Noche de fiesta. Alfombra roja. Focos. Flashes. Un smoking. Un perfume. Listo. Imagino que Brad Pitt no necesita más porque el que es guapo, es guapo. En menos de tres horas Internet y todas sus redes sociales aparecen inundadas de fotos, al alcance de cualquiera, del guapérrimo actor.
-¿Y qué edad dices que tiene? me pregunta mi marido incrédulo cuando le muestro una de sus fotos.
– Casi 60, respondo.
– ¿Es normal?, interroga en su incredulidad.
A decir verdad no creo que sea normal. Normal es el proceso de madurez del también guapísimo modelo neerlandés Marc Vanderloo, algo más joven, con bastantes más arrugas en la frente, en los ojos, en las mejillas y el surco nasogeniano más marcado, que el actor de Hollywood. Pero mientras a Brad lo alaban, a Marc lo criminalizan por la profundidad de sus arrugas.
Normal es sentirse lo suficientemente seguro de uno mismo como para no tener que recurrir a tratamientos estéticos que te quitan años y te ponen juventud cuando ya has pasado por ella. Guste o no guste. Normal es aceptar con elegancia el paso del tiempo.
– Hombre, si es de un modo puntual… hay quien se justifica.
– Sí, sí, que cada uno haga lo que quiera. Esa es la mejor de las respuestas.
Yo les cuento mi experiencia y esa es que uno no sé conforma con verse bien en un momento puntual, uno quiere verse bien siempre. ¿O a ustedes no les pasa?
Queremos atrapar la belleza en nuestras manos y recurrimos cada vez más a la cirugía y a la medicina estética. Unas veces para limar imperfecciones, otras, cada vez más, para vernos mejor, más descansados, más jóvenes y con mejor aspecto. Y una vez que pruebas, repites.
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Poco invasivo, efectos casi inmediatos y muy asequible
No lo digo yo, lo dicen los datos del sector en España. El 71% de las intervenciones de 2021 fueron tratamientos estéticos faciales, en su mayoría infiltraciones de bótox y rellenos con ácido hialurónico. Las mujeres, 71,8% del mercado, se tratan y cuidan más que los hombres, pero ellos van ganando cuota, 20%, poco a poco y de manera sutil. Brad, creo que te hemos pillado.
“¡A no!, yo pienso decirle a mi marido que se ponga un poco en la frente, es que con lo joven que es…”, alcancé a escuchar esta Navidad en la cola de un comercio.
– Sí, lo malo es que cada vez empiezan antes, las amigas de mi hija han pedido por su cumpleaños un relleno en los labios. ¡Qué tienen 20!- comentaba su interlocutora, que aseguraba que con su próximo bonus se pondría botox, como la última vez que lo cobró.
¿Se han quedado alguna vez con las ganas de seguir en una conversación? Pues eso, pagaron y se fueron.
Periodistas del sector belleza llegan a la misma conclusión que los expertos en medicina estética; las redes sociales, los filtros de las fotografías y los avances en esta materia; intervenciones poco invasivas, con resultados casi inmediatos y económicamente más asequibles, son las causas del incremento de este tipo de tratamientos. La presión que, consciente o inconscientemente, ejercen las redes sociales sobre la percepción de nosotros mismos, nos anima a querernos ver bien siempre.
Tal vez haya un vacío de autoestima y un exceso de presión en todo esto.
Aumenta la presión del filtro y empieza más temprano
No conozco a ninguna mujer de mi edad que no tenga una profunda tara, complejo o imagen distorsionada de sí misma con su cuerpo. Hemos crecido con modelos inalcanzables de belleza femenina, hemos ansiado ser como ellas. Nos hemos mantenido a dieta y tenemos una relación de amor odio con nuestro físico. Si algo admiro a la generación de mis mayores es que han sabido llegar a la edad adulta sin toda esta tontería y tiranía del cuerpo. Ahora que ya estoy camino de los 50, que peino canas y no las tiño porque me veo guapísima, no por reivindicar nada, ahora que ya me he quitado un poco esa presión de juventud, noto a mi alrededor una cierta presión de belleza “eterna” que, a mi juicio, no es más que un efecto Peter Pan, de mujeres y hombres que no quieren asumirse.
Durante mis últimos días en Madrid, además de encontrar la ciudad preciosa, noté cierta inamovilidad en los rostros de muchos de sus peatones. Caminaba con mis hermanas, las cuales ni se fijaron, porque se mueven acostumbradas en esas aguas, pero una de ella me dio la clave: hay ciertas calles en las hay más bótox que adoquines.
Es tal la fiebre del filtro, la presión por tener buena cara, que la edad media, en España, ha bajado de los 35 hasta los 20 años y en Reino Unido han tenido que limitar la edad mínima a los 18 años. Más de 40mil intervenciones estéticas realizadas a jóvenes en 2020 llamaron la atención para regular esta práctica médica. Los médicos y las autoridades alegan que a esa edad no se tiene ni la madurez emocional, ni mental necesarias para tomar este tipo de decisiones. Les recuerdo que hablamos de tratamientos estéticos tipo mirada felina, labios más carnosos… En nuestro país, los y las jóvenes se someten a esa misma edad, y más temprana, a tratamientos de mayor envergadura personal y nadie apela a la madurez emocional. Ahí lo dejo.
Los últimos datos que he encontrado de Colombia sobre los tratamientos inyectables, antes de la pandemia, mostraban una tendencia al alza y en tan sólo un año, 2018-2019, se habían incrementado un 28% este tipo de intervenciones. Ahora, con una cierta normalidad , apuesto a que volverán a aumentar porque todos quieren verse bien.
Y yo me pregunto, ¿los que no nos sometemos a esas infiltraciones, acabaremos siendo unos rebeldes del sistema? ¿Pasará a ser normal infiltrarse toxinas y ácidos para seguir siendo socialmente admitido? No es por asustar pero, ¿saben que a la larga el bótox deja de ser eficaz? Estoy pensando que igual lo mejor es madurar con naturalidad que, aunque algunos puedan pensar que eso ya no es lo normal, seguiré creyendo que es lo más elegante.