Apoyar los sueños de los jóvenes para mejorar la realidad de una región

A comienzos del siglo XX un joven se hizo una serie de preguntas que cambiarían el mundo, entre ellas estaba la cuestión de ¿cómo se vería el mundo si me montara en un rayo de luz?, la respuesta a esta y otras preguntas aparentemente inútiles darían origen a una de las revoluciones científicas e industriales más grandes del mundo.

El joven, de menos de 25 años, se llamaba Albert Einstein, y gracias a las respuestas a sus ingeniosas preguntas se entendería que el tiempo y el espacio estaban íntimamente relacionados, soñaríamos y le temeríamos a los agujeros negros, se crearían nuevas tecnologías como el láser, las cámaras digitales y los paneles solares, y su nombre marcaría para siempre el referente científico de la humanidad.

Los jóvenes son quienes generan las ideas que cambian el mundo, y la responsabilidad principal de un sistema educativo no es decirles qué pensar, sino enseñarles a pensar. Muchas veces los planes de una universidad se conciben para solucionar necesidades actuales, y no para darle solución a problemas que aún no existen. Hace 2 años chatGPT era un sueño imposible de las películas futuristas, mientras que hoy es una realidad que muchos docentes aún no saben cómo manejar.

Cada día es más clara la importancia de la búsqueda de la felicidad y la salud mental del ser humano, y las universidades juegan un papel primordial en dicha búsqueda. Desafortunadamente, muchas veces los planes de acción de una universidad se orientan a suplir las necesidades inmediatas de una región, y no a apoyar el crecimiento personal de un joven. Este es uno de los orígenes de la actual crisis de las universidades en el mundo. ¿Irían ustedes a una universidad que los condenara a dejar de soñar?.

Las universidades ofrecen un presente frustrante pero seguro para los padres y no un futuro emocionante para los jóvenes estudiantes. ¿Qué quieren los jóvenes? Lo que muchos de nosotros queríamos: sentir que nuestra vida tenía un sentido sublime y cambiaríamos el mundo como lo hizo Einstein, pero haciendo lo que a nosotros nos gustaba en las artes, las ciencias, las humanidades….

El ecosistema universitario debe dotar a los jóvenes de esas herramientas que les permitan hacerse las preguntas correctas y responderlas co-creando. Eso los llevará a descubrir lo grande que es el mundo, y sus regiones se van a beneficiar tanto por aquellos que decidan crecer profesionalmente en la región, como aquellos que quieran ser parte de una diáspora activa que nunca olvida sus orígenes porque reconoce que se pararon sobre hombros de gigantes.

La Universidad del Magdalena debe fijarse como meta el contribuir al desarrollo de la región y del mundo por medio de la transformación de jóvenes que tengan las herramientas para ser felices y cambiar ese mundo. Para ello debe crear programas novedosos con sedes satélites en las regiones, que les permitan a los nuevos estudiantes tomar los primeros semestres de un currículo flexible, para luego terminar de completar sus estudios en la sede principal de la UniMagdalena. Esto permitirá tener una nivelación académica inicial e iniciar un proceso de interacción con jóvenes de otras regiones, lo que permitirá fortalecer la inclusión territorial y el sentido de pertenencia a nuestra sociedad, respetando los entornos culturales y ancestrales de cada territorio, respetando las diferencias.

Se debe hacer énfasis en tener no solamente una formación profesional sólida, sino en tener habilidades esenciales como el trabajo en equipo, una segunda lengua (o tercera), el desarrollo de proyectos innovadores, habilidades de emprendimiento y negociación, uso de herramientas tecnológicas como la Inteligencia Artificial y principios de programación, que les permitan el sentirse parte de una generación que contribuirá a realizar los sueños que sus padres siempre quisieron para sí mismos. La universidad del Magdalena debe hacer soñar a los jóvenes y darles las herramientas para realizar esos sueños. Expandiendo su mundo, expandiendo sus fronteras, haciendo que el límite inferior de esos sueños sea “Marte”.

Jean R. Linero-Cueto