La moneda colombiana no es la única que se devalúa, pero en lo corrido del año, es la séptima más devaluada en países emergentes. Al superar la barrera técnica de los 4.000 pesos por dólar, la nueva realidad es la de un peso competitivo en el mercado internacional. Desde el comienzo de 2020, el peso perdió cerca del 40% de su valor frente al dólar, haciendo, relativamente, los productos colombianos mucho más baratos a los del exterior. Inclusive, hay una devaluación relativa frente a otros exportadores. El enfoque debe estar en cómo exportamos más, cómo aprovechamos la devaluación.
Como todo, con la devaluación de la tasa cambiaria hay perdedores: los importadores, los consumidores que compran bienes o servicios extranjeros, los estudiantes en el exterior que ganan en pesos y gastan en dólares, también los endeudados en moneda extranjera. La devaluación causa que suba aún más la inflación. No hay buena respuesta sobre cuál es la tasa ideal. Las equivocaciones ocurren cuando los gobiernos apuestan en los mercados y a través de regulación tratan de manipular la TRM para desviarla de su valor intrínseco.
James Carville, el famoso asesor político de Bill Clinton, decía que “Si pudiera reencarnar en alguien, sería en el mercado de capitales, de esta manera podría intimidar a cualquiera.” El miedo a perder plata es poderoso, ni los gobiernos pueden con él. Pronunciamientos serios como los de José Antonio Ocampo y actuaciones responsables como las del Ban Rep. son el mejor antídoto.
Hay que trabajar con empresas de sectores promisorios, los cuales están sobre diagnosticados, identificar cuellos de botella y solucionarlos. Incluir en ese trabajo no solo empresas, sino también a sus proveedores y prestadores de logística. En teoría el PTP era para esto, pero solucionar muchos de los cuellos de botella (ejemplo: Invima) no dependía de ellos, por lo que se solucionaba solo lo que estaba en la órbita de Min Comercio.
Se necesita voluntad política del máximo nivel. El Presidente debe hacer revisión a esta agenda periódicamente, no limitarse a asistir una vez al año a la reunión ejecutiva del Sistema de Competitividad e Innovación. Si esto no es prioridad, no se va a volver oportunidad.
La estrategia de exportación debe ser con enfoque territorial, entendiendo que los departamentos son más que sus capitales. La mayoría de las comisiones regionales de competitividad ya identificaron los cuellos de botella de su región. Las soluciones de estos deben ser prioridades del Gobierno Nacional. Esa priorización se debe reflejar en la programación presupuestal. Muchas veces los ministerios tienen sus programas nacionales, y luego atienden por residuo asuntos departamentales (casi siempre sin plata ni gente).
Se puede financiar más a los exportadores, incluso a los pequeños es posible subsidiar para que exporten un producto nuevo y/o a un mercado nuevo. El programa Fábricas (FP) de Productividad hace un trabajo eficaz resolviendo problemas micro como baja productividad e ineficiencia energética, por lo que debería ampliarse a un mínimo de 5.000 empresas para 2026.
En papel, manufactura y agricultura deberían ser ganadores de esta oportunidad. Hay mucho trabajo por hacer, si queremos que esto ocurra. Ya hay mucho diagnóstico, es hora de la acción.