitos tan altos y tempranos en su vida? Sin temor a equivocarme, me aventuro a hablar del manejo de las emociones, algunas de ellas tan difíciles de administrar como la frustración o la ansiedad —no por nada, la última terminó siendo la gran protagonista de Disney y la neocultura de los divertidos memes—. Hablemos de ellas, y es que precisamente, los olímpicos pueden llevarnos a su mala interpretación, asociada a la búsqueda del puntaje perfecto, olvidando la premisa de su refundador moderno, el barón de Coubertin:
“lo más importante del deporte no es ganar, sino participar, porque lo esencial en la vida no es el éxito, sino esforzarse por conseguirlo.”
Lo que está de fondo, es que en la vida pocas veces, rarísimas veces, podemos alcanzar esa meta perfecta, por lo que la obsesión por ella puede llevarnos a un tornado psicológico en contra de nuestra autoestima. Ahora bien, la frustración y la ansiedad ligada a ésta, en pequeñas dosis y bien canalizadas, son combustible para la resiliencia, para sacudirnos e impulsarnos de nuevo, para la autodeterminación a mejorar y sobreponernos a la adversidad y a las derrotas.
De esta manera, la clave para éxito no está en suprimir estas emociones, sino en todo lo contrario, reconocerlas de forma consciente, transitar por ellas asertivamente, desarrollar mecanismos para gestionarlas y usarlas a favor para sobreponernos a los retos y fracasos y, así, la recompensa estará garantizada con, y sin el puntaje perfecto.
Esta gran lección, es de especial relevancia en nuestros tiempos y sociedades, llena de frustraciones ante la desigualdad social, machacada aun más por las vidas aparentes —aparentosas— en unas redes sociales y acentuada por la hostilidad de otras. No es extraño, pues, que, en una ciudad como Cali, de la cual ahora soy Secretario de Salud, existan 120 mil personas con diagnóstico de algún trastorno de salud mental y que, para el caso específico de los jóvenes, el trastorno de ansiedad sea el más prevalente, con un 27% del total. ¿Qué hacer ante este panorama? Bueno, al igual que nuestro gimnasta olímpico, necesitamos producir mecanismos que permitan canalizar la frustración social hacia la construcción colectiva de equidad, prosperidad y garantía de derechos, sobreponiéndonos al pesimismo, los sobrediagnósticos, la fracasomanía Hirschmaniana, la inercia del “piloto automático” de cómo se han hecho las cosas por décadas.
Volviendo a Cali, desde el sector salud estamos, no solo generando propuestas, sino pasando de la retórica o la teoría, a la práctica, no del 10 perfecto olímpico, sino del esfuerzo —entusiasta— de la compleja realidad social. Primero, estamos implementando una estrategia con enfoque comunitario, para potenciar los factores protectores en salud mental, como las redes de apoyo e intervenciones de escucha activa, además de una caja de herramientas holística que utiliza actividades con evidencia, pero alternativas, como el mindfulnes o la terapia de contacto afectivo —abrazoterapia—, entre otros. En segunda medida, estamos cambiando el paradigma del Estado como agente pasivo frente a la gestión de los riesgos individuales, en este caso en salud mental, para crear puentes operativos concretos entre dichos entornos comunitarios y el institucional, triangulando la información asociada con los agentes del aseguramiento y la prestación de servicios de salud. Dicho de otra manera, estamos creando capacidades institucionales en la Secretaría de Salud para ir más allá de la función rectora clásica en el modelo del Sistema General de Seguridad Social en Salud (SGSSS) hacia una de coordinación y facilitación de relaciones de valor entre agentes —en lo que hemos llamado, una gobernanza renovada—. Tercero y, como factor dinamizador y muy asociado con la meta ambiciosa del alcalde Alejandro Eder de convertir a Cali en un hub de las américas en inteligencia artificial —IA—, estamos promoviendo la interoperabilidad de datos para llegar al tiempo real en la gestión de la información de las personas y la aplicación de algoritmos de IA que aprendan de nuestros aciertos y, también, desaciertos.
sabemos que el reto es mayúsculo, los presupuestos limitados y las complejidades profundas; sabemos que ir en contra de la corriente es duro y que hacer algo por primera vez es más difícil que construir un camino, más arduo que seguir uno ya trazado. Sabemos que la meta se ve lejana y tal vez muchos nos desean el fracaso, paro también sabemos que podemos y deberemos superar muchas pruebas antes de llegar a este objetivo, pero ¿acaso no es ese el mensaje de los Juegos Olímpicos?
En definitiva, siguiendo la proeza de Ángel Barajas, en Cali no nos pensamos rendir ante la frustración que puede provocar la complejísima situación de salud mental que padece la población, por el contrario, ésta nos impulsa a la innovación y la exploración de nuevos paradigmas de gestión de la salud. Esto se traduce en dos niveles de relato e intervención: el primero, el poblacional, en el cual le apuntamos al desarrollo de capacidades institucionales y comunitarias. El segundo, el individual, el cual se soporta en el inicial, con el objetivo de entregar instrumentos para la gestión de las emociones o riesgos en salud mental, y su gestión oportuna, a través de la provisión de servicios de salud coordinada y facilitada por la propia Secretaría Distrital de Salud.