Armenia, la capital del Quindío, vive por estas calendas horas muy pesadas para su administración pública y para su vivir político. El coronavirus es una bobada al lado de la pandemia de la corrupción, que ataca a esta ciudad hace dos decenas de años, sin que se avizore vacuna posible.
Si entendemos la política como el arte de gobernar, entonces en Armenia los artistas de este género desaparecieron hace muchos años, tal vez tantos con el mismo Aristóteles.
Y si planteamos la necesidad de gobernar con buena política y ser gobernados por buenos políticos, entonces la ciudad requiere de personas preparadas para ese oficio donde la mayor cantidad de ciudadanos se beneficie (Rousseau), individuos inteligentes en la toma de decisiones y con una alta dosis de dignidad, (Laureano Gómez).
Pero es exactamente lo que la ciudad como cuerpo civil reclama, porque el arte de gobernar y las decisiones para beneficiar, se han visto menguadas por una alta dosis de indignidad.
La política debería ser entonces, en su ejercicio “tomar decisiones para el bien común” (Domínguez Jota), donde se beneficien inclusive los contrarios políticos.
Hace más de 20 años, la ciudad elige a los candidatos que cree bien calificados para que la administre y la engrandezca. Y todos suponemos que son la salvación y que el uno será mejor que el otro, o que el próximo mejorará lo que el anterior no pudo. Pero no; la ilusión no encuentra eco.
No se exagera. Desde enero del año 2000 y hasta junio de 2020, los cuyabros (les dicen así por la planta “cuyabra”, que crece silvestre en sus ciudades y campos), no se reponen de escuchar las acusaciones de malversación y malos manejos de fondos públicos por parte de sus dirigentes principales que actúan como alcaldes, primeras autoridades municipales.
La Procuraduría (ente disciplinario), la Contraloría (ente fiscalizador de recursos) y la Fiscalía (ente acusador e investigador penal), han tenido trabajo, endilgando a unos o a otros falsedad ideológica en documento público, peculado por apropiación y contrato sin cumplimiento de los requisitos legales, y en otros casos enriquecimiento ilícito y lavado de activos.
Si los alcaldes hubieran respetado el juramento de cumplir la constitución y la ley, Armenia desde el 2000, habría tenido apenas 6 alcaldes. Sin embargo en razón de suspensiones, renuncias y destituciones, esta capital ha tenido la cifra de trece alcaldes y según las normas nacionales, si se mantiene la última suspensión, llegaría a 14 designaciones o encargos. Se completa el cuadro con que los últimos seis (6) alcaldes elegidos han tenido que ver con la justicia, tres (3) encarcelados, 1 destituido, un investigado post morten y uno suspendido.
Jorge Fernando Ospina Gómez es el hoy alcalde encargado de la administración de la ciudad (por tres meses), actualmente Secretario de Hacienda del departamento y llega al encargo por decisión judicial. Es contador Público con especialización en Gerencia Informática y fue en la alcaldía anterior (hasta diciembre de 2019) Tesorero General y Secretario de Hacienda. Conoce el tema.
El último alcalde elegido por votación popular, Ríos Morales y cuya tarea comenzó el primero de enero de 2020, fue separado temporalmente del cargo el 2 de junio siguiente por la Procuraduría quien lo señala de faltar a la vigilancia de los recursos públicos. Todavía no hay fallo, Ríos Morales se defiende.
Con el conocimiento de Armenia pues fue su secretario de Hacienda, Ospina llegó raudo hasta el Concejo municipal, para solicitarle a los cabildantes su apoyo para recuperar las finanzas públicas debilitadas por el covid, debido a la baja tributación de sus habitantes que desconfían de sus gobernantes y por la desaparición de sus dineros de los cuales acusan a sus alcaldes condenados. Solicitó Ospina en la discusión del Plan de Desarrollo que es la carta de ruta del municipio para los 42 meses restantes, aprobar empréstitos solicitados por alcaldes anteriores y las facultades para fusionar empresas que hoy se comen como gorgojos las finanzas de la ciudad. Esas solicitudes en ciudades tan pequeñas como Armenia, encienden polémicas entre los diferentes grupos políticos que temen perder importancia social, pues esta es una ciudad que tiene a la política como una de sus actividades principales.
Hoy existen dos planes de desarrollo que los concejales han puesto ante los ojos del alcalde, de los cuales debe aprobar uno. También están los ojos de los entes de control mirando sobre los hombros de los concejales y de la firma del alcalde. Y también todos los ojos de sus habitantes están puestos sobre la decisión del alcalde Jorge Fernando Ospina, encargado. Y también están puestos todos los ojos de los colombianos, que miran muy tristes como una de las ciudades más bellas y prósperas de Colombia, orgullosa de la declaratoria de la Unesco por su paisaje cultural cafetero, va borrando de sus encantos, no por el tiempo sino por sus dirigentes, el pizarrón mental sobre el cual se han escrito todas sus bondades y virtudes. Lo lamentable de la experiencia es que enseña que un milagro rara vez se produce dos veces. Eso deberían saberlo quienes quieren acabar con las razones que le dieron el orgulloso título de “ciudad milagro” por su tesón, por su crecimiento cívico, por su trabajo, pero sobre todo por el señorío y honradez de sus pobladores. Le queda a Ospina, el hoy alcalde encargado, devolvernos la fe que este municipio se niega a perder en sus buenos y mejores hijos. Ahora él tiene la oportunidad y la obligación de mostrar, aunque sea por un ratico (está encargado), que puede ser uno de sus mejores hijos, aunque esté de alcalde.