La autoridad simplemente se ejerce. Eso lo deben saber los profesores, padres de familia, alcaldes, gobernadores, presidentes, jueces, fuerza pública y ni manera de darle clases a las mamás y a las esposas. Imagínense ustedes un árbitro de fútbol que puede ejercer la autoridad con un reglamento, tarjetas amarilla y roja, un pito y encima de eso, alegando todo el tiempo a los jugadores. Insoportable. Así de sencillo.
De manera que no está bien visto que la alcaldesa de Bogotá, por quien desde el comienzo de la cuarentena me declaré su más fiel devoto dada su prontitud, afán y celeridad para querer proteger a la población bogotana y atender la calamidad coronavirus, repito – no está bien visto – que ella equivoque sus roles que deben ser dignos dada su condición de alcaldesa elegida popularmente y crea que por esas condiciones (elegida y alcaldesa) puede ahora salir a regañar, mandar, imponer, denostar, gritar, improperiar, usurpar, simplemente para demostrarnos que es la alcaldesa de Bogotá. Sabemos que es la alcaldesa de Bogotá desde el día que fue elegida.
Es como si mi papá todos los días me dijera que es mi papá o si el profesor me recuerda todos los días que es el profesor o mi esposa todos los días me recuerda que ella siempre mandará. Eso ya lo sabemos.
A un gobernante poco o nada deben importarle los reclamos o críticas por sus actuaciones, cuando éstas actuaciones se hacen dentro de las normas de respeto (y por respeto se entienden las normas legales y las de respeto por las personas), pero repito, cuando lo que se hace está dentro de los respetos.
Hoy cuando el tiempo ha avanzado en su inexorable destino y muestra a Claudia López desarrollando una autoridad ya no respetada y con una demostrada cantidad de grosería frente al presidente, frente a la autoridad policial, frente a los ciudadanos, frente al ministro de salud y en fin sin fin en apenas 6 meses, me hace declarar su más infiel devoto, así a ella no le importe. A mí sí.
Como dije, desde la elección ya sabemos que ella es la primera autoridad de Bogotá. Pero eso, por lo que simplemente yo debería estar en la obligación de respetarla, me lleva a ignorar su condición para ver actuar a una grosera, irrespetuosa, indelicada por la cual temeré designios políticos superiores y me conduce necesariamente a recordar la frase de Pepe Mujica expresidente uruguayo, quien sentenció que “el poder no cambia a las personas; sólo revela quienes verdaderamente son”.
La autoridad no se reclama ni se impone, simplemente se ejerce y se hace con respeto, sin gritos ni alharacas que muestran precisamente todo lo que le falta a Claudia López. “Dime de que presumes y te diré de que careces” dice el refrán popular. Platón enseña que la autoridad, sometida a la ley, educa al ciudadano en virtudes y clama porque el gobernante sea digno de esa autoridad o investidura y lleno de virtudes. Pues si por Claudia fuera, estamos ante un contrasentido muy formalizado.
Querría yo como cualquiera otro parroquiano discernir sobre el orden y el respeto y la autoridad. Usted puede ordenar con respeto, puede ejercer la autoridad con orden y respeto; pero si ejerce la autoridad bajo presión, gritos, improperios y grosería, jamás tendrá la autoridad plena. Mandar lo hace cualquiera. Eso es lo que hoy vemos.
Que importante sería para ella y sus conciudadanos verla gobernando con calidad humana y para lo que fue elegida. Nos agradaría mucho.
Pero al dejar ver su real condición humana, soy uno más que en Colombia teme por su fastidiosa autoridad, que está más cercana a la anarquía y dictadura. Toma por necesario la alcaldesa López obligarnos a creerle que autoridad y autoritarismo son lo mismo. Y en este país dada tanta irresponsabilidad, muchos le dan valor y acreditan ese comportamiento, cuando lo lógico es que sea por sus buenos actos – que esperamos los tenga – y no por su teatral grosería que menoscaba toda su autoridad. Si tomara un solo ejemplo de respeto del presidente Duque, sería mucho lo que aprendería, si su soberbia la deja. No queremos mandatarios con gritos y coscorrones. Por eso tener autoridad no es lo mismo que ejercerla. He ahí la diferencia. Y por esa diferencia es que se les respeta o no, así ostente la autoridad.
Punto y aparte: “Al paso que vamos, en diciembre será Antón viruS viruS viruS, Antón viruS viruS rá”.