El Principio 2 de la Declaración de los Derechos del Niño lo deja bien claro: “El niño gozará de una protección especial y dispondrá de oportunidades y servicios, dispensado todo ello por la ley y por otros medios, para que pueda desarrollarse física, mental, moral, espiritual y socialmente en forma saludable y normal, así como en condiciones de libertad y dignidad”.
Corría 1.959 cuando se aprobaba en la ONU esta histórica Carta, que significaba un paso de gigantes en la lucha por los derechos sociales. Eran otros tiempos. Naciones Unidas, por entonces, sí se preocupaba por la gente y buscaba hacer un mundo mejor. Cosas que pasaban antes. Cuando los que dirigían nuestras vidas querían construir mejores países, mejores sociedades.
La mayoría de los líderes de ahora, incluyendo las organizaciones supranacionales como ONU, UE, OEA… ya no lo hacen. De hecho, son cómplices junto a políticos inmorales y lobbies de todo tipo, para desarrollar todo lo contrario: quieren ‘domesticar’ al pueblo. Dividir a la ciudadanía, hacer sociedades más frágiles y manipulables. Aplastar nuestra libertad y nuestra dignidad individual.
Y empiezan a moldear esa sociedad ‘ideal’, como es lógico, por los más vulnerables, los niños.
Washington y el Sexo
Johnny es un pequeño de 5 años que en septiembre fue por primera vez a la escuela estatal, en un suburbio de Auburn (Washington). Johnny tiene una profesora que se llama Linda. Linda es una ferviente seguidora de las ideas woke y está convencida de que el sexo (que no la orientación sexual) se escoge como el que escoge una camisa blanca o gris para ir al parque. Los padres de Johnny se llaman Paul y Susan, y están muy preocupados. Tienen unos amigos que tienen una hija de 14 años, Mel. Pues bien, Mel, adolescente, fue incitada por el mismo colegio, y por la misma profesora, Linda, a cambiarse de sexo desde que tenía 11 años. No obstante, ha sido una transformación exprés en los últimos 5 meses.
Y la Ley no sólo lo ampara, sino que lo promueve. El nuevo Proyecto de Ley aprobado en el estado de Washington da una vuelta de tuerca más a la abolición de los derechos de los padres sobre sus hijos. De inicio, los padres no tienen derecho a decidir sobre el futuro de sus hijos. Si Mel, o en un futuro Johnny, deciden seguir adelante en el cambio de sexo, como parece en el caso de Mel, sus padres ni siquiera sabrán dónde está su hija. Mel podrá repudiar unilateralmente a sus padres y entrar en uno de los ‘refugios’ médicos para ‘garantizarse’ el cambio de sexo. Sus progenitores no podrán sino observar como simples e impotentes espectadores.
La clave de toda la polémica: no olvidar que la niña es menor de edad, tiene 14 años. Es decir aún le faltan 2 años para conducir, 7 años para poder comprar una cerveza en su supermercado, pero puede mutilar su cuerpo para cambiarse de sexo. No suena muy natural.
Según la Ley, si hay un desacuerdo sobre conveniencia o no para iniciar una terapia ‘de asignación de género’ (hormonación y, con frecuencia, castración o mastectomía), entre Mel y sus padres, éstos podrán ser acusados de abuso y negligencia, y perder la custodia, que pasaría, efectivamente… a Papá Estado.
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España a la vanguardia
Muy parecidas otras leyes aprobadas recientemente en España, donde, además, todo será gratis. Bueno, gratis no porque gratis no hay nada. Lo gratis es porque lo paga otro. En este caso, los esquilmados contribuyentes en España, más parecido a una cleptocracia que a una economía de mercado, pero ese es otro debate.
Lucía y Javi son amigos y estudian en el colegio público Martínez Montañez, en el madrileño barrio de Moratalaz. Ambos tienen 16 años, y pueden ya intercambiar sus géneros solamente con ir al registro civil y notificarlo; sin que sus padres sepan nada. Y si se quieren operar y cambiar sus sexos, barra libre igualmente, sin que sus progenitores puedan hacer nada. Recordemos que estas operaciones de cambio de sexo se harán en los hospitales públicos españoles sin ni siquiera un informe médico de por medio. Sólo la voluntad de Lucía y Javi es suficiente para dar el paso.
Moda legislativa
Otros países europeos como Bélgica, Dinamarca, Irlanda, Luxemburgo, Malta, Portugal, Países Bajos o Noruega tienen o están estudiando un ordenamiento jurídico similar al de España.
Me pregunto ¿Tiene un niño de 14 años la madurez mental suficiente para tomar él solo una decisión de cambio de sexo irreversible? ¿Por qué se les priva a los padres de participar en la cuestión? ¿Por qué los colegios podrán incluso denunciar a los padres que se nieguen a apoyar a sus hijos en el proceso?
Una cosa es apoyar la diversidad sexual o aceptar con naturalidad la diferencia desde el respeto, que eso está muy bien… y otra cosa bien distinta es dar 100 vueltas de tuerca a todo y legislar para la confusión y presionar psicológicamente a los más débiles para, desde la ideología, obligarles a tomar decisiones para las que no están emocionalmente preparados, aunque ellos crean que sí lo están.
Sólo le encuentro una explicación. Ya saben, buscan un cambio de paradigma social en el que la familia sería sustituida por un estado omnipresente y omnipotente. Un estado totalitario sin margen de maniobra para el individuo.
Eutanasia para niños
Jan Van Dick es un niño de 10 años que vive en un barrio del centro de la alegre Ámsterdam. Lamentablemente, Jan tiene pocos motivos para estar alegre. Sufre una Leucemia mielomonocítica desde hace 3 años y los médicos ya lo han desahuciado. Le quedan unos pocos meses de vida. El gobierno holandés acaba de aprobar un plan que permitirá practicar la eutanasia a niños con enfermedades terminales de entre 1 y 12 años. Es decir, Jan podría participar desde ya, en la decisión médica de su propia muerte. Y tiene derecho a ser escuchado por el tribunal.
La eutanasia ya era legal en Países Bajos para niños mayores de 12 años bajo consentimiento obligatorio del paciente y sus padres. La nueva ley rebaja la edad para los niños con enfermedades incurables y en situación de dolor extremo. Pero me asalta una duda. ¿Qué es el dolor extremo? ¿No es subjetivo el umbral del dolor? ¿No tenemos cada uno el nuestro? ¿Y quién decide que es dolor extremo para autorizar una eutanasia?
Me vuelvo a hacer preguntas, al margen de cuestiones religiosas. ¿Está un niño de esa edad en disposición de tomar decisiones sobre la finalización de su propia vida? ¿Su capacidad mental y emocional es lo suficientemente madura para entender su situación? ¿Un niño es más manipulable por un médico que un adulto?
Preguntas complejas. Cada uno tendrá sus propias respuestas.
Poder estatal omnipresente
Estos son sólo algunos casos a miles de kilómetros de uno. Pero mañana será en su ciudad, su vecino, o su hijo. Es inaceptable la intromisión del Estado en las familias y en sus decisiones en el núcleo más personal. Los gobiernos, pasito a pasito, van traspasando líneas rojas divisorias entre la esfera de lo privado y de lo público, para tomar cada vez más poder y control sobre nuestras vidas. ¿Qué comer, cómo desplazarnos, de quién o qué debemos enamorarnos…? hasta como elegir morirnos. En el caso concreto de la familia, es claramente el enemigo. El rival a batir por las élites que nos gobiernan.
La casta dirigente sabe de sobra que la familia, como institución que ha regido la moral y desarrollado la sociedad durante miles de años, es el principal escollo del político perverso. Del político inmoral, ese es el perfil mayoritario hoy en las grandes esferas. Esas mismas élites saben que es más fácil manipular al individuo cuando está solo que en grupo. Permítanme el símil de una manada de cebras ante un grupo de leones. Al fulminar el ‘efecto manada’, el ciudadano es más vulnerable y dependiente del Estado. En el caso de las cebras, solas, acabarán comidas por los leones. En nuestro caso, nos devorará el Estado.
Es tenebroso y perverso. Así son ellos.
Infancia robada
Los niños y adolescentes desde, al menos, dos generaciones atrás, pudimos disfrutar de nuestra niñez. Jugábamos con otros niños, soñábamos, disfrutábamos de nuestra infancia. Sólo nos preocupaban las cosas de niños. Nadie nos involucraba en las cosas o en los debates de mayores. No nos sexualizaban. Yo no recuerdo en mi infancia haber hablado jamás con mis padres sobre el aborto o el tema de género. Nos involucraban en los temas que correspondían con nuestras edades. Y precisamente eso servía para forjar una personalidad estable para la posterior vida como adulto. Ahora los políticos han decidido embarrar el terreno de juego. Involucrar a los niños en el mundo de adultos para robarles lo más bonito: su infancia.
Son unos miserables. Políticos inmorales, marionetas del poder: dejad a las familias en paz. Quitad vuestras sucias manos de los niños, que tienen sus derechos, y mucha más dignidad humana que todos vosotros juntos. Espero que Mel, Jan, Lucía o Javi tomen sus decisiones de vida en el sentido correcto, no presionados por la sociedad que quieren construir. Pero, sobre todo, lo que espero es que el castigo que merecen estos sociópatas de carro oficial y avión privado no lo paguen sólo en la otra vida, sino en esta también, ante un Tribunal de Derechos Humanos, por delitos de lesa humanidad.