Existen símbolos, personajes, empresas que son parte de la identidad nacional. Las personas las sienten suyas, les pertenecen. Una de ellas es la línea aérea nacional: Aerolíneas para los argentinos, Iberia para los españoles, Aeroméxico para los mexicanos etc. Y Avianca para los colombianos.
Avianca hoy está en medio de un huracán. La expulsión del principal accionista de la compañía debido a que su socio norteamericano, con toda la razón, ha ejercido algunos derechos sobre un contrato de préstamo y ha asumido la gestión de la misma.
Desde ahora las nuevas directrices corporativas estarán en manos de la compañía Kingsland, quienes ya mantenían estrechas relaciones con los anteriores gestores.
¿Pero qué ha pasado para semejante vuelco empresarial en una de las más modernas compañías aéreas de Latinoamérica?
Una serie de factores pueden explicar las variables para los analistas. Otras podrían ayudar a entender a las instituciones financieras, pero para los consumidores de sus servicios, sólo hay una muy clara: prepotencia.
Prepotencia por despreciar el bien más querido y necesitado de las líneas aéreas: los clientes. Clientes maltratados permanentemente, vuelos cancelados sin explicación, retrasos injustificados, precios astronómicos sin razón aparente, maltrato en las reclamaciones, falta de flexibilidad y sensibilidad para resolver los problemas de los viajeros, así como publicitar tarifas cuasi engañosas. Un sinfín de malas prácticas, aprovechando el ‘boom’ económico de Colombia y la necesidad antes y ahora de volar para hacer negocios, visitar a la familia o simplemente tomar unas vacaciones.
Prepotencia al pensar que la competencia no iba a existir nunca. Con el paso de los años la falta de servicio y el abuso de los precios de los tiquetes, a pesar de tener una de las flotas más modernas y eficaces de la región, ha conseguido que con gran esfuerzo Latam, Viva, Wingo, entre otras, hayan llegado al mercado para balancear las cosas. No necesariamente para tener mejores precios, pero sí para tener otras alternativas a la hora de viajar dentro y fuera del país.
Prepotencia para pensar que los pasajeros de la periferia colombiana, tenían todo el tiempo del mundo para pasar por Bogotá camino a Barranquilla. Esa misma soberbia les hizo pensar que pasando todos los vuelos por Bogotá tendrían unos grandes ahorros es sus costos operativos. Grave error, puesto que las demoras, cancelaciones, mal tiempo, saturación, malas comunicaciones y tantos otros problemas en el aeropuerto de El Dorado, han creado un cuello de botella del que es difícil salir.
Prepotencia para pensar en que el tamaño hace la diferencia. Los grandes expresos mundiales se concibieron para las grandes compañías de aviación en el mundo. La lógica de conquistar mercados ha hecho que los grandes conglomerados aeronáuticos se hayan fusionado para mejorar sus costos operativos y el alcance de sus conexiones. Nada más lejos de la realidad en Colombia. Donde debería primar la consolidación regional, facilitando la movilidad de una economía en desarrollo, se pensó en conquistar otras aerolíneas cercanas para magnificar el “grandeur” de la nueva Avianca.
Prepotencia por enredarse en guerras internas con los socios. Buscar soluciones fáciles que al final han significado la desconfianza de los más cercanos, observando estupefactos las luchas intestinas dentro la sociedad. Desconociendo además el axioma más famoso de la aviación; con mal servicio, malos costes de estructura, una financiación buena pero vinculada a los resultados y malas relaciones con tus empleados, cuanto más vuelas, más pierdes.
Lejos estamos de recordar la prepotencia de los dos responsables de la compañía en la huelga de pilotos en 2017. Huelga que paralizó Colombia por meses, creando un verdadero caos en la movilidad del país, solamente para solventar un problema de egos entre el presidente y el CEO de la compañía y los representantes de los pilotos en una alocada demanda de privilegios de estos últimos, que no tenían sentido en aquel momento.
Pero prepotencia también, para el comportamiento de las autoridades aeronáuticas que han ido privilegiando a Avianca por encima de cualquier planteamiento razonable de la competencia, ya fueran proveedores, comercializadores o simplemente afectados por el día a día de la compañía. Mucho tendrán que pensar las autoridades, si después de todo lo pasado, piensan que con un cambio de accionista, están resueltos los problemas de un monopolio camuflado.
Los éxitos en la aviación son efímeros. No hay que quitarle mérito a su todavía principal accionista. Valientemente asumió la deuda principal de la compañía en el año 2003, quedándose con el pasivo del fondo de pensiones de la misma y asumiendo el reto de la mejora de una compañía en quiebra. Desde entonces lo que fue un acierto en la mejora de la flota y la visión sobre la necesidad de usar los aviones para mejorar la mala movilidad en Colombia, se convirtió en su peor enemigo.
Otros negocios, inversiones diferentes del objeto principal de la compañía, malas apuestas políticas han llevado a su ex presidente y principal accionista a una pista de despegue cerrada por obras.
Twitter: @JaimePolancoS